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Confinamiento
Tanto la pandemia como el confinamiento impuesto para controlarla cambiaron para siempre los hábitos de los ourensanos. El tiempo ha pasado a toda velocidad y ya se cumplen, este miércoles 15 de marzo de 2023, tres años desde aquel histórico día en el que, como podemos recordar al ver esta galería, los ourensanos y el resto de españoles nos vimos encerrados un día después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, declarase el Estado de Alarma.
En el recuerdo están los aplausos a los sanitarios en los balcones, la escasez de papel higiénico, la repostería casera y los artistas improvisados que aliviaron la pesadez a través de ventanas y redes sociales. Este día puede servir para reflexionar sobre qué comportamientos han cambiado a consecuencia de lo ocurrido.
¿Qué ha cambiado desde entonces hasta hoy?
Uno de los cambios es obvio. Antes del confinamiento y, sobre todo, antes de la pandemia del covid, era inusual encontrarse con alguien con mascarilla, ya sea por la calle, en un autobús, en la consulta del fisioterapeuta o en el cine.
En la actualidad, si bien la baja incidencia de los contagios permite la relajación en el uso del "tapabocas", desde luego algo ha cambiado en nuestra percepción, cuando antes las mascarillas se veían como algo prácticamente restringido a especialistas médicos o directamente a otras sociedades y culturas, como la asiática.
La pandemia, con su punto álgido en el confinamiento, que tan difícil de pasar fue para muchos, expandió por toda la sociedad un conjunto de términos que antes nadie emplearía, más allá de especialistas. Por ejemplo, las pruebas PCR.
Ya existía la compra por internet antes del confinamiento, pero el estado de alarma provocó que muchas personas integraran este hábito en su rutina diaria. En algunos casos, para la desgracia del comercio local. Aumentaron los pedidos por internet, ya sean de material deportivo o de un poco de sushi para cenar.
Durante el confinamiento, la integración de prácticas de teletrabajo en las empresas llegó a un lógico techo histórico. La tecnología, con conexiones cada vez mejores incluso en el rural, lo permitía; y la situación epidemiológica lo oligaba. Y, si bien la posibilidad de trabajar en esta modalidad se dio a conocer durante la pandemia y no se ha olvidado, la realidad es que, por diversos motivos, en la práctica no ha terminado de ser viable en tantos casos como se esperaba.
La pandemia afectó a la salud de muchas personas. Entre el aumento de la soledad y los hospitales colapsados, hubo enfermedades que se detectaron tarde, otras que agravó el sedentarismo, personas que vieron que su salud mental empeoraba y aún luchan hoy contra ello.
Como lado positivo, el confinamiento incidió aún más en la importancia de colocar la salud mental en el centro, por delante de otras muchas consideraciones.
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