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Chandrexa y Parada, en Ourense, son vulnerables a terremotos
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Desde el viernes, 8 de agosto, el fuego avanza sin control en las zonas más elevadas de Chandrexa de Queixa. Las llamaradas, que comenzaron por causas aún desconocidas, afectan seriamente A Espasa, Zamorela, Requeixo, Senra, Tabuaces y Vilar. Según cálculos aproximados de la UME y la Guardia Civil, se trata de casi cuatro mil hectáreas bajo grave amenaza, con unas pérdidas en biodiversidad que tardarán posiblemente años en recuperarse. La única parte positiva de este balance es que no se han registrado víctimas mortales ni casas alcanzadas por las llamas, aunque se registran dos cementerios con daños.
Dada la gran magnitud del fenómeno, los vecinos no recuerdan otro incendio de estas proporciones en los últimos diez años. Muchos de ellos explicaron aLa Región su desesperación por este suceos, porque si bien en este minuto sus vidas se encuentran a salvo a razón de una evacuación oportuna en el polideportivo del concello, sus propiedades y animales se encuentran bajo el asedio de un peligro inminente, y sobre todo, impredecible.
Hay que decir, que si esta situación no ha llegado a mayores fue por la acción de los helicópteros y avionetas cuyas cisternas se han abastecido en el embalse cercano. Alivia la situación, y es una esperanza, pero el asedio aniquilador del fuego apenas da tregua. Trini, que tiene una explotación de 128 cabezas de ganado, nos cuenta que 40 de ellas están atrapadas en una zona crítica y 9 se hallan desaparecidas. Entre lágrimas, lamenta unas pérdidas generales que ascienden, entre reses e infraestructuras de crianza, a más de 200.000 euros. Por su parte, Rubén nos habla de un verdadero “inferno”: las llamas han reducido a cenizas un colmenar suyo en Zamorela, valorado en unos 2.000 euros, generando una ralentización productiva de un par de años que en el futuro considera “absolutamente perdidos”.
Los moradores de la comarca coinciden en su mayoría en la tesis de que estos fuegos son intencionados, y que aparecen en unas secuencias prácticamente simultáneas, pasando de unos pequeños focos a un verdadero oleaje apocalíptico donde las llamas alcanzan la altura de un edificio de cuatro pisos. Los pirómanos permanecen impunes, viendo probablemente de lejos cómo crece y se extiende la obra de sus manos. Los vecinos no solo lamentan estas actitudes de verdaderos “enemigos del pueblo”, sino la dudosa actuación por parte de las autoridades del concello, quienes, según criterios de los lugareños, minimizaron en principio la potencia del fuego, desplegando después una serie de estrategias descoordinadas e ineficientes. Los vecinos argumentan que se trata, esencialmente, de problemas de comunicación por cuestiones de abandono y negligencia. Muchos de ellos se quejan de que los protocolos anticatástrofe solo se ejecutan en simulacros desconectados de la realidad, y que más allá de los papeles, la gestión no está a la altura de las contingencias.
En medio de lo que ya clasifica como una auténtica catástrofe comunitaria y ambiental, es muy reseñable el actuar entregado y profesional por parte del Cuerpo de Bomberos, la UME, la Guardia Civil, Axentes Ambientais y Protección Civil. Es una batalla sin descanso en toda la provincia, que ojalá y pronto llegue a su fin con este verano de altas temperaturas y grandes sobresaltos. Ourense merece un descanso. La última palabra la tendrán en los próximos días, los servicios de extinción, la responsabilidad ciudadana y los caprichosos virajes del viento. n
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