Villas de Ourense desatendidas por los bancos: aquí solo queda el cajero automático

Los clientes de las villas donde las oficinas no son rentables pueden confiar aún en los cajeros de Abanca. Las entidades foráneas no ofrecen alternativas fiables a sus usuarios del rural y los obligan a desplazarse, en algunos casos, durante una hora

Un hombre sale del cajero automático de Abanca, situado junto a la colegiata de Santa María la Real, en Xunqueira de Ambía. XESÚS FARIÑAS
Un hombre sale del cajero automático de Abanca, situado junto a la colegiata de Santa María la Real, en Xunqueira de Ambía. XESÚS FARIÑAS

Xunqueira de Ambía fue, en tiempos, una villa importante “con capacidade de dominio”. Eso dice Antonio mientras toma el vermú en el bar Guede, en pleno centro de esta localidad de 1.388 habitantes. Sin embargo, se fue convirtiendo progresivamente en un ejemplo del desplume de servicios que sufre el interior. Antonio relata la decadencia: “Foise eclipsando. Marcharon os sacerdotes, o cuartel da Garda Civil… Os mestres que temos non viven aquí”.

Luego llegó el turno de los bancos. Las entidades financieras se fueron de Xunqueira de Ambía. Ahora, tan solo queda un cajero automático de Abanca, la única firma que cubre la mayoría de los concellos. “Alívianos”, dice Antonio. Antes, había que ir a Allariz para sacar dinero. “Había sete ou oito persoas na cola”, dice, ya que acudía gente de varios concellos: “Pasabas alí moito tempo”.

El cajero, en una ironía del destino, se sitúa junto a lo que fue un símbolo de poderío religioso: la emblemática colegiata de Santa María la Real, del siglo XII y en plena Vía de la Plata. No todo el mundo entiende su funcionamiento. “Hai xente maior que non sabe como entrar ou usar a clave”, interviene José Julio, el interlocutor de Antonio. El camarero del bar, Jorge, corrobora la opinión: “Iso é un alivio para a xente nova, para o turista. Pero a xente maior non se identifica”. Hay matices, eso sí. “Se non hai movemento, terán que cerrar. É o seu negocio”, opina.

Los cajeros de Abanca en municipios del rural, como este, son una oportunidad a la que agarrarse para llevar a cabo gestiones. Al contrario, la presencia de las entidades “foráneas” es demasiado exigua. Apenas tienen oficinas -y cajeros- en la provincia, limitando su implantación a las grandes villas. El perjuicio al cliente es obvio. Si un usuario quiere sacar efectivo en otra compañía para evitar desplazarse, debe pagar comisión.

No todos los bancos ofrecen las mismas oportunidades. En Chandrexa de Queixa existe uno de estos cajeros de Abanca. Un cliente de una entidad foránea debe gastar cerca de una hora para acudir a su oficina en O Barco o A Rúa. Uno de la entidad gallega no debe abonar absolutamente nada.

Aun así, hay quien prefiere el método tradicional. Un señor mayor -no da su nombre- cruza la plaza de Xunqueira de Ambía. “Vou presencial, á ventanilla; a min a tarxeta nunca me gustou. Prefiro facer as cousas persoalmente”. Eso sí, reconoce que el cajero es un avance: “Antes tiñan que ir a Allariz (a 6,6 km) ou a Molgas (a 8,7 km)”. De bancos, es lo único que queda.

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