Un día en la prueba de casa

RALLY DE OURENSE

Ni el cansancio, ni el mal tiempo impiden que cada año repita los mismos rituales, siempre acompañado de miles de aficionados que viven como propio el rally

Andrés H.-Cachalvite

Publicado: 14 jun 2015 - 14:02

Un grupo de aicionados sigue las evoluciones de Esteban Vallín, durante la disputa de la primera pasada por el tramo del Cañón do Sil.
Un grupo de aicionados sigue las evoluciones de Esteban Vallín, durante la disputa de la primera pasada por el tramo del Cañón do Sil.

Suena el despertador, son las seis y media de la mañana. Es el día, un año después llega el Rally de Ourense.

Con el frío y la lluvia llamando a la puerta en pleno mes de junio llega el momento de ponerse en marcha, el aperitivo del viernes me ha dejado con ganas de más.

En la ciudad, desde primera hora, el ambiente habitual de cada año. Gente esperándose en la calle, muchos saludos, tráfico y algún desubicado que todavía vuelve a casa después de una larga noche, espero que por lo menos fuese productiva.

En el coche, primeras conversaciones en medio de los bostezos. Momento de hacer quiniela, unos tiran por Vallejo y otros, los menos por Iván Ares. En la Swift, el favorito está claro, los "nuestros", David Cortés y Rubén Soto, hay cuorum. También hay tiempo para hablar del culebrón de la Beca Dacia, ponerse en la piel de los equipos y terminar soltando un "pobres rapaces" (mucho ánimo y paciencia, la vais a necesitar para salir de ese problema en el que os han metido).

Ya en los tramos, cháchara con los antiguos compañeros de la fotografía y paseito buscando una buena zona. Saludo a los compañeros de cuneta y a esperar a que empiece el espectáculo, las ganas van creciendo. De repente caras poco habituales, Chencho y Noelia, uno aficionado reconocido y la otra, nerviosa debutante. Más acostumbrados a ver correr la pelotita naranja, las conversaciones entre el paso de los participantes terminan derivando en lo bueno o malo de alguna cosilla y especialmente en mucha risa.

Entremedias, un café tamaño barreño, mucha bica y la pregunta de la semana: "¿Ascenderá el COB? "Ojalá" le contesto a todos, no sé más. Ourense es tierra de motor, pero también de baloncesto, sería un gravísimo error dejar pasar este tren.

Pasa el día, bocadillo a pie de carretera, pequeños conatos de incendio defendiendo posturas en favor de algún equipo y llega la lluvia, no sorprende pero fastidia aunque no será suficiente para amargarle la jornada a los miles de aficionados presentes, para algo están los chuvasqueros.

Casi sin darse cuenta llega el final de la prueba, momento de alegrías y decepciones. Pasearse por la última asistencia es todo un mar de emociones, de lo exultante del gran campeón, a la decepción del que sabe perdida una ocasión. Por suerte el deporte es justo y casi siempre da una segunda oportunidad.

Y como no, el podio en el Parque de San Lázaro, un acierto devolverlo al centro de la ciudad. Ahí donde los Puras, Bassas o Tramont recogieron sus trofeos es donde los mejores de este inolvidable 48 Rally de Ourense deben estar.

Me vuelvo a cama, el cansancio pesa más que la fiesta postrally. Toca esperar un año para que la prueba de casa vuelva a visitar la ciudad.

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