Os Milagros... ¡Levantémonos y caminemos!
SEGUNDO DÍA
“En estos días, caminando hacia el Santuario de la Virgen de los Milagros, sintámonos peregrinos de esperanza”
Los primeros días de septiembre son siempre, para los que vivimos en Ourense, días de mirar a María, Madre de Dios y Madre nuestra. Entre las múltiples advocaciones marianas que invocamos estos días, sobresale entre todas –como joya preciosa– Nuestra Señora de los Milagros. Su santuario, en el monte Medo, es lugar de peregrinación habitual pero en estos días se convierte en el corazón palpitante de la piedad ourensana.
Mi vida, como la de tantos, está marcada por la devoción a la Virgen de los Milagros desde el seno materno. Me gusta decirlo así:
“Los ourensanos somos de los que hemos crecido escuchando cantar “¡Oh Virgen de los Milagros, de Orense joya preciosa! ¡Intercede por nosotros, Virgen Madre, Virgen Madre Milagrosa!”. Somos de los que nos salta el corazón de emoción indescriptible al escuchar: “¡Viva a Virxe dos Milagres! ¡Viva a nosa Naiciña do Monte Medo!”. Somos de esas pocas personas en el mundo que no nos da vergüenza cantar el “cumpleaños feliz” a la Virgen. Somos de los que, cuando un 8 de septiembre nos toca estar lejos de su santuario –quizás muy lejos–, volvemos la mirada a alguna de esas estampas de Nuestra Señora de los Milagros, que siempre llevamos con nosotros, y no podemos evitar que nos salten las lágrimas, porque mirarla a Ella es mirar nuestra vida, nuestra historia, nuestra familia, nuestro pueblo, nuestra fe, nuestro Dios”.
Cada año, desde el 30 de agosto al 8 de septiembre, nos sentimos todos unidos, los de lejos y los de cerca, los que están en el santuario, los que no pueden ir y los que ya están más cerca de la Virgen en el cielo. Estamos unidos porque el calendario de nuestro corazón sabe que en estos días se celebra “la novena de las novenas”, días de gracia y devoción.
Este año 2025 es una ocasión muy especial porque toda la Iglesia católica está celebrando un Año Jubilar Ordinario, algo que sucede cada 25 años para rememorar la encarnación y el nacimiento de Jesucristo. Este Jubileo se desarrolla bajo el lema “Peregrinos de esperanza” y ya el pasado mes de junio vivimos una hermosa e inolvidable peregrinación diocesana al Santuario de los Milagros con este motivo. Por ello, el lema de la novena nos habla de levantarnos y ponernos en camino, con María y como María.
Tras haber vivido una pandemia, en medio de una situación socio-política que nos desconcierta, abrumados por las guerras que destruyen a la humanidad, con las lágrimas aún en los ojos por los desastres ocasionados por los incendios; queremos renovar la esperanza que brota de saber que Dios nos ama y no nos abandona. Somos amados ahora y siempre por un amor que no defrauda, por un amor inquebrantable y fiel… ¡ese es el amor de Dios que se refleja al contemplar a la Virgen María!
Ojalá que cada uno de nosotros escuchemos dirigidas de modo personal a nuestro corazón estas palabras: ¡levántate y camina! A veces vivimos postrados en situaciones vitales que no nos permiten vivir plenamente, sin salir de nuestros egoísmos y esclavitudes, acomodados en un estilo de vida que nos aprisiona y no nos hace felices. Quizás las preguntas que Dios quiere que nos hagamos este año sean estas: ¿de dónde me tengo que levantar?, ¿de qué situación tengo que salir?, ¿hacia dónde estoy caminando?, ¿cuál es la meta que está marcando el rumbo de mi vida? No olvidemos que el camino que Dios espera de nosotros es el de la santidad y ese camino se recorre amando a Dios y a los demás porque amar es vivir en plenitud.
También como cristianos, como Iglesia de Jesucristo, casi todavía iniciando el pontificado del papa León XIV y en un momento apasionante de la historia, es ocasión de levantarnos de un estilo pastoral que ya no responde al mundo en el que vivimos y caminar hacia nuevos métodos evangelizadores. También Dios nos dice: ¡Iglesia, levántate y camina! Camina en este siglo XXI, sabiendo que el contenido del Evangelio es el mismo de siempre, pero los destinatarios y el contexto son esencialmente distintos a los de hace pocos años.
En estos días, caminando hacia el Santuario de la Virgen de los Milagros, sintámonos peregrinos de esperanza que se levantan de la comodidad de una vida mediocre y caminan hacia los hermanos que los necesitan y hacia el Dios que nos espera ahora y en la hora de nuestra muerte.
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