Gabriel Fernández, un actor argentino es “Galego” en Galicia
OBRA GALEGO
La obra “Galego”, es creación de este actor, hijo y nieto de gallegos emigrantes. Fue representada en Buenos Aires con gran repercusión, especialmente en la colectividad, impactada por el realismo con que se pone en escena la vida de un emigrante que sigue rememorando su vida en la aldea.
La obra “Galego”, es creación de este actor, hijo y nieto de gallegos emigrantes. Fue representada en Buenos Aires con gran repercusión, especialmente en la colectividad, impactada por el realismo con que se pone en escena la vida de un emigrante que sigue rememorando su vida en la aldea.
El lenguaje utilizado, un logro extraordinario, revive ese “ falar galego“ propio de los inmigrantes que trataban de asimilarse al nuevo país aunque no perdían esa marca de origen.
Con la memoria emotiva de las conversaciones en casa de sus abuelos fue creando un personaje, que es sínteis de miles de emigrantes, por ello impacta y emociona.
“Seguramente lo tuve siempre en mi interior, pero fue hace unos pocos años en que decidí, para sorpresa de mi padre, que debía componer ese Gallego que, como mi abuelo, vivió siempre entre su aldea y Buenos Aires”.
Gabriel Fernández, al que conocí en el estreno de su obra en la capital porteña, es un actor con trayectoria. Entre sus últimos éxitos, se destaca su participación en la serie “ El Eternauta” de gran éxito en una de las mayores plataformas internacionales.
En conocimiento de su gira por Galicia, me interesé por saber de ella, con la intuición de que, representar el papel en esos escenarios suponía una experiencia diferente y muy fuerte. No me equivocaba.
“Tenía la ilusión de cerrar el ciclo, ese que se había iniciado en las primeras conversaciones con mi padre, buscando la información con que completar a ese Gallego que tenía en mi interior. Me lo propuse y lo logré, aunque como en todo lo artístico, los procesos son largos. Para febrero de 2024 me encontraba en Madrid por otros trabajos y, antes de regresar, me propuse ir a Galicia. Solo disponía de una semana. Allí tengo familia, la original, de la que no emigró en tiempos de mi abuelo, y también un primo argentino que vive en Migran, desde hace unos años. Uno de los retornados de las últimas décadas", explica.
Y añade."Con una red de contactos, originados en Buenos Aires, que me llevaron hasta Galicia pude acercarme a instituciones para entrever las posibilidades que tendría de poner mi obra esos escenarios. A mi regreso, había dejado sembrada la posibilidad y aquí tomamos la decisión, junto a Julio Molina, mi coautor y director, de hacernos cargo de preparar y producir la gira"
En Vimianzos fue la primera presentación, la sala teatral con capacidad para 300 personas, tenía treinta butacas ocupadas, relata Gabriel "no te voy a negar que es fuerte para un actor ver la sala casi vacía, luego de 13.000 kilómetros, más aún. Somos humanos y el primer sentimiento fue la decepción, pero como en toda mi vida los problemas nunca fueron un ancla sino un escollo para tomar impulso. Al finalizar esa función te aseguro que las treinta personas asistentes aplaudían de pie, llorando. Me acerqué a conversar con ellos y así pude entrever cuáles habían sido sus expectativas y cuál su receptividad. Mi temor era, no te lo niego, que mi “fala gallega” les resultase absurda o burlona y se sintieran ofendidos. Lejos de ello, me preguntaron a qué edad había emigrado y se quedaban impresionados al saber que yo nunca emigré, porque nací en Buenos Aires", confiesa el autor.
Casi todos los gallegos tienen a algún pariente o amigo en Argentina, por lo cual, prosigue Gabriel Fernánde"en poco tiempo me sentí más que integrado y querido.Entendí que la difusión de la obra debía tener un carácter más intenso y local y me dispuse a repartir volantes y panfletos en la próxima localidad en que actuaba.”
En la segunda función- en Boiro- había ochenta espectadores, y crecía el entusiasmo. De ahí en más la asistencia fue creciente. El público llegaba siempre al final de la obra muy emocionado, queriendo saber cómo había aprendido a hablar su lengua.
Como corolario, en la última función- Migrán- la sala era para 220 espectadores pero estuvo colmada y con treinta personas de pie. La repercusión en los medios gráficos y televisivos había dado sus frutos, y la constancia y optimismo puesto en el trabajo del actor y director.
Gabriel Fernàndez aceptó el desafío de la sala casi vacía y los espectadores poco involucrados y puso en escena todo el corazón de ese Galego que, es un poco su abuelo y muchos retazos de tantos otros emigrantes que conoció o de los que supo historias. Y, como él dice, cada problema lo transforma en una oportunidad de crecer y aprender.
“La tarde en que no podíamos apagar las luces en la escena , porque algo se había descompuesto, resolví desenroscar con la mano, mientras decía mi texto sobre la muerte de la madre, la bombilla eléctrica. Resultó tan acorde a lo que se contaba que, desde ese día, la escena cambió. Y la bombilla se desenrosca a mano. El problema fue una oportunidad. Y así entiendo yo la vida. Y creo que así la entendieron los emigrantes, los problemas que lo alejaban de su tierra se transformaron en motores de su progreso", describe con detalle.
Sobre el público, sostiene Gabriel que "también fue variando, aquí en Buenos Aires suelen ser personas mayores emigrantes o descendientes, allí en las sucesivas funciones pude ver a jóvenes, muchos de ellos argentinos o latinoamericanos, nietos de aquellos emigrantes. Hoy están emigrados ellos, retornados, dicen. Y lloraban a mares, sentían tal vez como nunca antes la morriña de sus ancestros, convertida en los sentimientos que hoy los embargan”.
Fueron doce funciones entre Mayo y Junio, fueron doce ayuntamientos, pero quedan muchos más, para otro regreso que, seguramente Gabriel hará, porque el texto de su obra se enriquece en cada puesta, y con cada experiencia, así como se amasó en los años previos a su primera representación, cuando le explicó a su padre que quería reconstruir ese Gallego con el que había crecido dentro suyo, casi sin notarlo.
Quizás haya otro regreso y quizás haya que contar la morriña de los retornados, de esos jóvenes que nacieron de este lado del Atlántico y que viven en la otra orilla, como un puente de ida y vuelta.
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