UNO MENOS QUE EN 2022
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ENTREVISTA
Estas son las vigésimo segundas Navidades que pasa monseñor Leonardo Lemos al frente de la Diócesis de Ourense como obispo. A lo largo de estos más de 20 años, los retos se han multiplicado, tanto a nivel de vocaciones como de protección del patrimonio o labor social.
Estamos a las puertas de la Navidad.
La Navidad de 2024, que no es una Navidad cualquiera. Porque este año coincide con la apertura de un Año Jubilar. La Navidad son siempre unas fiestas muy entrañables y familiares, en donde resuena en nuestro corazón un sentimiento de paz, de deseos de paz, no solo en nuestros corazones, en el corazón de los nuestros, paz y armonía en nuestras familias, en nuestra sociedad, pero también en esos 58 puntos de la Tierra en donde hay guerra, de manera especial en los puntos de los que se habla con mayor frecuencia en los medios: Ucrania y Oriente Medio. Paz sería el nombre y paz sería el mensaje.
Hemos hablado de la familia como referente, cuando parece un concepto en declive. ¿Cómo está la familia como institución?
Evidentemente, la familia, como todas estas realidades, es una institución viva. Si no fuera una institución viva, no experimentaría la crisis que está experimentando, pero yo estoy completamente convencido de que, por ser una institución viva, superará esta crisis, porque la crisis no afecta solamente a ella, sino que es una crisis, dice el Papa Francisco, de época, que afecta a otros niveles, y dentro de esos niveles humanos está la familia
¿Cree que se está perdiendo un poco el espíritu original que caracterizaba tradicionalmente la Navidad?
El sentido de la Navidad no se ha perdido, al contrario, se está revalorizando, lo que pasa es que ha variado mucho el entramado social en el que nos encontramos. Era costumbre antes que toda la familia se reuniese en Navidad, ahora, la complejidad de la vida ha hecho que nuestros familiares, unos estén en Estados Unidos, otros en Italia, otros en Francia y otros en Alicante. Eso significa que es muy difícil reunirse, pero por circunstancias ajenas a la familia y a la Navidad. ¿Que es cierto que todo este planteamiento del consumismo afecta también a los creyentes cristianos a la hora de vivir la Navidad? Evidentemente, al ser hombres y mujeres que viven en esta sociedad de consumo, es normal que las tendencias consumistas afecten también a los creyentes. Pero creo que sigue vivo ese espíritu de solidaridad, porque también hay muchas familias y personas que muestran signos de generosidad. Se percibe en las aportaciones a Cáritas, al comedor social, organizando belenes, participando en la organización de la cabalgata, visitando los centros de mayores… Esto significa que el sentido de la Navidad no se ha perdido, sino que se ha redimensionado.
¿Por qué es tan importante el belén?
Porque es un signo externo que representa el misterio que los creyentes celebramos: el nacimiento de Jesús. Desde la época de San Francisco de Asís , los belenes se convirtieron en una realidad viva en los hogares cristianos. Por eso, desde el Obispado hemos buscado hacer realidad ese lema de “pon un belén en tu vida”, que es como un despertador que nos ayuda a acercarnos a Dios, y todo el que se acerca a Dios, se preocupa más por los demás.
El Gobierno de España habla de unos datos económicos espectaculares, hasta el punto de que somos la economía europea que más crece. La Iglesia cuenta con una organización que trabaja a pie de calle y pulsa como nadie el día a día de la gente: Cáritas. ¿Qué nos dice ese termómetro?
A nivel de Diócesis, Cáritas nos está llamando poderosamente la atención. En estos momentos se están sirviendo diariamente 300 menús, en estos últimos cinco años ha aumentado exponencialmente el número de usuarios. Y ya cambió también el rostro de los que vienen a Cáritas, ya no son solo pobres que piden en la calle sino personas, familias que recogen el táper para llevar algo de comida a su casa. Y no solo eso, sino la cantidad de gente que está buscando pisos, domicilios. Los alquileres son sumamente caros y Cáritas debe ayudar a estas personas, principalmente inmigrantes. En cuanto a los datos que nos llegan desde Madrid, no soy quién para juzgarlos porque no soy experto en macroeconomía, pero en la economía cotidiana, cada vez son más las personas que vienen pidiendo ayuda, para comida, para encontrar un puesto de trabajo o huyendo de lugares en conflicto.
Aquí, el Concello de Ourense, como hemos publicado recientemente, ha reducido de forma importante las ayudas a asociaciones con fines sociales, dejando hasta a 11 fuera de estas ayudas este mismo año, ¿qué opina al respecto?
Esta noticia la tengo a través de La Región, por tanto, no puedo emitir ningún juicio. Nosotros percibimos una ayuda en Cáritas por parte del Concello, y tendría que hablar con la responsable de Cáritas para ver si se ha hecho efectiva. También se ha recibido por parte de Asuntos Sociales de la Xunta, que está con un poquito de demora. Cáritas va subsistiendo gracias al fondo común interdiocesano y a suscripciones de los particulares, algunos incluso no creyentes.
