María Blanco, investigación de vanguardia

Lleva más de veinte años en la vanguardia de la investigación biomédica que hace posible tratamientos revolucionarios en enfermedades como el cáncer

LA REVISTA | Entrevista a María Blanco

Acaba de ser elegida miembro de la Academia Europea de las Humanidades, las Letras y las Ciencias por su contribución a la biomedicina y en particular en el campo de la nanomedicina para el tratamiento de enfermedades como el cáncer y el parkinson. María Blanco Prieto se siente orgullosa de ser ourensana de Trives, de una pequeña aldea que se llama Castro, aunque nació en París y actualmente vive en Pamplona, donde lleva una larga carrera como investigadora y docente, como catedrática de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra. Este nombramiento viene precedido por una larga lista de reconocimientos como los de académica en la Nacional de Farmacia de Francia o en la gallega o el de miembro del College of Fellows del American Institute of Medical and Biological Engineering, referencia mundial en la excelencia investigadora en ingeniería biomédica.

Nació en París, pero pasó su infancia en Trives ¿no es así?

Nací en París porque mis padres eran emigrantes allí. Pero al mes me trajeron para una aldea de Trives, Castro, donde me crié con mi abuela. Era algo muy común en las familias de emigrantes. Recuerdo ir de pequeña a la escuela unitaria donde aprendíamos todos juntos, hasta que llegaba el momento de hacer el bachillerato. Era un ambiente muy rural, mucho más que ahora. Luego me llevaron mis padres a París y allí hice el bachillerato. Pero cuando llegó el momento de hacer la carrera, me fui a Santiago de Compostela.

Estudió farmacia. ¿Era algo que le atraía en ese momento?

Sinceramente, lo que me atraía era aprender idiomas. Así que le dije a mi padre que quería irme un año a Australia, donde vivía un tío mío, para aprender inglés. Mi padre me dijo, “sí sí, vete a aprender inglés, pero luego estudias una carrera”. Y entré en Farmacia, un poco por casualidad, una vez que regresé de Australia. No era algo que me llamase especialmente la atención cuando empecé pero me fue atrapando a medida que iban avanzando los cursos y, a partir de tercero ya me gustaba muchísimo. Yo creo que la clave está en los profesores. Y de hecho, ya en quinto de carrera me animaron a que me dedicase a la investigación, me hablaron incluso de un master muy especializado en Francia pero que solamente cogían a veinte. En fin, que me presenté y me admitieron.

Y ahí empezó su carrera de investigadora

La verdad es que pensaba regresar a España al terminar el máster. Pero quien me dirigía el máster, Patrick Couvreur, que es un auténtico pope en el mundo de la nanomedicina me dijo que me presentara a la beca para el doctorado del Ministerio y me quedé a hacer la tesis. También aquí pensaba volver tras el doctorado, pero me propusieron una estancia postdoctoral en el ETH, que es la Escuela Politécnica Suiza, con una beca y estuve allí tres años. Hasta que me plantearon en la Universidad de Navarra que viniese para iniciar una línea de investigación en nanomedicina. Y así logré volver, por fin a España.

Y no era la única oferta que tenía sobre la mesa

Sí, tenía otras opciones, como Boston, quedarme en Suiza en Novartis, pero Navarra ofrecía una propuesta doblemente atractiva. Por una parte me permitía volver a España y por otra, me daban mucha libertad a la hora de iniciar mis líneas de investigación.

¿Era más fácil cuando usted se vino para España, que ahora?

La investigación no es algo fácil en España. Sí es cierto que tal vez entonces lo era más que ahora, pero sobre todo porque ahora hay más competitividad. La oferta de investigación no ha crecido tanto como el número de investigadores. Eso obliga a perseverar más a tener más presente la cultura del esfuerzo. Y bueno, yo creo que a cualquier persona que quiera investigar, lo primero que le diría es que saliese al extranjero, no ya por necesidad, sino porque eso abre mucho los ojos.

La academia europea ha ponderado especialmente sus avances en nanomedicina aplicada al cáncer y a la medicina regenerativa ¿en qué consisten esas investigaciones?

