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Su trabajo es el pegamento que une territorios, pero más que nunca Elisa Ferreira define la Política de Cohesión -a la que ha dedicado su vida profesional- como “el salvavidas de la Unión Europea”. Nunca se ha hecho tanto, con tantos recursos y en tan poco tiempo, por la salud y el bienestar de la Unión, afirma esta mujer, cuya experiencia y su labor al más alto nivel nacional e internacional la colocan como un referente en materia de cooperación. Elisa María da Costa Guimarães Ferreira (Oporto, 1955) es una economista y política portuguesa. Fue vicegobernadora del Banco de Portugal y ocupó diferentes carteras en el ejecutivo luso durante los gobiernos de António Guterres. Antes de desempeñar su actual cargo de comisaria fue diputada en el Parlamento Europeo. Un bagaje profesional que comenzó hace décadas con su gran pasión: la cooperación internacional, en la eurorregión Galicia-Norte de Portugal.
El discurso de la solidaridad territorial está hoy más vigente que nunca, ¿también para regiones periféricas como Galicia y el Norte de Portugal?
Por supuesto. La política de cohesión nace para reducir las desigualdades y para que los territorios periféricos puedan convertirse en centralidad potenciando sus recursos. No es un simple discurso. Créame, funciona.
Incluyendo en ello las infraestructuras.
Las infraestructuras son una condición necesaria, aunque no suficiente. A las regiones periféricas es preciso conectarlas con la centralidad, pero después hay que construir dinámicas sociales y económicas para que el resultado no se quede solo en el hormigón. Las infraestructuras, si bien son determinantes, no son un objetivo en sí, sino un medio para llevar a cabo lo que se corresponde con la modernidad, el progreso y el desarrollo humano y social. Se trata de trabajar por la “centralidad” de los territorios periféricos, pero desde muchos ámbitos.
Siempre resulta más fácil construir redes virtuales. Las físicas requieren más que voluntad política. Lo digo por el tren de alta velocidad entre Galicia y Portugal.
Cierto, y corresponde a los países decidirlo. En el caso de nuestra eurorregión uno de los asuntos más debatidos es la entrada en redes europeas que permitan compensar el carácter periférico; una de ellas es la ferroviaria, la alta velocidad, pero este debate debe darse de Gobierno a Gobierno, pues en el caso de Portugal no tenemos regiones administrativas como ocurre con Galicia, y por tanto es un tema que requiere del entendimiento entre los gobiernos centrales. Sin olvidar que existen otras redes de especial relevancia: es el caso de la exportación de energía, sobre todo renovables, y también está el asunto del gas líquido que puede diversificar los orígenes de esta materia prima y liberar a Europa de la dependencia del gas ruso.
Galicia-Norte de Portugal es una de las redes de cooperación más antiguas de la UE, ¿hacia dónde debe dirigir sus nuevos restos?
La eurorregión ha puesto el foco en la dinámica económica y en todo lo referido a la formación profesional, el conocimiento, y por así decirlo, en la nueva sangre empresarial. Ambas son regiones muy potentes, muy vivas, y su evolución ha sido evidente: cuando yo comencé a trabajar como técnica desarrollábamos proyectos medioambientales como la reserva natural Gerês-Xurés o temas relacionados con el río Miño. Ahora, el siguiente paso es meternos de lleno en las redes del saber. Europa está lanzando importantes proyectos de innovación, por ejemplo, en el ámbito de las baterías, en investigación sobre el cáncer, en agroalimentación o en la defensa cibernética, y Galicia-Norte de Portugal tiene que ser parte activa de esas nuevas redes basadas en el “know how” (la técnica) y no solo en la parte física. Por supuesto que lo físico debe ser la base, pero la dinámica empresarial ha de integrar investigación y producción. Así podremos perpetuar el desarrollo y hacerlo más equilibrado, incluso estando en la periferia de Europa, lo cual, al fin y al cabo, es la zona más próxima al resto do mundo.
Y todo eso es la política de cohesión.
Es que sin ella Europa no subsistiría. Nos ayuda a crecer. Tenemos un mercado interno basado en la concurrencia competitiva, pero cuando esa competitividad tiene lugar entre partes desequilibradas resulta ruinosa para los más débiles y trae consigo la ruptura social, la pérdida económica y la debacle política. El mercado interno de libre concurrencia requiere que haya un mínimo equilibrio entre las partes, y para eso necesaria una política que estimule el crecimiento de las regiones más frágiles, de manera que puedan soportar la verdadera competencia.
¿Y qué tal ha ido hasta ahora?
Muy bien, desde luego. Un buen ejemplo es Galicia-Norte de Portugal. Nuestras regiones no serían lo que son si no fuese por la Política de Cohesión. Ambos territorios tuvieron la valentía de hacerlo en su momento, de llevar a cabo proyectos conjuntos, lo mismo que hacen ahora los países del este de Europa que están experimentando una aceleración enorme. En su momento Galicia y el Norte de Portugal enfrentaron retos como las infraestructuras físicas y tuvieron que impulsar proyectos que estaban bloqueados: carreteras, saneamiento, escuelas y un importante número de servicios básicos. Ahora bien, cuando se alcanza un determinado nivel de bienestar, la situación cambia y es como si pasásemos a jugar en un campeonato de primera división.
¿Cuál es su receta para lo que viene?
Unidad. Consolidar la fortaleza que hemos conseguido. La coyuntura actual, con las regiones del sur y el este de Europa creciendo, supone para la política de cohesión 2021-2027 (unos 500.000 millones de euros) un motor de cambio para la Unión y obliga a proteger el equilibrio social. Con el covid y la crisis de refugiados hemos puesto en marcha instrumentos que permiten atacar problemas inminentes.
Pura política de emergencia, podríamos decir.
Es que aún no hemos salido de la pandemia y ya tenemos otro problema. El impacto económico del Covid fue muy grande: la Comisión Europea tuvo que acudir por primera vez en su historia a los mercados para conseguir financiación y hacer apoyos a fondo perdido, y lo hizo para estimular un crecimiento que acabará por compensar el pago de esta deuda. Por eso es necesario reforzar la Política de Cohesión, que en este momento tiene una lógica de emergencia en sus planes de cooperación.
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