El obispo de San Sebastián anunciaba recientemente un curso para sacerdotes y catequistas con el fin de prevenir abusos a menores.
Nosotros llevamos varios años en esto. De hecho, desde nuestra oficina de información del Instituto de la Familia, que está fuera del Obispado, se recoge cualquier denuncia en este sentido. Ahora mismo hemos ofertado a todos los catequistas y sacerdotes una guía de buenas prácticas con los menores que hay que cumplir.
Esta misma semana estuvo monseñor Argüello hablando de vocaciones.
Hay un repunte de las vocaciones ligado a la llegada de inmigrantes, pero también fruto de que la Iglesia ha tomado en serio la creación de una cultura vocacional y la apuesta por las delegaciones del Seminario y las vocaciones. Pero cuando monseñor Argüello habla de vocación no lo reduce a la de curas, frailes y monjas, sino que está ligada a un proyecto, que puede ser el de cura o el de familia o incluso vida de soltería.
¿Cómo estamos en cuanto a vocaciones sacerdotales?
No podemos lanzar las campanas al vuelo, pero para el nivel demográfico que tenemos, mantenemos un nivel discreto. En este momento, en el Seminario Divino Maestro, hay 12 seminaristas mayores preparándose para las órdenes, y el Seminario Misionero Redentoris Mater tiene 11, por lo tanto, tenemos 24 muchachos que se están preparando para ordenación sacerdotal. Este curso hemos ordenado cuatro diáconos, de los que uno ya fue ordenado presbítero y ahora, antes de la Semana Santa de 2025, creo yo, ordenaremos tres nuevos sacerdotes. Para una diócesis pequeña en población como esta, la posibilidad de ordenar tres sacerdotes es, diríamos, una lotería. Por tanto, el tema de las vocaciones se está manteniendo de una manera discreta y con mucho esfuerzo en parroquias, colegios y salvando las dificultades de la familia, que cuando se encuentran con la posibilidad de que su hijo quiere ser sacerdote, se encuentran por parte de las familias muchas reticencias, debido también a una clave sociológica, y es que hoy, las familias son muy pequeñas. Si un hijo único le dice a sus padres que quiere ser sacerdote, se arma la batalla de las Navas de Tolosa. Es algo que hemos vivido en los últimos años con alumnos que hemos tenido en el Seminario Menor, que tenía planteado de forma firme pasar al Seminario Mayor, pero la oposición familiar truncó ese deseo. Lo hemos vivido hasta en tres ocasiones en los dos últimos años. De ahí el peso de la conferencia de monseñor Argüello sobre la vocación, también la de padres cristianos, que siendo fieles a esa vocación, deberían entender la vocación sacerdotal de su hijo.
¿En qué punto estamos del Sínodo?
Lo concluimos en 2023 y en octubre de este año hubo un encuentro sinodal en Roma. Nos consuela pensar que hay gran sintonía entre lo expresado en nuestro sínodo y lo puesto en común en el Vaticano. Entre otras cosas hay especial preocupación por mantener nuestra infraestructura en el rural: de hecho, la única institución que hay en alguna de estas parroquias es la Iglesia. Otro de los elementos importantes es el papel de los laicos, especialmente en el mundo rural, donde las mujeres están realizando un apostolado callado y efectivo.
¿Qué podríamos decir del patrimonio?
Es un tema de candente actualidad. La Diócesis de Ourense tiene 735 parroquias, 736 contando con la Catedral. Muchas de esas parroquias son monumentos histórico-artísticos, de los siglos XVII y XVIII, pero también de los siglos octavo o décimo. Paulatinamente, vamos subsanando, a través de un fondo solidario, los arreglos que tenemos que afrontar en esas parroquias, donde los vecinos son pocos. Los tejados, las fábricas o los retablos e imágenes de nuestras iglesias es un tema que nos preocupa muchísimo, porque el montante se nos va.
¿Y cómo está el tema robos?
En los últimos años, nuestros sacerdotes están luchando por adecuar los sistemas de seguridad y blindaje de nuestros templos, especialmente aquellos que se encuentran en un ámbito solitario dentro de nuestra geografía. En la mayor parte de los casos, las consecuencias son más graves entre los destrozos del mobiliario del templo que por el hurto en sí mismo. No hay grandes cantidades de dinero en nuestros templos, donde el dinero se reduce al cepillo y no son grandes cantidades. Pero lo que se produce sobre todo es el daño físico de puertas y otros elementos en el interior de los templos.
¿Qué le pide al 2025?
Desear a todos y cada uno paz en su corazón, en su familia y bienestar espiritual y material, para que no carezcan de lo necesario para tener una existencia feliz.
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