Hablamos de nanomedicina e ingeniería de tejidos y nos centramos mucho en cáncer, últimamente en cáncer pediátrico. Afortunadamente muchos niños logran curarse, pero el problema surge al administrar la quimioterapia. Tienen una esperanza de vida muy larga, mucho más que los adultos y los efectos a largo plazo al matar no solo las células enfermas, sino también las sanas, termina aflorando. Con la nanomedicina lo que pretendemos es dirigir la quimioterapia al tumor y que no dañe los tejidos ni los órganos sanos. Logramos más eficacia y menos toxicidad, lo que se traduce en mayor calidad de vida a largo plazo. Imagínate un bosque en el que hay un árbol infectado por una plaga y que puedes acabar con la plaga quemando solo ese árbol, sin necesidad de afectar a todo el bosque.

¿Y en el ámbito de la medicina regenerativa?

Fundamentalmente en dos campos. Uno en el del parkinson, actuando con nanopartículas con alguna proteína que se ha visto que tiene posibilidades de regenerar las neuronas. Y en cardiología, aplicando una técnica similar para regenerar los cardiomiocitos en las primeras fases después del infarto.

Tras cada una de estas investigaciones hay un trabajo en equipo, me imagino.

Es algo imprescindible. Aquí, tenemos la gran ventaja de disponer de la clínica de la universidad de Navarra y entonces trabajamos con neurólogos, cardiólogos, oncólogos… Hoy día la investigación no se concibe sin equipos multidisciplinares, con médicos, ingenieros…

Además de investigar, tiene un importante papel como formadora de investigadores. ¿Es una manera de abrir nuevos campos, nuevas líneas de trabajo?

En los últimos años he dirigido alrededor de una veintena de tesis doctorales y tengo la satisfacción de ver cómo han logrado todos seguir su carrera investigadora. Lo que más satisfacción me produce es, precisamente, eso. Ninguno de ellos sabe lo que es el paro y cuando salen de aquí con las tesis hechas tienen opciones para continuar investigando en universidades, empresas…

¿En qué medida la nanomedicina y todos los estudios que llevan realizando, en su caso más de veinte años, han contribuido a que las vacunas de la covid fuesen posibles en tan poco tiempo?

Creo que no habrían sido posibles en tan poco tiempo si no existiesen estas técnicas ya en investigación. Sin la nanotecnología las vacunas no habrían funcionado. La nanopartícula es el coche en el que viajan las proteínas, en este caso el ARN, para llegar a las células y que tengas protección. También es cierto que, gracias a la necesidad que impuso la pandemia ahora se conoce mucho más la nanomedicina y se ha trabajado mucho más en ese campo.

¿Hay alguna lección que podamos sacar de la pandemia?

La que nos han dejado las vacunas. Una vacuna requiere hasta décadas para salir adelante y aquí se lograron en menos de un año. ¿Por qué? Todos los gobiernos se unieron en esa acción y se pusieron sobre la mesa los recursos necesarios para lograrlo. Eso nos enseña que se pueden lograr cosas que parecían imposibles cuando hay interés en ello.

Antes me hablaba usted de cómo la nanomedicina ayudaba a mejorar la calidad de vida tras el tratamiento de un cáncer. ¿Se le está perdiendo miedo a la palabra cáncer? ¿Hay más posibilidades de sobrevivirlo?

Hay dos factores que son determinantes. Por una parte, la prevención. Hoy sabemos que determinadas pautas de conducta, de alimentación de hábitos, como fumar, están relacionados con el desarrollo de un cáncer. Evitar esas pautas es muy importante. Y no menos importante es la detección precoz. Un diagnóstico temprano es primordial, porque nadie se muere de cáncer, son las metástasis las que causan la muerte. Un cáncer muy localizado se puede operar, se puede tratar. El problema es cuando ya está expandido por muchos órganos. Por eso son importantes las campañas de detección precoz, como en el cáncer de mama o de colon, pero también es importante la prevención.

Y la nanomedicina ha supuesto un salto importantísimo

Es la gran revolución del siglo XXI. Ha cambiado radicalmente la manera de tratar muchas enfermedades, no solo el cáncer. Sin esta tecnología no habríamos logrado tener tan pronto las vacunas contra el covid. Y lo importante no es por lo que hemos conseguido sino lo que está por llegar.

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