Una pareja de Francia vende anzuelos online desde una aldea

Galicia les robo el "Corazón"

Isabelle y Guillaume cambiaron hace dos años su Francia natal por la aldea de San Cristovo, en Monterrei, desde la que gestionan un negocio de venta de anzuelos para pesca deportiva a través de internet, al tiempo que se ocupan de cuidar su huerto y animales

El garaje de su hogar alberga el taller en el que crean y ensamblan todo a mano.
El garaje de su hogar alberga el taller en el que crean y ensamblan todo a mano.

Con 100 habitantes, San Cristovo es una de las parroquias menos pobladas del concello de Monterrei. Enclavada en la montaña, entre Medeiros y el núcleo cualedrés de San Millao, limita al sur con Oímbra y Portugal. Una ubicación estratégica, a solo 20 minutos de Verín y a media hora de Chaves que “enamoró” a la pareja formada por Isabelle Trèmolières (Béziers, 1976) y Guillaume Aubry (Besançon, 1977), que en 2023 dejaron atrás su Francia natal y establecieron en el rural ourensano su hogar y su empresa, un negocio de venta online de anzuelos de pesca.

Internet es una constante en la vida de estos dos franceses, que se conocieron hace 15 años a través de la página de citas Meetic. Por entonces tenían ocupaciones estables en su país, y la pesca era solo una afición para Guillaume, ávido pescador desde la infancia. Al no encontrar en el mercado anzuelos a la altura de sus necesidades, empezó a hacerlos él mismo, inicialmente para uso personal. Al poco tiempo comenzó a compartirlos con conocidos y otros aficionados, y el boca a boca hizo el resto.

Guillaume e Isabelle posan en el jardín de su hogar ourensano en San Cristovo (Monterrei), con vistas de la montaña al fondo.
Guillaume e Isabelle posan en el jardín de su hogar ourensano en San Cristovo (Monterrei), con vistas de la montaña al fondo. | C.L.M

Al ver crecer la demanda, Guillaume e Isabelle dejaron sus trabajos y fundaron PLP Entreprise, una empresa especializada en la creación y venta de cabezas plomadas y señuelos metálicos destinados a la pesca deportiva del lucio, perca y black bass en ríos y embalses. En su web (plpentreprise.com), disponible desde hace un lustro, muestran sus 50 referencias, todas originales y personalizables. Los anzuelos, de acero y con una mezcla de carbono, los importan de Japón, mientras que el plomo es catalán. Guillaume fabrica las cabezas plomadas que recubren los anzuelos y los señuelos metálicos. La pintura resistente y las piezas móviles también las aplican manualmente.

Isabelle, por su parte, se encarga de la web, de la logística, del inventario de materiales y de preparar y gestionar los envíos a todo el mundo. Desde sus inicios, sus mercados principales han sido los mismos: Francia, Bélgica y Australia. Hasta ahora no han necesitado contratar publicidad, y basan su éxito en “la calidad, es nuestra mejor credibilidad. Nuestros productos ayudan a pescar más y mejor, y son muchísimo más resistentes que algo comprado en China, además de ser económicos”, subraya Guillaume.

El garaje de su casa gallega alberga su taller y almacén, un amplio espacio con vistas a la montaña en el que elaboran los productos, catalogan cada artículo e incluso cuentan con una caja de luz para sacar las fotografías de cada anzuelo para la página online.

Apasionados de Galicia

Cuando su negocio empezó a funcionar, y conscientes de que podían trabajar desde cualquier lugar, la pareja comenzó a viajar por España en busca de su lugar “ideal”. Pese a no tener vinculación alguna con nuestro país, Galicia les “robó el corazón”. Concretamente, la comarca de Monterrei, donde hallaron todo lo que necesitaban. “La vida aquí es muy tranquila, y Verín cuenta con hospital y todos los servicios indispensables. En comparación con Francia, la sanidad pública y la calidad de vida es mucho mayor”, explica Isabelle.

Guillaume Aubry e Isabelle Trèmolières, con algunos de los anzuelos que han creado.
Guillaume Aubry e Isabelle Trèmolières, con algunos de los anzuelos que han creado. | C.L.M

Al mismo tiempo, los habitantes de San Cristovo acogieron a sus nuevos vecinos franceses con los brazos abiertos desde el primer día. Isabelle y Guillaume se muestran “encantados” de la cercanía y generosidad de los locales, que los ayudaron desde que se mudaron, con frecuentes obsequios de comida y productos de la huerta, “algo inimaginable en Francia hoy en día”, aclara Guillaume.

Ellos tampoco han estado perdiendo el tiempo desde su llegada, y han adaptado la finca de su nuevo hogar a la realidad gallega. Cuentan con su propio huerto, al que no le falta de nada, así como gallinas de varias razas y codornices. Como buenos franceses, el año pasado también tuvieron ocas y patos, y hasta han hecho sus pinitos con la elaboración de patés y embutidos. Esa “autosuficiencia” era uno de los retos que se habían marcado, y ahora ellos también comparten el fruto de su trabajo con los vecinos, asiduos a su vivienda en alguna de las paparotas de hasta 50 comensales que han organizado.

Cerca de cumplir dos años en la provincia, la pareja no podría estar más contenta con su elección: “En todo este tiempo no hemos vuelto a Francia ni tan siquiera de visita, pero nuestros amigos y familiares sí que han venido aquí y sienten envidia de nosotros”.

Felices y plenamente integrados en el medio, por su cabeza sólo pasa ayudar a poner San Cristovo en el mapa, un pueblo que ven como una “joya”. Puestos a pedir, tan solo echan en falta “un nuevo techo para la iglesia parroquial, ya que se encuentra en mal estado”, reclaman, como si llevaran en la aldea toda la vida.

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