La "marihuana 0.0" conquista a los fumadores ourensanos

El CBD, a la venta en varias tiendas de la ciudad, tiene la apariencia, el olor y el sabor del cannabis

Publicado: 05 nov 2021 - 01:45 Actualizado: 05 nov 2021 - 07:21

La tienda Old Town CBD, en las inmediaciones de la Alameda.
La tienda Old Town CBD, en las inmediaciones de la Alameda.

A simple vista, una flor -o cogollo- de CBD tiene el mismo aspecto y el mismo olor que una de marihuana, y según sus consumidores el sabor también es muy similar, aunque estos productos presentan una gran diferencia, y es que el CBD carece de THC, el psicoactivo que produce la sensación de “colocón” en el cannabis tradicional, y mantiene solo los cannabinoides, que funcionan como relajantes musculares. Este producto no es un derivado de la planta de cánnabis, sino que procede de semillas genéticamente modificadas para dar flores sin THC.

El consumo de cannabinoides no es algo nuevo, ya que se emplea para elaborar cremas o aceites, aunque lo que ahora está copnado el mercado es el cogollo, que se puede comprar de forma legal -aunque con matices- en varias tiendas ourensanas. Una de las pioneras en su venta es Old Town CBD, ubicada en las inmediaciones de la Alameda, que nació como la iniciativa de un grupo de amigos hartos del efecto del THC. “Nosotros fumábamos marihuana y a mi amigo le empezó a sentar mal, le daba ansiedad, y vimos que la estábamos consumiendo mal, que el compuesto psicoactivo era lo que nos destrozaba las neuronas, y que hay otros compuestos que no conocíamos y que son beneficiosos para la salud, como el CBD”, afirma Kevin Corbelle, encargado de la tienda.

Además del placer de dedicarse a lo que le gusta, a Corbelle le enorgullece el bienestar que causan en sus clientes. “Estamos ayudando a muchísima gente y nos sentimos contentos más que nada por eso”, agrega. Su clientela es muy variopinta, y va desde personas mayores a adolescentes. “Un cliente típico es el chaval de 20 que dio positivo en el palito -control antidrogas al volante- y quería dejar de consumir porque quiere conducir”, confiesa. En este sentido, la clientela de más edad todavía muestran prejuicios a la hora de comprar las flores, y buscan otros compuestos como las gotas. “Los compradores de 70 años vienen a por los aceites, y al principio tienen recelo por ser un producto parecido al cannabis, luego los prueban, ven que son beneficiosos y vuelven a comprar otro bote, a mí me satisface eso, estamos cambiando mentes”, subraya.

Un caso parecido es el de Sergio Fernández, que junto a otros dos amigos creó la cooperativa Dagga, que ahora reparte por internet a toda España, y cuya base de clientes -“cerca del 90%”- está compuesta también por ex consumidores de marihuana. “Hay gente que tiene hijos y no puede estar colocada las 24 horas, pero al mismo tiempo le gusta el sabor, pues el CBD entra perfectamente para cubrir esa necesidad”, valora.

La producción de esta particular planta sigue en evolución constante, y los investigadores buscan la forma de crear más variedades que se parezcan a las de la marihuana. “Dentro de las variedades que tenemos intentamos que sean lo más similar posible a las de marihuana, hay algunas en las que el sabor, el olor y la apariencia son más parecidos, aunque no van a ser iguales”, subrayó.

Dagga cuenta con una parte de I+D en la que, de la mano de algunos laboratorios locales, siguen creando nuevos productos, como cremas o todo tipo de cosméticos.

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Cogollos de CBD.

Su venta solo está autorizada con fines cosméticos o “de colección”

La venta de CBD, al menos en su formato de flor, se sustenta en un vacío legal, que nace de las diferencias entre la legislación europea y española. Uno de los hitos más importantes a favor de su comercialización es la resolución del 19 de noviembre de 2020 del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que afirma que “el CBD no puede considerarse un estupefaciente”, siempre que su concentración de THC no supere el 0,2%, y que “la prohibición de comercializar el CBD constituye una medida de efecto equivalente a restricciones cuantitativas a la importación”, prohibidas en el ámbito europeo. Por otra parte, la ley española prohibe la venta de inflorescencias de cannabis, lo que obliga a la industria a buscar salidas “creativas”. “Nunca se vende para ser fumado”, afirma Sergio Fernández, quien comercializa el CBD con fines cosméticos. “Cuando entra la gente nunca la recomendamos para fumar, es interesante entender que la gente ya viene preparada, ya saben para que lo quieren, me dicen ‘quiero flor’, yo no sé si se van a hacer una infusión, van a hacer cosméticos o la van a poner de adorno. Al final lo tienes que vender como un producto cosmético y le tienes que dar 1.000 vueltas para vender un producto que sale de la marihuana”, agrega. En la etiqueta de Old Town CBD dice: “producto de coleccionismo, no apto para el consumo”, y así es como la tienda puede mantenerse abierta. “Nosotros no lo vendemos para el consumo. Hay un vacío legal, nosotros lo vendemos para colección, lo que cada uno haga con las flores no es nuestro problema”, dice Corbelle.

Los estancos también quieren entrar al mercado pese a la normativa

Para vender CBD es necesaria una licencia especial del la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, por lo que los estancos por el momento están fuera de un mercado cada vez más apetitoso. Santiago Rivera, dueño de uno de estos locales en la céntrica calle Curros Enríquez, se sintió muy tentado de comenzar a vender este producto, e incluso recibió la visita de algún distribuidor, aunque finalmente aparcó esa idea tras recibir una circular del Comisionado para el Mercado de Tabacos, en la que advierte “a todos los operadores de que la comercialización de productos de cannabis, independientemente de su contenido en tetrahidrocannabinol (THC), se encuentra prohibida por la ley”.“Al final estamos en un vacío legal que no sabemos, lo lógico sería que nosotros, si quieren tenerlo controlado igual que el tabaco, pudiéramos vender, porque al final la gente lo va a buscar”, aseguró Rivera, quien recibe a “mucha gente preguntando por CBD”.

“Yo lo fumo por el sabor, es mejor que el del tabaco”, dice un consumidor

Iago prefiere no revelar su apellido, aunque no tiene problema en reconocer que su gusto por el CBD va más allá del coleccionismo. “Yo lo fumo por el sabor, no hay más vuelta que darle, es mejor que el del tabaco”, admite. A sus 48 años disfruta de los efectos relajantes de este producto, con el que se siente satisfecho aunque años atrás consumió THC, y no lo echa de menos. En su caso no considera que el auge del CBD vaya a contribuir a una desaparición de la marihuana. “Yo creo que es relativo, que haya cerveza 0.0, ¿quiere decir que la gente va a dejar de beber cerveza con alcohol? Pues no, será una cuestión de gusto”, afirmó, a pesar de que está contento de que los derivados del cannabis encuentren una vía legal, ya que está a favor de “toda sustancia que se pueda comercializar de forma que no sea dañina”. Él es un comprador habitual de Old Town, donde ya conoce sus variedades favoritas. “A mí me gusta el terroso”, concluyó.

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