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REPORTAJE
Los guardias civiles José Alberto Yáñez Chaves y Alejandro Urbano lo ven como algo normal porque es su deber, pero el hecho de salvar vidas tiene un inherente mérito de incalculable valor. El 3 de agosto de 2022, una pirómana puso en jaque la comarca deVerín. En la comisaría de la Guardia Civil, los teléfonos no paraban de sonar para pedir ayuda frente a las llamas.
Todo empieza sobre las tres de la tarde. “Nos avisan de que surgen ocho o diez focos al mismo tiempo”, relata el teniente Yáñez, guardia civil que en aquel momento era comandante del puesto de Verín.
"Los medios de extinción estaban desbordados”
Urbano, guardia civil que estaba destinado en el cuerpo de incendios de la Guardia Civil de Verín, cuenta que “fue un día de mucho trabajo porque acudías a muchos avisos a la vez, cuando estabas en uno, te avisaban de otros continuamente, los medios de extinción estaban desbordados”.
Ellos, desde el primer momento, tuvieron claro que los fuegos eran provocados. “Por el nivel que alcanzó sí, yo me acuerdo que empecé en la fábrica de botellas y surgieron avisos en muchos sitios”, recuerda Yáñez. Ante la gravedad de la situación, al dispositivo se unieron medios de otras zonas de la provincia, como de Ourense y A Rúa, y hasta los bomberos de Chaves.
Cuentan que una de las mayores dificultades fue la dispersión de las llamas. “Puedes estar concentrado en un foco, como pasó en A Gudiña que estaba concentrado en un lugar, pero cuando saltan tantos avisos, literalmente te desbordan”, explica Yáñez.
Una de las alertas los llevó hasta la OU-114, en Vilamaior, donde las llamas estaban muy cerca de una vivienda y el peligro era inminente por lo que había que desalojarla. “Estaba una señora junto a su nieta gritando entre llantos porque no aparecía su marido, quien, con la inconsciencia que puede resultar al ver el fuego, estaba echando con la manguera agua al perímetro de la casa”, narra Yáñez.
Los guardias civiles fueron sin dudarlo junto al hombre, el cual se encontraba en estado de shock, y sacaron a los tres de la zona, los auxiliaron y les dieron de beber. “Tuvimos que correr porque el fuego estaba acechando aquello, hasta prendió por debajo de los coches”, cuentan. Tras este rescate, no pudieron tomarse ningún respiro, ya que tuvieron que continuar auxiliando a las víctimas, de hecho, hasta hubo que hacer traslados al hospital en los coches patrulla debido a la cantidad de incidencias.
“Aquello lo podemos calificar de terrorismo medioambiental"
“Fue una situación bastante complicada, ya que además los medios son siempre escasos”, indica Yáñez. Finalmente, durante la madrugada del 4 agosto, los servicios de emergencia lograron controlar el fuego, que llegó a arrasar alrededor de 1.000 hectáreas, afectando también a viviendas o vehículos.
Yáñez cuenta que en ese tipo de situaciones uno de los aspectos más complicados es que las personas mayores no distinguen el riesgo. “En el rural hay muchos ciudadanos de 80 y 90 años, cuyos bisabuelos nacieron en esas viviendas, por lo que son muy reacios a abandonarlas; tener que desalojarlos es muy complicado porque realmente no están viendo el peligro, pero nosotros tenemos que mirar por la integridad de las personas”, explica. “Lo importante en esos momentos es la vida de la persona”, añade Urbano.
“Aquello lo podemos calificar de terrorismo medioambiental porque no es solo hacer daño a los bienes, también a las personas”, explica Yáñez, quien asegura que “llevo cinco años en Ourense y nunca me tocó un incendio como este”.
La pirómana que causó estos incendios, que trabajaba en el Concello, fue detenida y ahora se encuentra a la espera de un juicio por el que la Fiscalía solicita seis años de cárcel. “El pirómano es una persona que sufre una patología”, explica Urbano. Además, señala que “la cultura del fuego está arraigada en la provincia, toda la vida la esquinita aquella en vez de cortar, se prendía fuego, esa cultura está presente, aunque cada vez menos”.
Por su labor en estos incendios, recibieron a comienzos de julio la Medalla ao Mérito da Protección Civil, con la que se les reconoce el “papel clave” que jugaron en el desalojo de la localidad de Vilamaior.
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