La Catedral de Ourense es muy bonita, claro que sí, pero, desgraciadamente, está tan remetidita entre casas que desde ningún sitio hay perspectiva suficiente para observarla como se merecería.
Parada con pincho
La Catedral de Ourense es muy bonita, claro que sí, pero, desgraciadamente, está tan remetidita entre casas que desde ningún sitio hay perspectiva suficiente para observarla como se merecería. Una pena. Sin embargo, para compensar, hay una iglesia – no sé si hasta más bonita – que está lo suficientemente despejada alrededor como para permitir una buena visión de la misma: es la iglesia de la Trinidad. Arquitectónicamente es bonita, sí pero lo que es de verdad digno de ver (y disfrutar: léase pasear, sentarse o leer un libro a la sombra de un árbol) es el jardín que la rodea: bancos, árboles, flores, enredaderas cubriendo muros, escaleras de piedra, setos…
Por supuesto (a esta misma página, un poco más abajo, me remito, cómo somos en Ourense…) nunca hay nadie sentado allí y, por supuesto también, si se vuelven locos, van y se sientan, solos o en compañía, la gente que entra o sale de la iglesia, les mirará con desconfianza o incluso de forma amonestadora. La gente que entra o sale de las iglesias suele ser gente muy recta, muy seria, con una mirada perpetuamente enjuiciadora, quién sabe por qué… Aún así, les animo a que se den un paseo por estos jardines y los usen para lo que son: disfrutar.
Cuando se cansen de ver miradas de desaprobación por su epicúrea actitud (¡dios mío, está disfrutando de una zona pública de recreo, a la hoguera con él!), pueden salir de allí a la calle Padre Feijoo y tomarse algo en el Mesón O Compaño (muy buenos los bocatas de moruno) o en el Café Bran (que a veces ponen unas tapas de callos con la cerveza que están buenísimas). Allí nadie les juzgará por disfrutar, faltaría más: un ciudadano que consume es un ciudadano ejemplar. Amén.
Mira Ourense
O sea, ¿no?
¿Saben ese momento de una peli de suspense en el que uno de los detectives se queda mirando una foto que ya ha visto mil veces, de repente se da cuenta de la clave de todo y, cuando su compañero, mucho menos espabilado que él, le pregunta qué es lo que hay en la foto que le haya dado la clave, él le dice: “no es lo que hay, es lo que no hay”? Pues en esta imagen pasa lo mismo: un parque soleado pero con sombras frescas, unos árboles bonitos, la inclinación perfecta para una siesta y, ¿qué es lo que demuestra que algo está fallando?, ¿cuál es la pista del crimen? Pues, precisamente, lo que no hay: gente.
En la Alameda de Santiago siempre hay gente tumbada en el césped, lo mismo en Castrelos en Vigo, en el Retiro en Madrid… ¿por qué en Ourense nunca hay nadie disfrutando a la bartola de los parques de la ciudad? En realidad es una pregunta retórica, yo sé la respuesta. ¿Ustedes no? Ay, qué tierna esta villita que se cree ciudad…
Dulce hogar
Las mejores sobremesas
Hoy les recomiendo un clásico: no es “La odisea”, no es “La Traviata” ni es “Lo que el viento se llevó”. Este clásico es un clásico, clásico, un eterno, diría yo, un incunable (si me permiten la inexactitud como forma de hipérbole): “Saber y Ganar”.Este programa es lo más de la sobremesa, lo pueden utilizar para echarse una siesta (no pasa nada, lo echan toda la semana, otro día será), pero también pueden verlo enterito y no aburrirse ni un segundo.
Si me permiten darles un dato, les diré que el programa lleva en antena 18 años, no solo ininterrumpidos, sino que se ha extendido a los findes e incluso, una temporada, fue también emitido en la 1. ¿Por qué esta duración imbatible? Pues porque es un programa que lo tiene todo. Para empezar, Jordi, que nunca envejece, que es la voz de Epi y que hace unos chascarrillos tan inclasificables que nunca sé si me río con él o de él. Luego está Pilar, el componente desestresante: a la que sale, la insultas, así funciona.
Su cualidad de persona ampliamente insultable es la única que se me ocurre para justificar su presencia en el programa.
Así que tenemos la comedia, el relax y ahora el misterio: Juanjo Cardenal, el invisible, la voz, la sabiduría…Una vez, por circunstancias de la vida, tuve la oportunidad de conocerlos: Juanjo es tan irónico como parece y su físico es exactamente el que imaginaba, Jordi es igual de encantador y almibarado que en la tele y Pilar, si cabe, un poco más imbécil. Fue bonito comprobarlo.
