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OKUPAS EN LA CIUDAD
Las autoridades realizaron en los últimos días dos intervenciones para acabar con dos zonas de la ciudad donde la presencia de okupas estaba generando conflictos con los vecinos.
Se trata, en primer lugar, de los silos propiedad de la empresa ferroviaria ADIF donde vivían desde hace un año un número indeterminado de personas que habían protagonizado varios roces con los residentes, pero sobre todo se caracterizaban por los constantes fuegos que escapaban a su control, provocando la intervención de los bomberos por última vez el pasado 10 de noviembre. “Los echaron de aquí tres o cuatro veces”, cuenta Luis Salgado, uno de los residentes en la zona, “pero siempre volvían, siempre tenían eso (la nave) llena de mierda y de escombros. Tenían colchones, tenían plásticos… y ahora estamos contentos, de momento”, concluye Salgado.
Según confirman las autoridades, agentes del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) acudieron el pasado lunes, 2 de diciembre, para ejecutar el desalojo, permitiendo que uno de los últimos residentes se llevara sus enseres antes de que técnicos de una empresa tapiara la entrada a una de las naves de esta antigua cementera, para que a continuación comenzara el derribo con las excavadoras. ADIF ya había confirmado el pasado mes de agosto que se encontraba en trámites legales para desalojar a los “okupas”, ya que este emplazamiento forma parte de las obras de la nueva estación intermodal.
De todas formas, la expulsión no ha terminado con la desconfianza de los residentes. Eladio, uno de los vecinos decía que “las vallas que han puesto las tira un niño pequeño, y si quieren se pueden meter otra vez en la pajarera (la parte alta de los silos)”. Otro de los residentes, Antonio Cid, añade que “lo bonito era que tiraran todo esto, que aquí no pinta nada, y abrir la calle”.
También el inmueble situado en el número 4 de la calle Velázquez, donde los residentes llevaban advirtiendo de la presencia de okupas al menos dos años, ha vivido el desalojo y refuerzo de la seguridad en los últimos días.
María Adela Mellado, quien regenta un bar cercano, no sabe precisar la fecha exacta del desalojo, pero sí que “estuvieron tapiando esta semana pasada”, en referencia a que las ventanas han quedado cegadas, y se han reforzado las puertas con dos nuevos candados, además de cortar el empalme casero que habían hecho a la red eléctrica. “Los echaron y quedó más tranquilo todo”, sentencia Mellado. A mayores, figura ya un cartel de una inmobiliaria anunciando la venta de la casa.
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