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Obituario | Mariano Abad Martín, el último combate del "cubanito"

PROFESOR EN OURENSE

Miguel Abad

Publicado: 02 ene 2025 - 18:13 Actualizado: 02 ene 2025 - 22:38

Mariano Abad Martín.
Mariano Abad Martín.

Hoy elegimos este título porque mi padre era Don Mariano o El Cubanito según le terciara. Así era su personalísimo sentido del humor, que ahora recordamos con mucha nostalgia. Al igual que el cruzado Antonius Block de “El séptimo sello” (1957) de Ingmar Bergman, mi padre estuvo librando su particular desafío contra la muerte. Hace justamente un año consiguió vencerla, pero la Parca es inflexible y ahora la revancha se la ha llevado in extremis a los puntos.

Aquel chaval de Escobar de Polendos (Segovia), que le tocó vivir una dura infancia en plena Guerra Incivil, pronto se enamoró de María Auxiliadora y Don Bosco, por cuya devoción partió hacia Venezuela con los Salesianos, donde completó sus estudios en Filosofía y Letras, con unas calificaciones excelentes. Allí se casó y contribuyó a traernos al mundo a mi hermana y a mi. Todavía recuerdo con qué ansia esperaba yo su retorno al hogar, después de haber estado todo el día trabajando y estudiando, con el cómic que me regalaba diariamente. Un superhéroe trayendo noticias de otros superhéroes.

Hasta establecernos definitivamente en Ourense, la tierra de mi madre, para continuar enseñando Latín, Griego, Lengua Española, Literatura y hasta Dibujo Técnico a varias decenas de generaciones de chavales

Retornada nuestra familia a España, continuó su entrega a la enseñanza en cuerpo y alma, madrugando para desplazarse cada jornada desde L’Hospitalet de Llobregat, donde descansan los restos de sus padres y hermana, hasta los Salesianos de Sarriá, dos hora de ida y otras tantas de vuelta. Y así hasta establecernos definitivamente en Ourense, la tierra de mi madre, para continuar enseñando Latín, Griego, Lengua Española, Literatura y hasta Dibujo Técnico a varias decenas de generaciones de chavales, un servidor inclusive.

El Cubanito, un púgil nacido en el azucarero del mundo y que era tan rápido como para tirar un córner y rematarlo él mismo

Su colección de anécdotas es interminable: desde el trola-trolae de Paco Sarria, pasando por el óvalo que se parecía más a la pantalla de un televisor, al que como corrección le pintó unos circulitos con bolígrafo rojo para que el autor de aquella artistada pudiera encenderlo y apagarlo, subirle el volumen o cambiar de canal a su creación, hasta los ceros que no suman pero dividen, el latiguillo del “mater tua mala burra est”, o el consabido si usted se aburre, pues no se aburra (es decir, no sea burra). Cuando se jubiló, siguió manteniendo su afición por la lectura: ahí quedan libros que le dedicaron sus discípulos, desde José Carlos Caneiro a Carlos Vila, o alguno de los chistes que quizás inspiraron al irrepetible Sergio Pazos, ya saben ustedes cuánto y bien empatizan entre si los comediantes. Porque al igual que Fernando Pessoa, Don Mariano se inventó a su heterónimo El Cubanito, un púgil nacido en el azucarero del mundo y que era tan rápido como para tirar un córner y rematarlo él mismo.

Y encima has partido hacia la eternidad sin contarme el final del Chiste de la Manguera

Su cabello ensortijado, su nariz ancha y su tez morena contribuyeron a apuntalar semejante invención. Hoy ya no podrás leer estas líneas, para corregirme las comas mal colocadas. Pero, ya sabes Mariano: “mataiotes mataiotetos kai panta mataitoes”. O dicho en la lengua de Julio César, “vanitas vanitatum omnia vanitas”. Y encima has partido hacia la eternidad sin contarme el final del Chiste de la Manguera. Un agradecimiento muy especial a mi hermana Blanca y a sus cuidadoras, por sus denodadas cariñosas perseverantes atenciones. Descanse en Paz.

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