PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
Reportaje
Santa Mariña de Loureiro no es solo el nombre de una parroquia de O Irixo. También el de una cooperativa, fundada hace cincuenta y cinco años, que desde entonces permanece indisolublemente vinculada a dicha parroquia. Pionera en el desarrollo cooperativo, la parroquia de Loureiro mantiene con orgullo ese estandarte de cómo un grupo de vecinos se asoció para poder vivir del campo y sus actividades agroganaderas, sino que también se convirtió en pionera en muchas iniciativas que todavía hoy nos parecen avanzadas, como la creación de mecanismos para garantizar la trazabilidad de sus productos o el desarrollo de la explotación sostenible del campo tanto desde el punto de vista ambiental, como de respeto al consumidor, apostando por la agricultura ecológica.
Fundada en 1966, la cooperativa se ha convertido en el principal aglutinante de una parroquia en la que la emigración no causó los fuertes estragos que en otras áreas de la provincia de Ourense o del resto de la Galicia vaciada. Y aunque está aquejada, al igual que en la mayoría del rural, de una falta de relevo generacional, es una de las pocas parroquias en las que la población no se encuentra tan envejecida, gracias a la presencia de jóvenes, algunos de los cuales se han incorporado a la cooperativa, tomando el testigo recibido de sus padres e incluso de sus abuelos. De aquel grupo de ochenta socios que la pusieron en marcha. Al frente de ellos se encontraba su párroco, Antonio Bernárdez González. Con ochenta y nueve años, sigue siendo su párroco y mantiene su colaboración con la cooperativa.
A día de hoy es la cooperativa agraria más veterana de la que quedan en Galicia y la única cooperativa láctea que sigue funcionando en la provincia de Ourense. Su dimensión sigue circunscribiéndose a la parroquia de Loureiro. Y una hoja de laurel es el emblema de la empresa. A lo largo de estas décadas, tomaron la determinación de no expandirse, sino mantener un tamaño que permitiese que siguiese bajo el control de sus vecinos y al mismo tiempo desarrollar un modelo de negocio sostenible.
Antonio Bernárdez llegó como párroco a Santa Mariña de Loureiro (O Irixo) en 1965. Allí había nacido treinta cuatro años antes. Estaba de cura en Leiro, y los vecinos de su parroquia natal habían ido a ver al obispo, monseñor Temiño, para pedirle que lo destinase a su feligresía. El vínculo que se produjo entre el cura y sus vecinos se extendió a lo largo de los siguientes cincuenta y seis años. El padre Bernárdez se implicó en el desarrollo de la parroquia mucho más allá de lo espiritual. “Yo tenía claro que venía aquí a hablarles de Dios, pero también a ayudarles a vivir mejor”, recuerda Antonio Bernárdez. “Para mí esa fue siempre el lema de mi vida: ayudarles a vivir mejor. Porque eran tiempos en los que el rural vivía inmerso en una gran pobreza y sus habitantes eran objeto de muchos abusos. Y el deber de la Iglesia, desde mi punto de vista era ayudarles a combatir la necesidad, y no solo la espiritual. Yo estaba metido de lleno en los movimientos de Acción Católica y la Juventud Rural Católica y había asumido que venía aquí como un misionero, a intentar ayudar a mis vecinos”. La inspiración a esa iniciativa la encuentra el joven sacerdote en dos encíclicas: “Mater et Magistra”, publicada por Juan XXIII en 1961 que pone sobre la mesa la preocupación social a la hora de ayudar a atender las necesidades de la vida diaria, y “Populorum progressio”, de Pablo VI que ya entra más en profundidad en la necesidad de que la Iglesia se ponga al servicio de los pueblos y especialmente de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre y la miseria.
En la década de 1960 se inicia un gran éxodo del campo a la ciudad, en busca de un trabajo en la industria, pero también a través de la emigración a otros países. La parroquia de Santa Mariña tenía entonces más de trescientos vecinos, que vivían del campo. “Pero estaban a merced de los abusos que se producían al marcar los precios de los productos y me di cuenta que una cooperativa podía ser la solución”, explica.
