Vivian Campbel, de Ciudad de Panamá a los viñedos en tierras de Leiro

LA NUEVA OURENSANÍA

Casada con un gallego de la comarca do Ribeiro, Vivian Campbel deja la divertida Ciudad de Panamá por las viñas del concello de Leiro. Reivindica Bieite como su hogar, aunque algún día vuelva a Centroamérica

Miriam Blanco | M. Vázquez

Publicado: 27 ene 2025 - 07:00 Actualizado: 27 ene 2025 - 08:15

NUEVA OURENSANÍA | Vivian Cambel

Vivian Lorena Campbel vino a España en 2002 con el gallegote con el que lleva treinta y cinco años casada. Tienen dos hijas, una nacida en A Coruña y otra que nació en Panamá un poco más joven. Allí se desempeñaba en almacenes vendiendo ropa, y en otros trabajos que iban saliendo. “Estoy graduada en la escuela técnica de contabilidad y comercio Gastón Faraudo P, luego cursé un año en la facultad de administración pública”, puntualiza sobre lo académico.

Panama City

Su actual marido fue un joven ourensano emigrante que marchó para allá, a trabajar con un tío, que aún hoy tiene una mueblería en Ciudad de Panamá. “Nos conocimos en la discoteca Estrasburgo”, comenta, “me fui con una prima de bailoteo”, añade. Tiene tres de cuatro hermanas en Estados Unidos casadas con americanos, y un hermano varón y una cuarta en la capital panameña. “Es precioso, lleno de edificios como Nueva York pero con una costa muy linda, la calle 50…”, enumera grandezas de su ciudad, famosa también por su vibrante oferta de ocio.

Mi madre era no vidente, se graduó de modista pero nos crio haciendo club, vendiendo cerveza, un poco de todo”, revela. Tenemos tan presente lo de la juerga nocturna que por lo visto se estila en la urbe, que nos la imaginamos hostelera en la noche. “No no, ella reunía a las amigas en casa, para jugar al Bingo, y recaudaba así dinero para las cortinas… y las cosas de la casa”, describe una suerte de tertulia estilo casero. Cuenta Vivian que sus padres estaban separados y su padre enviaba una pensión para los gastos mayores.

Mi abuelo paterno era un señor de la construcción que en los años setenta ya estaba jubilado con un billete de mil dólares”, explica. Una buena pensión para la época, “monetariamente estaba bien”, aclara. “Mi padre era conductor de autobús”, puntualiza.

En la casa familiar de cinco habitaciones en la que creció ahora no vive nadie. “No tengo miedo alguno a que la desvalijen, los vecinos son buena gente”, explica. “Allí estábamos bien”, comenta. Hace unos meses que volvió a su país pero sólo de visita.

La migración a las tierras de Leiro, de donde es su marido, se produce porque una hija tenía la salud un poco frágil siendo niña y ella tenía que quedarse en casa al cuidado. “Todo lo que comía lo vomitaba, tuve que dejar el trabajo en Intel que tenía en ese momento”, explica. Su marido había pasado a hacerse cargo de un hotel familiar que no funcionó. Los dos sin trabajo, la cosa no iba. ‘¡Cómo cambiaron os tempos!’, pensamos, aunque no se lo decimos. En su próxima vida el marido se queda en el hogar con los biberones, y ella sigue tan ricamente en la telefonía.

Bieite, destino Galicia

Primero llegamos a Vigo, pero al final nos vinimos a Bieite, a la casa de la familia”, relata. Cinco años estuvieron en esta casa hasta que se compraron la propia. “La tengo amueblada, con todo”, explica. Con sus palabras la vemos a ella pero también a su madre y su pasión por las cortinas. “Cuando envié a mi marido a comprar muebles me trajo unas cosas viejas que ¡ay Dios mío!”, relata. Ya tiene narices lo del que trabajó en el sector con el tío. De nuevo aparece en el relato el esposo y las gestiones domésticas. ¡Nunca es tarde para ponerse las pilas!.

Pasó Vivian de una pensión en Bieite a trabajar en las viñas. “Tras diez años aquí volví a Panamá, dos años a cuidar a mi madre y luego regresé”, explica. “Le dije a mi marido, ayudadme a trabajar porque no me voy a quedar parada”, explica. Reivindicación más que lícita, y que le trajo a la cómoda situación de la que hoy con derecho presume. “Trabajamos los terrenos ajenos en préstamo, los mantenemos y vendemos el producto a particulares y alguna cooperativa”, explica. Cosechan uva tinta y blanca del Ribeiro, “distintas castas”, aclara, una preciosa forma de llamar a las variedades.

“Por la mañana la casa y sobre las once las viñas”, recorre una jornada cotidiana Vivian, satisfecha con el paso de los días y una vida predecible.

Arroz con porotos o guandu”, ilustra sobre gastronomía panameña, y lo que nos engatusan esos nombres de guisantes y alubias. “Volveré a Panamá”, pronostica Vivian, que ha comprado un terrenito en Cerro Silvestre, pasado el puente de las Américas, allá en el Pacífico. “Me voy a hacer una casita para mí”, concluye. A ver si la siguen los gallegos de su familia, marido e hijas, pinta que las más jóvenes por lo menos, se quedan cerca de Bieite.

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