Benito Gómez: "La falta de fe se combate con cercanía, los jóvenes responden"

Benito Gómez González es un sacerdote celanovés

Entrevista a Benito Gómez, copárroco de San Salvador de Celanova

Tras seis décadas dedicadas a los demás, este mes “colgaba” la sotana Benito Gómez. Con ganas, pero también con alguna que otra lágrima, a sus 85 años el cotitular de la parroquia de Celanova se despedía de sus feligreses, con quienes seguirá compartiendo la misa de los domingos, pero desde los bancos de la iglesia de San Salvador.

¿Cuál será su último oficio?

Oficialmente, ya estoy jubilado, aunque cuando me llaman, trato de colaborar. Ya dice Miguel - Rodríguez que, junto con Santiago Carballo, presiden la nueva unidad de atención pastoral- que me están pidiendo demasiado, pero yo, mientras pueda, ayudaré. En las parroquias ya me he despedido, de Castromao la primera y aquí -por Celanova- también y claro que te emocionas un poco….

¿A qué se dedicará ahora?

A descansar y hacer cosas en casa. Atender a mi madre, que ya es mayor. Los nuevos sacerdotes van entrando poco a poco, observando, preguntando.

¿Les ha dado algún consejo?

Me alegro mucho de los nombramientos, de que hayan aceptado esta tarea, porque es una parroquia grande y con muchas actividades. Que lo lleven con calma. En el año jubilar de San Rosendo vino muchísima gente, y más de uno decía al entrar ‘¡Esto es una catedral!” Si, pero le falta obispo.

¿Cómo es gestionar un parroquia en un Bien de Interés Cultural?

Sostener esto es muy costoso. Cada vez que pedimos, no es para nosotros, sino para el mantenimiento del edificio: luz, calefacción, limpieza, sacristán… y eso sin contar los problemas que puedan surgir. Después tienen muchas actividades y para ellas hace falta tiempo y personal. Claro que enriquece, sí. Pero hay que ponerse y organizar. Por suerte, tenemos un número importante de voluntarios y, personalmente, don César - Iglesias, copárroco que también ha dado un paso a un lado este verano- y yo siempre lo llevamos bien.

¿Cuál fue el momento más difícil?

A nivel personal, volví a nacer en 2006. Me atropelló un coche y me despertaron un mes después en el hospital. Nadie daba nada por mí y me dijeron que no volvería andar. Les rompí los esquemas todos. No me siento objeto de milagro, pero más de un médico me lo decía.

¿Recuerda cuando llegó a la villa?

Sí, fue en 1988 que me encargaron de la enseñanza religiosa en los colegios y había que recorrerlos todos. Y luego entré en el hospital (como capellán) y allí estuve hasta que me llegó la jubilación a los 65 años. Fueron muchos años, duros al principio, pero muy positivos. Después ya me quedé en Celanova.

¿En qué ha cambiado?

Como todas las ciudades y villas ha bajado el número de feligreses, pero sigue habiendo personas que responden, que participan y colaboran, incluso económicamente. Los jóvenes, si hablas con ellos, siguen respondiendo en cosas concretas. En el rural hay parroquias que es una pena, por el escaso número de personas que acuden, pero a los que vienen no se le puede decir que son pocos y mandarles para casa.

¿Cómo se combate la falta de fe?

No es fácil. Simplemente, el trato cercano y que vean que la fe te da una ayuda que no te dan otras cosas. Una seguridad y certeza que te ayuda en la vida de muchas maneras.

Contenido patrocinado

stats