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Luis Docasar está de vacaciones en algún lugar donde sopla el viento marino, pero no duda ni un momento en atender a La Región para contarnos el trabajo de la nueva unidad antisuicidio de niños y adolescentes del Complexo Hospitalario de Ourense (CHUO) que cumple en julio un año de funcionamiento. El jefe de Psiquiatría y Salud Mental del hospital asegura que el estrés pandémico y el abuso de dispositivos electrónicos han aumentado los pensamientos suicidas y las autolesiones entre los pacientes de 11 a 16 años. Durante estos once meses de vida, esta nueva unidad infanto-juvenil ha atentido a 200 menores, de los que un centenar sigue a tratamiento.
¿Cuál es el objetivo de esta nueva unidad antisuicidio?
La Unidad de Atención Intensiva del Adolescente no está dedicada exclusivamente a evitar suicidios, aunque es verdad que para un porcentaje importante de los chicos, uno de sus problemas suele ser el pensamiento suicidal. También lo hemos enfocado a trastornos de la alimentación y a detectar precozmente el trastorno mental grave que, muchas veces, debuta temprano.
¿Qué tipo de trastornos?
Puede haber ya indicios de una esquizofrenia o de trastorno bipolar a edad temprana.
¿Qué edades tienen los pacientes de esta unidad?
Entre 11 y 16 años. Suele haber más niñas que niños.
¿Cómo surgió la idea?
El pasado verano, en julio de 2021. Aunque esa franja de edad ya estaba cubierta por el dispositivo de salud mental infanto-juvenil, surgió la oportunidad porque al acabar la pandemia, cuando ya no había restricciones y los pacientes podían circular por las consultas, observamos que había un flujo especialmente intenso de adolescentes.
¿Con qué síntomas?
Venían con ansiedad extrema, con un agobio de capacidad de manejo por parte de la familia, con pensamiento suicidal, con cuadros que iban con un curso lento o manejable ambulatoriamente de trastornos de la alimentación. Aquí venían con un incremento muy intenso de la sintomatología. Y todo lo que es el campo de la biorregulación emocional, que se caracteriza porque las emociones normales se van a los extremos y no hay una capacidad para afrontar bien los problemas que se dan a esas edades.
¿Qué ofrece esta unidad?
Mucho apoyo, un abordaje farmacológico, cuidados por enfermería e incluso de intervenciones sociales. Es una unidad que comenzó muy bien dotada. Sería como una especie de Unidad de Salud Mental, pero con modificaciones para esta franja de edad.
¿Qué profesionales la integran?
Una psiquiatra con mucha experiencia en este campo, una psicóloga clínica, una enfermera especialista en salud mental y una trabajadora social. Esta unidad está acoplada al resto de los servicios de salud mental infanto-juvenil; no es una isla atencional. Además, queremos que evolucione, en cuanto sea posible y acaben las obras, y desarrollar un hospital de día de psiquiatría infanto-juvenil, que sería un dispositivo intermedio entre la hospitalización y la atención intensiva.
La unidad cumple un año en julio, ¿a cuántos adolescentes han tratado en estos once meses?
Ha habido un incremento de las necesidades de atención psiquiátrica infanto-juvenil, pero eso no significa, como dijeron algunos medios, que el 10% de los jóvenes se quiere suicidar. Tampoco hay que negar que es un momento muy significativo y que hay un aumento de la demanda. Venían adolescentes cuyas familias tenían incapacidad para manejarlos o de recibir la atención de consultas normales. Llevamos en torno a 200 adolescentes atendidos, algunos ya han sido dados de alta y otros han pasado a la edad adulta. En activo puede que estén ahora unos cien adolescentes.
¿Cuál es el origen del pensamiento suicida en gente tan joven?
El suicidio no es un trastorno en sí mismo; hay que ver lo que hay detrás y hacer un diagnóstico. Puede venir por una depresión, un trastorno de la alimentación, ataques de ansiedad, consumo de drogas, el abuso de dispositivos electrónicos, las apuestas deportivas. Esto sumado a los problemas habituales, como el trastorno bipolar o historias de abusos, que no son capaces de afrontar. A todo ello se ha sumado ahora el estrés pandémico.
¿La pandemia ha afectado de una manera directa?
Sí, yo creo que la pandemia ha coloreado la presentación de los síntomas tradicionales y los ha agudizado.
¿Qué tratamiento recibe un adolescente que llega con ideas suicidas?
Tiene que ser integral, pero por simplificar: hay que atenderlos mucho. No se les puede decir: ven en tres meses. Hay que verlos dos o tres veces por semana. Los atiende la enfermera, el psicólogo y el psiquiatra. Se decide si deben tomar un ansiolítico o un regulador del ánimo, o si deben hacer una terapia basada en la recuperación del trauma.
¿Cuánto dura el tratamiento?
Depende de cada paciente, pero los niños que han venido con pensamiento suicidal, autolesiones, traumas o alguna enfermedad mental requieren un tratamiento casi continuado.
¿Es menos complicado evitar el suicidio de un adolescente que el de un adulto?
En los pacientes de mayor edad se dan más los suicidios consumados y en los adolescentes, los intentos, pero sabemos que los intentos pueden llevar al suicidio consumado. Lo que hay que hacer es curar lo que hay detrás, porque si se cura eso se desdibuja la idea suicida y desaparece. Si viene un señor de 80 años con pensamientos suicidas por una depresión melancólica va a tener que hacer entre 6 y 12 sesiones de terapia electroconvulsiva, debe ingresar, pasar por quirófano y recibir tratamiento; pero un adolescente que se ha hecho cortes, que no es que quiera morirse sino que sufre mucho porque se debate entre la tendencia a hacerlo, y el no querer hacerlo y no poder evitarlo, con unas sesiones de terapias y viendo qué hay detrás puede mejorar, incluso sin ingresar.
¿Cuándo se recomienda la hospitalización en el caso de los adolescentes?
Debería evitarse; el preadolescente debe mejorar de manera ambulatoria. Hay que hacerlo cuando no quiere tomar el tratamiento, si es un peligro para sí mismo o para los demás. El protocolo de suicidio es de tres o cuatro días para ver que la desaparición del pensamiento suicida está consolidada. Hay que estar pendiente y que no tenga acceso a cubiertos con los que se pueda hacer daño.
¿Han evitado suicidios?
Creemos que sí. El suicidio consumado ha ido reduciéndose en los últimos diez años y está en torno a los 30 adultos al año. En niños y adolescentes ha habido alguno en la comunidad autónoma, pero hay muchísimas tentativas.
¿Cómo afecta el abuso de dispositivos electrónicos?
Lo empeoran todo. Un niño con trastorno de déficit de atención, que fuma cannabis, duerme poco y se pasa la noche jugando a videojuegos es un cóctel muy negativo.
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