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El idilio entre Ourense y la selección masculina de baloncesto añadió un nuevo capítulo a su historia de amor. Después de 16 años de relación a distancia, La Familia se reencontró con el Pazo. Esta vez no era verano, hacía frío, había menos estrellas indiscutibles en el parquet, pero el partido tenía mucha más trascendencia que los torneos estivales. El combinado de Sergio Scariolo se jugaba el billete inmediato al Eurobasket 2025 ante Eslovaquia. Todo, después del susto (casi infarto) del duelo del pasado viernes en Bratislava, con triunfo patrio tras dos prórrogas y un par de milagros. Esta vez fue más sencillo. Una España con luces y sombras dominó y venció 84-71 ante 5.000 aficionados que calentaron un Pazo que respondió sobradamente a las expectativas. Los deberes hechos más allá de nombres y hombres.
La Familia fue por delante en todo momento. Arrancó buscando a Yankuba Sima (excobista) por dentro y a Santi Yusta por fuera para poniendo las primeras ventajas mientras la gente todavía seguía entrando al Pazo. Al otro lado, una Eslovaquia que ya empezó a demostrar que la palabra “rendirse” no entra en su vocabulario. Desde su inferioridad baloncestística, se agarraron al partido a base de rachas (11-9, m.5).
Con Yusta de ejecutor y Fran Guerra (otro excobista) de pasador, la goma se volvió a estirar hasta el +9, pero un errático final de cuarto redujo la ventaja de los de Scariolo hasta el 22-18 camino del primer descanso.
Eslovaquia se lo empezó a creer. Y el Pazo leyó la situación apretando más en los ánimos en el inicio del segundo parcial. Un mensaje que captó Carlos Alocén a la perfección para meter tierra de por medio (30-22, m.12). Pero lo que tiene un grupo con pocas horas de vuelo juntos es la irregularidad. Una falta de fluidez que golpeaba a los locales cada cierto tiempo. Una de cal, una de arena. Esta vez fue Pradilla el que recuperó el tono y el tino para poner los 10 de renta y obligar a parar el duelo al técnico eslovaco.
Fueron los mejores momentos de España. Yusta pidió el balón y el protagonismo en ataque y la defensa mordió más, provocando una sucesión de fallos de su rival. A consecuencia de ello, un 47-32 al descanso que dejaba cuesta abajo el triunfo. En teoría.
Porque visto lo visto en el partido de “ida”, a ver quién era el guapo que daba por ganado el partido. Los que pensaban así se cargaron de razón en la reanudación. España salió físicamente a la pista, pero mentalmente se quedó en el vestuario. Caraja gorda de los de Scariolo. Sin ser la quintaesencia del baloncesto, Eslovaquia se vino arriba y endosó un 0-7 de parcial en los primeros tres minutos del tercer cuarto. Yusta (¿quién si no?) cortó la sangría, pero los visitantes se acercaron mucho. Demasiado. Un 49-47 que hizo fruncir el ceño al respetable, atrayendo más fantasmas del pasado que con una ouija.
Y, normalmente, la solución más fácil suele ser la más efectiva. Santi Yusta con puntos y asistencias (espectacular alley oop para Fran Guerra) hizo recuperar las constantes vitales a los españoles. Fue el momento del canario Guerra, que conoce bien ese parquet. Agresivo y eficaz en un parcial que redondeó un triple de Jonathan Barreiro (el tercer excobista). Con la afición crecida, Salvó tuvo dos opciones para que el pabellón se viniese abajo con la bocina amenazando, pero falló. El tercer cuarto se finiquitó con un 71-57 que obligaba a ser optimista.
Y más con el inicio del parcial decisivo. Un notable De Larrea elevó a 17 la renta española nada más comenzar. El acierto dio paso a un carrusel de fallados repartidos equitativamente entre ambos bandos. Partido trabado. Izan Almansa, uno de los más aplaudidos en la presentación, certificó su mal día con una serie de fallos delante y detrás. Aunque los eslovacos estaban justitos ya, solo por la inercia, volvieron a recortar terreno (76-67, m.35). No había sensación de peligro real, pero…
Pradilla primero y el omnipresente Yusta después pusieron el candado al triunfo español. El jugador madrileño del Zaragoza “clavó” dos triples dignos de entrar en los “highlights” que entraron como cuchillos en la voluntad eslovaca y se fue sustituido ante la ovación del público. Sumó 25 puntos y tomó por la fuerza el trono de la “unidad B” de España.
Fiesta final en una mezcla de deber cumplido y de peso quitado de encima. La Familia se reencontró con Ourense. Quizá los jugadores eran un poco “primos lejanos”, sin tanto glamour o nombre. Pero era mucho lo que estaba en juego. La selección estará en el Eurobasket cuando el calor vuelva a nuestras vidas. Pero para disfrutar de lo grande hay que rendir en lo pequeño. Objetivo cumplido en una jornada que Ourense recordará. Fueron 5.000 almas la que empujaron a los suyos un lunes lluvioso de otoño. No era la mejor fecha, pero sí el mejor ambiente para impulsar a España. Que no pasen otros 16 años antes de volver a repetir la experiencia.
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