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La progresiva recuperación de la normalidad tras el covid, el incremento de población en las villas durante el verano -en Allariz llegan a triplicarse sus habituales 6.300 habitantes- y la vuelta de las fiestas y las reuniones han hecho de este verano un periodo complicado en lo que a actos vandálicos o perjuicios del botellón se refiere en la provincia, siendo estas cuestiones especialmente problemáticas durante la primera quincena de agosto, cuando se concentraron numerosas incidencias que, en algunos casos, como en el de Xinzo de Limia, obligaron a intensificar la vigilancia policial.
En lo tocante a la villa alaricana, especialmente tranquila durante el resto del año, preocupa el incremento de pintadas en edificios de la localidad de las últimas semanas, hecho que ya se habría puesto en conocimiento de la Guardia Civil. A mediados del pasado mes de agosto, los vándalos también realizaron pintadas en algún cartel alusivo al patrimonio, rompieron macetas de O Portelo y lanzaron hasta tres contenedores de basura al río.
También el casco histórico de Verín sufrió actos vandálicos el pasado fin de semana. Los vecinos amanecieron con el cristal de un portal de una vivienda roto, una alcantarilla fuera del sitio y la fuente de la plaza do Carboeiro destrozada. En la villa del Támega, aunque no se produjeron grandes incidencias durante el verano, los habitantes de la zona vieja se quejan de la “suciedad” y el “ruido” que se producen los fines de semana de madrugada debido al botellón. El primer día de apertura de las discotecas, un chico fue grabado saltando encima de un coche.
También la pasada semana, la Iglesia de Os Remedios (Villamaior, Verín) sufrió daños. Se selló la única puerta de entrada al lugar con pegamento y alambres, lo que impidió celebrar el rosario de las 20,00 horas en el interior. Al día siguiente se consiguió desbloquear la entrada. Esta iglesia ya había sufrido vandalismo en otras ocasiones: se pintó la fachada y se agujerearon los altavoces exteriores.
Ocurre lo mismo en la comarca de Monterrei, Oímbra no se libró de los incívicos. El pasado fin de semana se destrozó el vestuario del Búbal, el equipo de fútbol del municipio, en San Cibrao. Los jugadores se encontraron el lunes una ventana rota y una piedra en el interior, algo que Ana Villarino, la alcaldesa, “espera que non se volva a repetir, é raro que pasen estas cousas no noso concello”.
Los daños en la escultura de Xosé Velo, en el paseo central del Parque de As Triguerizas, es quizás el acto vandálico más reseñable en Celanova, donde el verano ha sido especialmente tranquilo -más allá del alboroto y la suciedad, como consecuencia de los botellones-. Los hechos ocurridos el primer fin de semana de agosto, coincidiendo con las fechas en las que se celebraba la tradicional fiesta de la Encarnación, suscitaron sorpresa e indignación en una villa donde se profesa un gran respeto por el patrimonio cultural y por lo publico. La situación fue rápidamente puesta en conocimiento de las autoridades competentes, quienes abrieron una investigación para esclarecer lo ocurrido.
En O Barco es el mobiliario urbano el que suele acusar los ataques de los vándalos. Los bancos de todo tipo rotos o arrancados de su lugar e incluso arrojados al río Sil sufren los mayores daños, pero también han podido verse recientemente papeleras arrancadas o inutilizadas en unas agresiones que causan, del mismo modo, serios daños en los aspersores para el regadío de las zonas verdes, circunstancia que en lugares recreativos como el Paseo do Malecón provoca que el césped se esté secando.
Xinzo fue una de las villas que requirió mayor presencia policial contra el botellón durante este verano, sobre todo, tras las reiteradas quejas de los vecinos del centro.
En este sentido, la regidora, Elvira Lama, precisó que a partir de entonces llegaron a producirse en un fin de semana hasta 16 propuestas de sanción por incumplimientos de aforo, horarios o gente sin mascarilla. En cuanto a los actos vandálicos, estos también se han incrementado en la villa tras la pandemia: “Hay gente que no tiene nada mejor que hacer que destrozar lo que es de todos. Parece que todo el mundo está más lleno de ira ahora y esa ira la está pagando el mobiliario urbano”.
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