Diana del Toro Robles, el alma latina con la ilusión de un futuro español

LA NUEVA OURENSANÍA

Nacida y criada en Venezuela, Diana del Toro Robles es pura alma latina, de sangre colombiana e ilusión española. En la ciudad desde hace casi un año, proyecta un futuro de este lado del mundo, echando de vez en cuando alguna mirada atrás

Miriam Blanco y Marta Vázquez

Publicado: 15 jun 2024 - 07:00 Actualizado: 16 jun 2024 - 07:56

La nueva ourensanía | Entrevista a Diana del Toro Robles

“¡Una que no me haga llorar!”, piensa Diana del Toro Robles (Caracas, 1985) una expresión de su tierra plantada entre los ruidos y distracciones de la calle Concordia. “¡A llorar a la Guaira!”, concluye, y explica que es un destino turístico venezolano alejado de Caracas, adonde se envían unos a otros cuando no están de humor porque claramente allí se van a distraer, y porque las tristezas, si son lejos, mejor.

Residente en Galicia desde hace un año con su marido y sus tres hijos, Diana está a punto de recibir el permiso de trabajo que le permitirá integrarse plenamente en la dinámica de la ciudad. “Estoy haciendo la ESO porque por todos los problemas que hay en Venezuela traer la documentación es algo complicado”, comenta sobre sus ocupación actual la que se pasó toda la vida trabajando con pelos del otro lado del charco. “En Venezuela duré toda mi vida en peluquería”, explica. Llegó a Ourense en julio del año pasado tras un paso de seis meses en A Coruña, animados por unos conocidos que allá viven. “Como somos familia numerosa, salimos beneficiados con una ayuda para el asilo”, revela sobre el salto de la urbe costera hacia el interior.

Vecina de As Lagoas coge todo los días un autobús para llevar al más pequeño de sus hijos a la escuela infantil del barrio de Covadonga, donde quedaba plaza disponible. “La guardería es excelente pero queda muy lejos y el transporte no es tan bueno”, comenta.

Del secuestro express

Hacen secuestros express, te cogen unas horas, te dan vueltas y tienes que pagar lo que te pidan y te sueltan en cualquier otro lugar”. Explica Diana que su esposo tenía un “pequeño negocio familiar de mantenimiento de carros”, y que ya contaban dos situaciones de este tipo en su historial familiar. “Tuvimos que pagar, y ya la segunda vez que quisieron hacerlo mi esposo decidió no seguir, y como ponían en riesgo la vida de mis hijos decidimos venir”. Así en unas líneas describe Diana el motivo de una emigración forzada, que sostiene es tan común que ya no causa ni impacto. “Al tener algo tuyo los delincuentes piensan que estás generando demasiado dinero”, habla del Toro de un criterio de selección de víctimas que se aleja mucho del estereotipo de empresario acaudalado. “Unos dos mil dólares”, apunta sobre una fianza no del todo exacta porque “yo estaba casi dada a luz y no me dijeron en el momento”, explica de paso un parto que bien podría haber terminado en infarto. “Hicimos denuncia pero nunca llegó a nada”, concluye una historia en la que según ella los que se presumen buenos “a veces son malos”. Vídeos circulan por internet de colectivos de encapuchados que se pasean con armas, para recaudar la plata a los comerciantes, mientras las autoridades hacen la vista gorda, y que ilustran perfectamente lo que esta mujer en medio de un bulevar de gente bien conjuntada y ajena al terror describe.

Diana del Toro Robles con su familia
Diana del Toro Robles con su familia

Suena a chiste que pese a todo Diana considere su Guaicoco “un barrio seguro”. “A veces teníamos problemas con el agua… todo fue de mal a peor”, comenta sobre este sector perteneciente a la parroquia de Petare, al este del Valle de Caracas, conocido como el ‘Bronx’ de allá, un histórico cantón con altos porcentajes de droga, homicidios y violencia. “La gente entraba, hacía, y otra vez se iba, había zonas más inseguras”, explica. Ese proverbio de que el pasto es más bueno siempre en la casa del vecino no aplica en el caso de Diana, agradecida a pesar de las circunstancias.

“Mucho frío, mucho calor”, comenta sobre Ourense, que por otro lado le enamora. “Yo salgo de mi casa a las tres de la tarde y llego a las cinco”, un único pero le pone, el del transporte público que en su caso une As Lagoas con Covadonga.

Diana del Toro Robles
Diana del Toro Robles

“Hemos intentado copiar eso de que no puede ser todo trabajo”, dice sobre su plan de vida. “Si la ciudad lo dice, tenemos que cumplir”. Diserta Diana sobre lo muchísimo que trabajaban allá, del concepto de ocio, de la diferencia entre trabajo y empleo que está más en su cabeza que en las entradas de la Real Academia, pero que avalan otros discursos como el de que sobran trabajos, faltan empleos, o un empleo es un trabajo pero un trabajo no siempre es un empleo.

Está diciendo adiós a una vida Diana del Toro Robles, y ha decidido ser optimista pese al recuerdo de la arepa, el pabellón, los tostones, y el arroz de coco a la colombiana. “¡La gaita no la entiendo!”, reconoce Diana su escasa cultura local como si acaso alguien que no sea ‘gaiteiro’ supiese hacer sonar tal flauta.

“Es mi todo”, dice Diana sobre su país una mujer latina recién llegada que en diciembre va a preparar hallacas. A ver cómo se le da el año y si en lugar de marisco sigue fiel a la tradición del plato indígena de maicena, guiso, y cambur. “¡Elena!”, (claro, correcto) responde ella y regala una última revelación en léxico venezolano.

Diana del Toro Robles
Diana del Toro Robles

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