LOS LIBROS QUE LEO
El arma homicida de Juan M. de Prada
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Juan Manuel de Prada nos confirma otra vez, que los suyos suelen ser los rasgos predilectos de todo lector inconforme: argumentos deliciosamente hilvanados, personajes aborrecibles y entrañables a un tiempo; un tipo de lenguaje que reinventa el lenguaje, además de una exploración constante por intuir, al menos, con la mayor cercanía posible, el misterio de la condición humana.
Mil ojos esconde la noche (Espasa, 2024) tiene el peso y el grosor de un arma homicida, (1,01 kg /800 páginas) pero su efecto intimidante se desvanece en el momento en que la argamasa de papel comienza a quedar vertiginosamente atrás. El lector va a toda velocidad, y es justo porque el buen pavimento de la ficción, lo permite. Aquí ha vuelto el repulsivo y controversial Fernando Navales de Las máscaras del héroe (Valdemar, 1996). Pero es en estas páginas donde el personaje ha alcanzado la mayoría de edad en materia de abyección y cinismo.
Es el París ocupado por los nazis en 1940, y alrededor, una Europa gangrenada por la guerra. Es esta la circunstancia que aprovecha Juan Manuel de Prada para hurgar en los entresijos de la comunidad de exiliados españoles en Francia, principalmente en el gueto de los artistas e intelectuales, detonando con acierto los monumentos a los falsos heroísmos.
Afortunadamente esta no es otra novela de nazis. Los nazis están en la trastienda de la ficción, pero en el mostrador están las víctimas, no solo de las circunstancias, sino de sus propios titubeos y resbalones morales.
Esto solo puede lograrlo un novelista con la desconfianza y el tesón de Juan Manuel de Prada: investigando sin miedos ni condicionamientos en los archivos donde los cadáveres del pasado nos cuentan otra versión del pasado. A partir de esta novela tendrá que reescribirse la historia de los exiliados españoles en Francia, así como todo lo que sabemos sobre el rol de una Resistencia que el cine y los medios han vendido como una fuerza garante de la justicia en un mundo enloquecido.
Estamos en presencia, si no de la novela más ambiciosa y lograda de su autor, al menos de la obra depradiana con más profundos y complejos niveles de lectura; entre otras razones porque el novelista ha logrado aquí lo que pocos: diseccionar los vicios y deformidades de nuestro tiempo usando las mismas herramientas que servirían para realizar la autopsia de una sociedad de hace ochenta años atrás, pero que guarda unas similitudes espeluznantes respecto a la nuestra. Desde su columna en El Confidencial, el cineasta Álex de la Iglesia nos ha dejado una observación rebosante de lucidez: “Hablamos del texto más deliciosamente bruto, agrio e incómodo desde La familia de Pascual Duarte”.
Corresponde ahora a sus lectores aseverar o desmentir este aserto, desmenuzando, página a página, una novela que es, en efecto un arma homicida, no solo por el grosor y el peso, sino por el peligro que representa de cara al pacto, a veces inconsciente, de aceptar el mundo tal cual es.
Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) irrumpió en las letras españolas con una precocidad asombrosa. Ganador del Premio Planeta con La tempestad (1997), su narrativa combina una prosa exquisita con una defensa audaz de la tradición y la renovación del lenguaje.
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