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CRÓNICA
La expectación entre los pasajeros y medios de comunicación era alta. El tren Avril, que aumenta la capacidad de la línea de alta velocidad con más plazas y recorta los tiempos de viaje entre Madrid y el Eje Atlántico, comenzaba su servicio comercial. Pero el primer Avril con clientes no estuvo a la altura y se quedó tirado a 500 metros de la estación de Ourense. Las modernidades del nuevo modelo de Talgo sucumbieron al problema -endémico y crónico- de los retrasos ferroviarios gallegos.
Francisco Fernández aguardaba pacientemente en la cafetería del tren, charlando con otros pasajeros. Se dirigía a Valencia “por trabajo”, pero perdió el enlace. “Menos al que tenemos una cafetería. Los gallegos somos muy pacientes”, bromeaba. Eso sí, Fernández tiene una impresión positiva del tren: “Es un tren muy moderno, la accesibilidad es fantástica y lo de las pantallas táctiles es bueno. Los asientos y los espacios son muy correctos”, comentaba.
No todo el mundo veía con tan buenos ojos el convoy, que vibra y es ruidoso a altas velocidades. “La gente comenta que los asientos son algo duros y estrechos”, afirmaba la ourensana Susana Vilas. Hay cinco butacas por fila en disposición 3+2, salvo en clase Confort, donde hay cuatro. Eso sí, “el tren huele a nuevo y está genial”, decía.
La comodidad de los Avril puede estar en entredicho en comparación con otros trenes, pero no se puede debatir su puesta al día. Cada asiento tiene una pantalla individual con películas, música e incluso juegos, a pesar de que la oferta era algo reducida ayer, con solo cinco largometrajes.
Ajena al lío, la pequeña Alba jugaba en su asiento y curioseaba con la mirada el trasiego de gente. Mónica González la tutelaba con atención. “Paseando por el tren, que así se entretiene viendo a la gente; estando un ratito en cafetería, mirando por la ventana, jugando…” Así se alivia la espera a los más pequeños en el Avril, cuenta González, quien cree que hay “mejoría” con el nuevo tren, con asiento “más cómodos” y zonas “más anchas”.
Las bondades de los convoyes quedaron eclipsadas por un retraso que se hizo eterno. Los pasajeros se encomendaban al sudoku, el crucigrama y el ajedrez para matar el tiempo. En la cafetería, Josefa mostraba su desánimo ante un nuevo retraso de Renfe. “Coges el tren porque es más rápido, para no cansarte en el coche, y vamos a llegar más cansados”, se lamentaba antes de añadir un resignado “es lo que hay”.
El personal de Renfe sufrió el cabreo de algunos pasajeros que la tomaron con el mensajero. Otros se lo tomaban con humor y charlaban distendidamente con ellos. Mientras tanto, los profesionales de hostelería se afanaban en que el carrito salvase las accidentadas plataformas que unen los coches.
El estadounidense Elano agarraba la puerta del baño mientras su acompañante, Teresa -también estadounidense-, permanecía dentro. Cuando la avería dejó el tren sin electricidad, las puertas se quedaban bloqueadas. “Necesitáis un tren más nuevo”, chanceaba al enterarse de que se trataba del primer viaje comercial de un tren. Teresa ya ha escuchado hablar de los retrasos de Renfe en su visita: “Dijo una señora que ayer pasó lo mismo y fueron 55 minutos”. El Avril se contagió de algo cada vez más habitual.
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