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Hubo un tiempo -así lo atestiguan Las Tres Gracias de Rubens- en el que el ideal del cuerpo de la mujer mostraba formas voluptuosas, grandes caderas y senos prominentes. El paso de los años fue quitando kilos a medida que se imponía un canon de mujer delgada hasta que llegaron los peligrosos años 2000 y se impuso como adalid de la belleza lo esquelético.
Desde los corsés para reducir la cintura al mínimo de la lógica en la época Victoriana hasta la reciente portada de la revista Interview centrando el protagonismo en la retaguardia de Kim Kardashian, la moda ha ido imponiendo sus caprichos y las mujeres, en mayor o menor medida, hemos tratado de obedecer. Pero todo apunta a que esa dictadura ya pasó. ¿O no?
Es cierto que muchas marcas han incorporado una línea de tallas grandes a sus catálogos. Grandes firmas de moda se han dado cuenta -no sin tiempo- de que la mayoría de chicas y mujeres que caminan por las calles de todo el mundo no responden a esa imposible utopía del 90-60-90. Ahora, dos expertas en marketing y profesoras de la Universitat Oberta de Catalunya se han preguntado si esta tendencia responde a una conciencia sobre la diversidad de cuerpos o es simplemente una apuesta comercial.
Para Ana Jiménez Zarco y Neus Soler, “esta apuesta no responde a una nueva tendencia; por eso mismo, tiene y tendrá un largo recorrido”.
Sin embargo, algo de oportunista sí parece tener el asunto, según apunta Neus Soler al recordar que “las estadísticas indican que la obesidad y el sobrepeso aumentan progresivamente en España”. Es por eso que “cada vez existen más consumidoras con la necesidad específica de usar tallas grandes”, añade.
Y, siguiendo una regla de proporción directa, ante esta realidad cada vez más marcas se suben al carro. ”Lo defenderán como una oportunidad para que el negocio sea más inclusivo, pero en realidad lo que hay detrás es un segmento de mercado que, si hace unos años era minoritario, actualmente ya tiene un gran peso dentro de la sociedad. Producir para este público resulta rentable: cuanto más volumen de producción tiene una prenda de ropa, más económico es producirla”, afirma Soler.
Las marcas han mirado hacia fuera y han visto que la sociedad es variada, que por más que se empeñen en subir a la pasarela a mujeres de metro ochenta y talla 34, las calles no son así y el momento histórico ha cambiado. Buena culpa de ello la tienen las redes sociales, donde las que hasta ahora pensaban que eran minorías han visto que como ellas, hay muchas y son las más, no las menos. La apuesta por ampliar el catálogo de tallas -que no hacer ropa especial para tallas grandes- da valor a las marcas. Lo que buscan ahora es “hacer ropa para todo el mundo y que todo el mundo se sienta bien y sea feliz con la imagen que proyecta, independientemente de las medidas de su cuerpo. Hoy es importante cómo nos encontramos, cómo nos sentimos y cómo somos. Es más, hoy somos de una forma y mañana de otra. Si es así en todo, ¿por qué no en la moda? No tenemos que marcar cánones fijos”.
En este sentido, Neus Soler afirma que “las modelos son un referente para el público a quien se dirige el producto, y el hecho de utilizar modelos curvy, como hacen algunas marcas, es la forma de llegar a personas que no se sienten identificadas con las modelos tradicionales”.
Sea una cuestión de marketing o una conciencia real, lo cierto es que la revolución de los cuerpos ha comenzado y las marcas no han podido mirar para otro lado. Las calles les han dicho que son variadas y, aunque la velocidad de respuesta no lleve la velocidad deseable, no han podido más que oír y actuar.
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