“Pagaron polas fincas, pero pagaron ben pouco”

La ruta por los “gigantes” de las compañías eléctricas es desoladora en el sur ourensano: el silencio se impone en los paisajes que antaño se tragaron las presas, un polémico negocio que dejó escasos beneficios a los vecinos.

Panorámica del embalse de As Portas, el más grande de Ourense y el segundo de Galicia, este fin de semana. (FOTO: XIANA CID)
Panorámica del embalse de As Portas, el más grande de Ourense y el segundo de Galicia, este fin de semana. (FOTO: XIANA CID)

El letrero desgastado de un sendero europeo de la castaña en pleno Macizo central pasa inadvertido entre las numerosas señales verdes que llevan a las infraestructuras de Iberdrola. Las marquesinas del sur ourensano todavía son de Caixa Ourense y es más fácil llegar a las carreteras particulares de la compañía eléctrica que a los principales atractivos de una de las zonas más espectaculares de la provincia, “secuestrada” por los embalses y acuciada por la despoblación. Darío, uno de los escasos vecinos de A Veiguiña, en Vilariño de Conso, resume el significado de una vida pegada a una presa. “Auga non hai ningunha. Detrás desta montaña, o das Portas está tan baixo coma este. En Chaguazoso hai outro embalse e alí tampouco hai auga”, explica el paisano frente a la vista desoladora que deja Bao a su paso por A Veiguiña. La situación se normaliza: “Tódolos anos pasa isto. Chove pouco”, asume el hombre. Como él, tantas familias que en su día vieron desaparecer sus fincas o sus casas bajo el agua y la promesa de hacerse ricos. “A nós o embalse colleunos moitas fincas. Tiña un prado aí adiante ben grande. Pagaron, pero pagaron ben pouco”.

Al llegar hasta la presa de Cenza, también en Vilariño, los medidores que recuerdan la altitud quedan a la vista gracias a la drástica reducción de agua: el embalse se impone a 1.342 metros de altitud en el valle que anegó a finales del siglo pasado. El silencio se adueña del paisaje.

Un tercer puente

La ruta sigue hasta Viana do Bolo. Donde hace tres semanas remaban unos piragüistas en el embalse de Bao, ahora solo hay tierra. Al fondo de la panorámica, los pocos vehículos que pasan por el puente que llega hasta A Gudiña lo hacen por encima de otro puente: el vaciado de esta presa ourensana descubre la infraestructura con la que antes de 1960 se podía viajar al mismo sitio. Si el agua bajase más, dicen los vecinos, podría llegar a verse un tercer puente: este ya sería medieval.

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