El perseguido lobo feroz

Deambulando

El convenio europeo sobre protección de especies salvajes sigue vigente, aunque trate de ignorarse por la Xunta, que autoriza su caza

Entrada al centro del lobo Ibérico, en Robledo de Sanabria, un ejemplo
de como gestionar y difundir  el amor a nuestra salvaje fauna.
Entrada al centro del lobo Ibérico, en Robledo de Sanabria, un ejemplo de como gestionar y difundir el amor a nuestra salvaje fauna.

Un monitor de ciclismo yendo por una sierra (no diré ni él dijo cuál, para evitar que cualquier cazador se pertreche para darle muerte y henchirse de vanagloria), en una de esas múltiples pistas que las surcan se encontró, aun hace unos días cara a cara con un lustroso lobo por su invernal pelaje, el perseguido lobo feroz de los cuentos de Caperucita. Creo y lo comprobé en algún encuentro con ellos que no dejan de impresionar, cuando inesperado, y por lo colonizado que uno fue por los infantiles cuentos. Así que un vis a vis hace que te recorra por la espina dorsal como cierta frigidez, sobre todo por la mirada penetrante que te trae a la memoria todas las maldades que le han colgado al carnívoro depredador por excelencia del monte gallego, tanto que cuando algún pastor, ganadero o cazador; el primero que se dice haber tenido encuentros con lobos e incluso intentando quitar de las fauces lupinas alguna oveja; el segundo, a vacas mostrencas dejadas a monte porque en algunos partos pierden a sus becerros; los terceros porque se hacen la boca agua pensando en una cacería; otros, vecinos o particulares porque tienen a monte a los llamados caballos bravíos. Así que la legión de perseguidores se incrementa y la de ciudadanos espoleados por las noticias sobre el carnicero en los medios, también.

Menos mal que la discreción de este ciclista impedirá que cualquier escopetero por su cuenta y ocio se vaya a la búsqueda de este ejemplar de canis lupus signatus, siendo, de su científico nombre, esta última la que le da la característica de ibérico. Este lobo se ve que ya protegido de los rigores invernales que azotaron la provincia luce un espeso pelaje que le hace parecer un lustroso ejemplar del lobo gris siberiano o canadiense. El convenio de Berna del año 74 sobre la protección de las especies salvajes en Europa no solo sigue en vigor obligando a todos los países signatarios entre los que el nuestro, disposiciones que se han ido ampliando para protección de la especie, pero que trata o de ignorarse, obviarse, apartarse, sobre todo por parte de nuestra Xunta, que apoyada en el decreto 284/2001 lo incluye como especie cinegética, autorizando su caza después de comprobar daños. Lo que contradice, en Ley del 2003 el Programa de ayudas económicas. Así que nuestra Xunta prestará oidos a todo clamor, y, por un quítame allá esas pajas, autorizará cualquier cacería o tiene ya la veda abierta, que entendemos debe extenderse la cacería al invasor jabalí, arrasador de lameiros y cosechas, cuando tantas ejemplares, que se cuentan por cientos de miles, ocupan el monte bajo y son aradores de tantas praderías, al carecer de su depredador natural que mermaría su capacidad reproductiva.

¿Qué le queda al más salvaje de nuestros animales para sobrevivir a tanto acoso o al oso cuando se implante de nuevo en un medio del que exterminado en los albores del pasado siglo? Adaptarse, y ese fenómeno le ha permitido, relativamente, la supervivencia a pesar de nosotros, los humanos, una especie, la más depredadora jamás extendida en la Tierra, que arrasa sin obstáculos lo que obsta a sus intereses. Una conciencia que se está implantando ya desde la escuela está cambiando las cosas y ya los niños no ven tan feroz al lobo, ni tan bueno al cerdito, un animal que con hambre podría devorar a lo que por delante se le ponga; del lobo con respecto al humano buscaría otro animal antes de hincarle el diente a los de nuestra especie.

Cuando estemos libres de restricciones viajeras recomendaría a todos las madres que llevasen a sus hijos al centro de Interpretación del Lobo intitulado Félix Rodríguez de la Fuente, en las cercanías de Puebla de Sanabria, en Robledo, en plena comarca de la Carballeda-Sanabria, para ver a los ejemplares en semilibertad interactuando con sus cuidadores, previo paso por las dependencias donde se mostrarán cráneos, la piel del lobo y les recalcarán que la mordida del lobo es muchas veces más potente que la del canis familiaris o sea nuestro perro, aun la del más fiero, acabando con ese mito del perro contra el lobo que alimentó nuestra niñez. Un viaje placentero que se puede hacer en un día y que imborrable huella dejará en los pequeños, porque los mayores encallecidos aun por nuestros prejuicios seguiremos instalados en la cantinela del lobo feroz o daremos pábulo a esa insensatez de estimular las cacerías.

El lobo en el monte seguirá alimentando nuestras mentes para darle ese hálito de misterio al medio. No creo que exista un solo montañero que al incursionar en el medio no albergue la esperanza de ver en su hábitat al más emblemático ser de nuestra salvaje fauna. Los que tuvimos el privilegio, por nuestras repetidas idas por esas montañas, de verlos, conservamos ínsito en nuestras mentes esa imagen de un animal que no se inmuta con nuestra presencia aunque nos evite y se haya hecho por nuestra presión, esencialmente nocturno en sus cacerías, o cuanto más, animal de crepúsculos.

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