De Venezuela a Ourense para rezar

Celanova ha recibido esta primavera a tres religiosas de la comunidad Siervas de Jesús de Venezuela, para ayudar a la Unidad de atención Pastoral. Adriana Guerrero y Gladys Carrión comentan como ha sido su llegada.

Reportaje | Celanova testigo de tres religiosas de Venezuela

La belleza artística de los templos celanoveses -”donde cada piedra te puede contar una historia”, inciden-, el envejecimiento de la población local que contrasta con la juventud de la sociedad latina, y la comida son algunas de las cuestiones que más han impactado a Gladys Carrión y Adriana Guerrero.

Se trata de dos de las tres hermanas de la congregación Siervas de Jesús que, conjuntamente con Josefina Vilches, han venido a la villa de San Rosendo para colaborar en la adoración al santísimo sacramento y la evangelización en la Unidad de atención Pastoral (UaP). “Hemos venido por petición expresa del obispo de la Diócesis de Ourense”, comenta Gladys Carrión, sentada en la vieja sacristía monacal, donde compartía el deseo de ayudar a la evangelización y en la catequesis, así como en las tareas de acompañamiento de las personas vulnerables, mayores o enfermos, tanto en la villa como en el rural.

“Venimos de una realidad distinta, se extraña el terruño. Estando aquí, las personas nos han hecho fácil la transición”, dice Adriana Guerrero

El pasado domingo se cumplió un mes de su llegada y su presencia no ha pasado desapercibida en la villa donde, además de participar en la actividad parroquial, es fácil verlas en el día a día. “Nos estamos ubicando, conociendo las realidades y viendo qué necesidades podemos abordar. Hemos venido para ser una mano que ayude”, añadía Adriana Guerrero, agradecida por la acogida recibida. “Venimos de una realidad distinta, se extraña el terruño. Pero estando aquí, las personas nos han hecho fácil la transición”, incidían, subrayando que otra de las cosas “hermosas” que se han encontrado tan lejos de casa es la gran comunidad venezolana. “En cada esquina te encuentras con gente que ha vivido media vida allá, que tienen allí hijos y nietos. Es lindo ver cómo recuerdan con cariño nuestra tierra, donde algunos ha vivido más años que yo”, dijo Guerrero, de 32 años.

La de Celanova será la primera fundación de la congregación fundada por la beata madre Carmen Rendiles fuera de Venezuela. Tras barajar varias opciones en Francia y, más recientemente en A Gudiña, la villa de San Rosendo fue finalmente el destino elegido. “La congregación viene para quedarse, por la gracia de Dios. Nosotras, por un periodo no inferior a tres años y un máximo de cinco”, comentaba Gladys Carrión.

Ecuador fue el último destino de ambas y el cambio ha sido “superradical”, definía Guerrero tras pasar dos años y medio en la Amazonía, trabajando con distintas comunidades indígenas y colonos. “Una realidad más pobre materialmente, pero muy rica a nivel espiritual, cultural y con mucha disposición para recibir la gracia de Dios”, comenta con la esperanza de que “aquí podamos cautivar los corazones de niños y jóvenes para que se queden, que no sea un proceso catequético de tradición, sino de compromiso”.

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