Fior Daliza Santiago, una hostelera dominicana pero de maridaje gallego

LA NUEVA OURENSANÍA

Cuenta Fior Daliza Santiago un pasado dominicano del que no se olvida, pero no lo tiene en mente mucho rato. Ni por dramas, ni por rechazo, ni por falta de apego o familia de allá, simplemente, porque se adaptó a esta tierra mirando siempre hacia el futuro, o al presente inmediato

Miriam Blanco y Marta Vázquez

Publicado: 04 oct 2024 - 06:05 Actualizado: 04 oct 2024 - 17:52

La Nueva Ourensanía | Fior Santiago

“La acogida fue muy buena”, rememora Fior Daliza Santiago Lantigua el año 2000, momento en el que aterrizó por estas tierras. Directa al instituto del puente con diecisiete años, pronto se decantó por el sector de la hostelería en el que pasó de camarera a propietaria. “Con veintitrés años me hice autónoma, pero la experiencia no fue muy buena”, reconoce sobre decisiones pasadas. “Trabajaba mucho de noche, y yo lo que quería era el día”, aclara. Dos décadas después lo intenta de nuevo, esta vez en el barrio de O Couto, con un café que también es tapería. “No soy muy de cocinar”, explica, “pero hago todo lo de aquí, ¡de allí no sé hacer nada!”, explica sobre su gastronomía patria.

Origen: Santo Domingo

Llegó al país con una nena de dos años que concibió en República Dominicana con su entonces pareja. “Me enamoré perdidamente, la típica tontería muy de allá”, dice entre risas. Es verdad que el amor es un poco patología en el mundo entero, pero en algunos países, la descendencia a prontas edades está normalizada. Rompió Fior relaciones con él porque pronto se dio cuenta que ciertas tendencias en su cultura no le iban nada. “Mi padre fue asesinado”, explica en algún momento, al hilo de las familias rotas y la delincuencia. “Tenía negocios y casas, lo mismo hubo tema de celos”, declara. Reconoce con sus maneras y las justas palabras que no quiso indagar mucho ese tema. Ese pasado fue de otra vida que tal vez le rozó siendo niña pero ahora muy lejos queda.

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“Mi madre nos dejó en un internado cuando vino a España”, explica Fior, quien, a través del procedimiento de reagrupación familiar, la siguió años después con dos hermanas más pequeñas. “Sólo echo de menos a mis difuntos abuelos”, explica. Poco viajó de vuelta a Santo Domingo y más por cuestiones turísticas que por algún tipo de morriña patria.

Tuvo dos hijos más Fior en Galicia, descendientes de ourensanos de pura cepa. Uno de ellos quizá algún día consiga poner esta ciudad en el mapa gracias al hip hop, baile urbano para el que tiene grandes talentos. “Se formó aquí, en Madrid, Barcelona, Valencia…”, explica. Cuenta que con la companía con la que trabaja se fue a los Estados Unidos para representar a España en un campeonato mundial de este género. “Quedaron de sextos entre sesenta y dos países”, revela. “Los llamaron de ‘Got Talent’, pero venían muy justos de tiempo”, aclara. El padre de esta criatura es cantante de orquesta, de ahí le deben de venir los ritmos y las dotes para armar la fiesta.

Salgo muy poco”, dice Fior, que valora su soledad y su tiempo en el sofá pasmando. ¡Vive Dios que peleará el bar nuevo!, pero los días de libranza, mejor quedarse en casa, en el pueblo de Sobral, en Cudeiro. La huerta no la trabaja porque después de tanto café para cultivos no está el cuerpo, pero le encanta el monte y la naturaleza y contrarrestar con esos aires el vicio del pitillo, muy del hostelero. “Ruido el justito, me gusta el silencio”, comenta. Contemplación alpina, podemos llamarle, lo de darle al ‘sacho’ es otro invento.

“Falta abrir un poco la mente”, opina Fior, para ella la única pega que tiene Ourense. “Veo a mi hijo venir de Madrid con otra forma de pensar”, comenta. De toda la vida fueron los bares también lugar para el marujeo, y para díjomes y diretes tampoco tiene mucho hueco. “Explícame primero un poco mejor de qué va esto”, preguntó al vernos, no tanto por desconfianza, sino porque no le apetece mucho el chismorreo. ¡Las cartas sobre la mesa Fior!, también de ciudad grande es que te importe poco lo que opine el pueblo. ¡Solo le faltaba eso!, ella, que se prestó solícita a hablar de filias y fobias sin tener nada en el cuerpo. Sonaban las cuatro de la tarde en el santuario de Fátima y la mujer, sin haber comido ni un cheto.

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No parece que tenga problemas Fior con los vecinos, hasta a cuatro personas saludó con un hola afable, que pasaban delante de nuestro encuentro. “Quiero seguir creciendo, me gusta mi trabajo”, explica. Y comparte, rato después, un póster por teléfono. “Organizamos fiestas temáticas y eventos”, aclara Daliza Santiago, para dinamizar un poco su espacio pasadas las nueve de la noche.

“Soy muy alegre”, se describe Fior a sí misma, que elige un “carallo” como vocablo típico en idioma de la tierra. ¡El género no se toca más Fior Daliza, si no quieres ir a por el cuarto gallego! “Ya me planté”, dice sobre una posible nueva maternidad, con su actual pareja. ¡Atenta!, porque los cuarenta en estos lares son como los nuevos treinta, y ya tú sabes, el sonido de la gaita es la antesala de la muiñeira.

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