Una pareja foránea descubre a Celanova su riqueza vegetal

FLORA

La aldea de Amoroce acoge su proyecto de investigación y docencia con fines gastronómicos

Una pareja franco-lusa busca valorizar las plantas silvestres en Outeiro

La lucha contra el cambio climático tiene un campo de batalla en el rural. Al menos así lo creen Denis Bertet y Daniela Valente, una joven pareja franco-portuguesa recientemente afincada en el rural celanovés que, en su implicación contra el calentamiento global, dejaron su profesión de lingüistas para lanzarse al estudio y difusión de las plantas silvestres comestibles. “Aunque al inicio era una cuestión más personal, poco a poco nos dimos cuenta de que podía ser una opción, porque queríamos un trabajo lo más sostenible posible y que aportase algo al futuro. Y pensamos que podría haber oportunidades”, cuenta Denis Bertet, natural de la región de París, quien cultivó su interés por las plantas silvestres los 8 años que pasó trabajando como lingüista en el Amazonas colombiano. En el caso de Daniela, fue el arraigo a la tierra de su familia, originaria de la región de Braga.

La elección de Celanova como epicentro de su proyecto vital tiene que ver con el calentamiento global. “Analizando la prospección de cambio climático para las próximas décadas, Galicia está bien situada en comparación a otros sitios mediterráneos. Para poder cultivar y vivir con cierta calidad de vida nosotros y, pensando en un futuro, nuestros hijos estarán más seguros aquí”, explica Denis Bertet, viendo refrendados sus argumentos al conocer que Terra de Celanova está camino de ser declarada la sexta region más longeva de mundo. “Algo tienen que ver estos bosques, la alimentación”, coincide la pareja.

Sabores Espontáneos” es su marca y el paraguas bajo el que imparten talleres y formación a colectivos e instituciones en materia de plantas silvestres comestibles. Inicialmente en Francia y Portugal y, desde este mes, también en Galicia. “No nos inventamos nada, existen libros y hay gente muy interesada en estos temas desde hace años”, reconocen. En un entorno como el de Celanova, “habrá unas 50 plantas silvestres comestibles fácilmente identificables, ricas y abundantes que, de consumirse, ayudarían a reducir los monocultivos, la contaminación del transporte, el uso de plásticos para embalajes… y también aportarían más conocimiento y respeto por el medio ambiente. Y luego está la salud y la mejora de la alimentación”, comenta Daniela Valente.

Comercialización

Conocer este “kit silvestre” -hablan de las más singulares, en la práctica son muchas más- “puede tener un impacto a la hora de reducir la huella de carbono. No es la solución a todos los problemas, pero es parte de la solución”, señala Denis en un recorrido por su huerto celanovés, con una zona de cultivo tradicional y otra de plantas silvestres, donde se pueden ver ortigas, diente de león o sauces, las más comunes; pero también distintas variedades de trébol, lamio púrpura, cerraja, galinsoga, branca ursina… y un largo etcétera que sirven de base para ensaladas, sopas, pasteles, infusiones o bebidas como el champán con los que sorprenden a amigos e invitados. “En un futuro comercializaremos nuestros productos, porque transformados es más fácil llegar a la gente”, reconoce Daniela. La creación de un alojamiento que permita ofertar talleres de fin de semana es otra de las metas.

La carta de presentación de este nuevo proyecto de emprendimiento rural, tras la degustación promovida desde el Concello de Celanova en la “Festa Interxeracional”, será el 22 de junio en Calvos de Randín. Una iniciativa que organiza Couto Mixtour y que incluirá taller de identificación de plantas silvestres comestibles, paseo guiado y taller de cocina.

"Aquí hay carballos"

A medio camino entre Braga y París, sus regiones de origen, una activa búsqueda por internet les llevó a Outeiro, una aldea con dos casas abiertas en un impresionante mirador hacia Celanova. Quedaron enamorados del Monasterio y de los servicios que ofrece la villa de San Rosendo; “lo tiene todo y es un sitio bastante vivo para ser tan rural”, enfatiza Denis, quien confesaba que una de las razones que les ataron definitivamente fue el paisaje. “Mires por donde mires, es un bosque en gran parte natural, y una de las cosas que nos encantó es que aquí hay carballos”, dijo. Sin olvidar la riqueza de la cultura, “con una lengua y unas tradiciones propias”, añadía Daniela.

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