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En una época en la que en la formación primaban los elitismos, prioridades para los grandes apellidos familiares y el clasismo formativo, Honorato Losada apostó por no dejar a nadie atrás. El testigo de vida marcado por su tío, Antonio Zorelle, en el que todo alumno tiene la capacidad de salir adelante y las segundas oportunidades siempre deben darse, fue recogido por don Honorato Losada Zorelle cuando llegó el momento, sin titubeos.
La biografía de don Honorato, como toda aquella que debe ser recordada, está llena de anécdotas y atrevimientos propios de juventud, al igual que de la madurez, nobleza y valor necesarios cuando llega el momento de tomar las riendas de una vida que dedicó a una formación que ahora parece renovadora y moderna, pero que los alumnos del Colegio Padre Feijoo (Padre Feijoo-Zorelle en la actualidad) aprovecharon al máximo desde finales del siglo XX.
Los valores formativos, la unidad entre alumnos y profesores y la calidad humana estaban por encima de los libros de texto. Más allá de las ciencias y las letras, la dirección del profesor, junto con la cercanía y esfuerzo sin igual de su mujer, doña Angelita, impulsaron una forma de entender la educación adelantada a su tiempo.
De poco valen las infraestructuras grandiosas, los enormes presupuestos, y las instalaciones de lujo si lo primordial, cuidar al alumno y pensar en el futuro de él, no se anteponen a los intereses e imagen del centro. El matrimonio siempre lo tuvo claro: el alumno es lo primero, y generaciones de estudiantes del centro les han dado la razón año tras año, curso tras curso, logro tras logro.
Desde la añorada señorita Cándida en los 80, hasta el brillante equipo de docentes actual, pasando por el excepcional grupo de profesores de Bachillerato de los años 90 encabezado por Luis, Moncho y Carlos: don Honorato supo arropar y apoyar una formación excepcional que no necesitó de insignias, galas o bandas de graduación para que sus alumnos no solo se sintieran orgullosos de sus éxitos personales o de su lugar de estudios, sino de formar parte de una gran familia que sigue creciendo día a día.
Amante del arte y del coleccionismo, el director siempre tuvo claro que su mejor y más querida obra era su familia, con unas hijas que han heredado su valentía ante la vida y el corazón, capacidad de esfuerzo y entrega sin igual de su madre.
No sólo no quedó nadie atrás, don Honorato, sino que usted ha quedado por delante de todos. Descanse en Paz.
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