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Las viviendas ourensanas, como muchos otros sectores, afronta un problema estructural a causa del envejecimiento. En la ciudad, esa situación se ve agravada por la falta de un plan de urbanismo, que tiene al mínimo la obra nueva que se construye. Esto influye, a su vez, en la certificación energética de los edificios, puesto que las construcciones más recientes ya se planifican contando con materiales y procesos que favorecen el aislamiento, y medidas para un menor consumo energético, cosa que no sucede en los inmuebles de cierta edad, que además deben afrontar unas reformas costosas para muchos propietarios de cara a un aislamiento más efectivo.
Pablo Fernández, director xeral de Planificación Enerxética de la Xunta, lo explica de la siguiente manera: “A maior parte dos edificios novos teñen a calificación A ou B no 80% dos casos. En Ourense, o feito de que non haxa edificios novos penaliza severamente as calificacións do parque edificatorio”. Esa falta de nueva construcción hace que al menos el 30% de los eficifios de la ciudad cuenten con una calificación F o inferior, donde la antigüedad de las instalaciones dispara el consumo de energía, y muchas veces cuentan con sistemas de calefacción o alimentación antiguos, lo cual significaría un consumo entre un 25 y un 50% superior de energía por encima de la media. “O feito de que non haxa PXOM leva a que as obras novas en Ourense cóntanse cos dedos dunha man, iso penaliza moito nas porcentaxes de calificacións enerxéticas”, continúa Pablo Fernández, “porque as novas construccións, grazas ó Código Técnico de Edificación, si que cumplen cunha calificación superior que os edificios existentes”, concluye.
Para alcanzar los objetivos de mejora, la Unión Europea recoge en su directiva que los estados miembros podrán establecer planes de incentivos para “solventar las barreras asociadas a los costes iniciales”, velando al mismo tiempo porque las solicitudes y procedimientos de financiación sean sencillos y de fácil acceso, especialmente para los hogares”.“Vai ser preciso realizar este tipo de actuacións”, explica Fernández. “Nese contexto resultarán fundamentais as axudas que se están a dar, e as entidades locais e financieiras poden contribuír con medidas dentro do seu campo”, añade.
Una medida que desde la Xunta esperan que impulse la renovación de servicios en casas particulares y edificios de cara a un menor consumo y mejor retención de energía. “A finais de 2022, pola situación de carestía enerxética, creceu o interese por mellorar a eficiencia nos fogaes. Ó final, o kilovatio/hora máis barato é o que non se consume”, cuenta Pablo Fernández. “Incluso despois da pandemia apreciamos que se incrementou a inversión no confort térmico das casas, e agardamos unha clara mellora no futuro”, pronostica el director xeral, quien considera fundamental la modernización en caso de una nueva crisis energética.
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