El primer producto que salió al mercado bajo el amparo de la cooperativa fue la venta de carne. “Se llevaban los terneros al matadero. Pero, claro, no era lo mismo que un ganadero llevase sus terneros a que lo hiciesen todos juntos. Los precios eran mucho mejores”, explica Antonio Bernárdez. Poco tiempo después se comenzó la actividad en el sector lácteo. La leche se vendía en botellas de cristal que habían comprado al grupo Álvarez, de Vigo. “Eran botellas de vidrio de fabricación artesanal –cuenta el fundador– que nos habían salido muy bien de precio. En la tapa, llevaba un número que correspondía a cada ganadero. De esta manera sabíamos, si había algún problema, de qué lote era la botella y de que explotación ganadera. Llevábamos un control de la trazabilidad décadas antes de que se impusiera”.
De la leche entera y cruda, tal como la venían las lecheras en aquella época, pasaron en la década de 1970 a la bolsa de leche pasteurizada, un envase que siguen manteniendo y que garantiza la frescura del producto, aunque sea a expensas de una caducidad de unos días, frente al brick.
Conscientes de que el producto elaborado deja más riqueza en origen que la propia materia prima, pusieron en marcha nuevas líneas, como los yogures, el queso, el requesón o el kéfir, similar a un yogur, pero elaborado a partir de la intervención de levaduras y bacterias probióticas. Todos ellos, bajo el sello del Consello Regulador de Agricultura Ecolóxica de Galicia (CRAEGA).
Gloria Bernárdez Beltrán es la responsable de calidad de Santa Maríña de Loureiro y forma parte del relevo generacional de la cooperativa. Para ella, el papel de esta empresa de economía social en el desarrollo de la parroquia fue determinante. “No solo se garantizaba el sustento de las familias, con el trabajo del hombre en el campo. La mujer podía elegir y optar por trabajar también en las actividades del campo, que eran las propias de la cooperativa, o disponían de un salón en la cooperativa para coser. Y también había una preocupación por la educación de los más pequeños. Incluso se contaba con una biblioteca viajera, para que pudiesen disponer de libros en casa. Y después llegaron las excursiones culturales, de las que teníamos como mínimo una cada año. Se fomentaban los grupos de teatro… es decir que se creó un ambiente con todo un conjunto de actividades para que la parroquia se desarrollase como una auténtica comunidad.”
Gloria reconoce que existe un problema de relevo generacional que es común a todo el rural. “Pero no es, en muchos casos, consecuencia de una falta de oportunidades para poder desarrollar tu propia vida en tu pueblo. Hay una generación intermedia entre la mía y la que, por ejemplo, fundó la cooperativa, que asociaba la prosperidad de sus hijos a que se fuesen a estudiar fuera y encontrasen un buen trabajo en una ciudad. Ya no es mi caso, porque puedo trabajar aquí que es de donde soy y vivir mucho mejor que en Barcelona. Y si a lo mejor gano menos que en Barcelona, también es cierto que la vida aquí es más barata y a cambio, su calidad es mucho más alta. Ya no existen las diferencias entre el rural y la ciudad en cuanto al acceso a servicios como hace una generación”. Gloria reconoce que el campo puede ofrecer oportunidades a los más jóvenes para que desarrollen su vida en el entorno rural. “Piensa que el rural es la gran despensa. Y aquí en Santa Mariña hay proyectos que pueden permitir la incorporación de jóvenes a nuestra actividad. Entre ellos, una granja, siguiendo el modelo de sostenibilidad y ecología que defendemos desde la cooperativa”.
La comercialización de los productos Loureiro se realiza por toda España. “Salvo la leche que al ser pasteurizada en bolsa tiene un recorrido más corto y solamente se distribuye por la provincia de Ourense. También es cierto que esa pequeña desventaja tiene como gran virtud que la leche resulta mucho más saludable, porque estabilizarla para que tenga una duración tan larga es a costa de matar toda la micriobiota”, explica Gloria. “Pero el resto de los productos se mueven por toda Galicia, a través de cadenas de supermercados como Froiz, Eroski, pequeñas tiendas… y también vendemos al resto de España”.
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