Lee Dong Kyu, cincuenta años en Ourense siendo un noble guerrero y maestro de Corea
Maestro de maestros en España insiste en dejar algo claro. “Soy el fundador del haidong gumdo en España, primero lo traje a Ourense y de ahí recorrí todo el país”, aclara.
Encontramos al gran maestro coreano de taekwondo y haidong gumdo, Lee Dong Kyu, en la pequeña oficina de su popular gimnasio. De nueva ourensanía tiene poco, porque lleva aquí más años que en su propia patria, pero la oportunidad de charlar con él, en el día exacto en que se cumplen cincuenta años de su llegada, es un regalo que bien justifica dedicarle una página. “Hoy invité yo al café en la clase de las 7,30 de la mañana”, comenta, recordando aquella fecha en la que aterrizó en un Santiago de Compostela en el que, cómo no, arreciaba.
Le pescamos entre folios y folios escritos en coreano. En su mesa un diccionario de su lengua, otro de chino, uno de inglés y el de español en el cerebro funcionando. “Escribo a mis familiares y amigos de allá, unas cincuenta cartas personalizadas al año, antes eran cien”, explica a la par que reconoce que los de su generación van faltando. “Nací el 14 de diciembre de 1941”, revela la fecha de su nacimiento, de acuerdo al calendario lunar asiático, que se tradujo al nuestro solar, haciéndole pasar de año. “Aquí es el 30 de enero, el mismo día que el rey Felipe”. Fue así como se arregló el tema en el pasaporte de este lado.
La verdadera entrevista del maestro Lee transcurre fuera del cuestionario, porque todo lo que cuenta es interesante, más aún cuando lo acompaña de ejemplos y expresiones faciales. Trataremos de contar su historia personal porque en lo profesional le sobran credenciales. Maestro de maestros en España insiste en dejar algo claro. “Soy el fundador del haidong gumdo en España, primero lo traje a Ourense y de ahí recorrí todo el país”, aclara. Le damos cabida a este honor y toca añadir que siete de sus alumnos montaron gimnasio de taekwondo en la provincia. “La semilla creció bien en Ourense”, añade.
Está casi más casado con las artes marciales que con Choi, a la que conoció a través de una amiga de su madre. “Yo era mayor, tenía ya treinta años”, aclara. Relata que cuando se encontraron era un hombre pudiente con pocas ganas de andarse prodigando, y una sarta de vecinas buscándole candidatas. “Una mujer conoce mejor que un hombre a otra”, opina sobre la elección, que fue del beneplácito de su madre.
De Corea a Ourense
Fue Lee Dong Kyu empleado de una mina de carbón estatal en su región, primero de bajo rango y luego inspector en oficina, a medida que fue medrando. Montó su propio gimnasio de artes marciales en su ciudad de cincuenta mil habitantes, a las que se enganchó de niño, para hacer frente a los abusones. “Es más fácil pelear con cinco que con uno solo”, aclara sobre reyertas. “Yo me puedo concentrar, dejas ‘ko’ a dos o tres y los demás escapan, pero para ellos es más difícil porque son muchas cabezas pensando en ataque”, añade.
Nos da una lección de historia de Asia, para explicarnos cómo nacido en Corea del Norte, y de padre policía, acabó en Dogye, Corea del Sur, convirtiéndose en el único maestro de taekwondo de la zona, y finalmente emigrando. “Pese a la pobreza y la falta de trabajo de mi país en aquella época, yo no estaba mal, pero tenía curiosidad para ver el mundo”, aclara.
Con este afán se fue a Alemania a trabajar donde buscaban mano de obra voluntaria, y luego saltó al Ourense franquista al cabo de un año. “Me ubicaron en transporte de materiales”, aclara sobre su período germano. Un amigo le dijo que buscaban a profesionales de las artes marciales en Galicia, y cogió carretera y manta. “Un sexador de pollos de Uteco, que era coreano, quería montar un gimnasio”, explica.
“El 27 enero 1975 empecé a trabajar aquí”, especifica que pasaron cuatro meses tras su llegada. “Lo pasé mal, no hablaba ni una palabra”, confiesa. “Mi mujer todavía no se cree que me sacara el carné de conducir a los tres años de llegar”, comenta. “El teórico fue a la sexta”, puntualiza sobre la proeza, y poco nos parece el número de reválidas. ¡Cuántas veces cruzó el maestro Lee a Portugal por la antigua aduana de Lobios hasta que tuvo los papeles en correcto estado! “Había que salir cada tres meses”, aclara sobre la vida en Ourense en aquellos primeros años.
Dos hijas tuvo que nacieron allá antes de su partida, y la tercera María, es ya ourensana. “Dame un nombre coreano para ella”, confiesa le dijo a su padre, para expresar ese pesar de su cultura de que se pierda el apellido Lee, por ausencia de testosterona, o el exceso de ovarios. “María es el mejor del mundo”, aprobó el patriarca la sugerencia española de ese joven Lee emigrante. Tiene un nieto de nombre Samuel que según él es magnífico con el manejo de la espada coreana.
De las artes marciales
“Las artes marciales perdieron el sabor, el olor… porque originalmente no son competitivas”, explica Lee. “No se alimentan de puño y pie, sino de cabeza y corazón”, añade. Lo de los campeonatos hubo de tolerarlos pero no son santo de su devoción, eso nos queda claro. “Yo suspendo a mis alumnos si procede”, explica Lee. Y hace un símil entre el fin último del taekwondo y el camino de Santiago. “No regalo los cinturones”, le aclara a los padres de algunos de sus alumnos, cuando vienen achuchando.
Se produce un momento mágico con el maestro Lee al hablar de dos samurais con sus espadas, o de un par de cowboys con sus bandoleras cargadas. “El fin último de la competición es la muerte”, explica sabiamente el maestro Lee, y un silencio intrigante se hace en su despacho. De los siete magníficos volamos a los siete samurais y de ahí a la corrupción de las artes marciales al servicio de la guerra. “Las artes marciales hay que practicarlas como un chaleco antibalas”, opina.
“La flor y la fruta de las artes marciales, su cosecha, es el combate, defenderse y atacar en un día peligroso”, aclara.
“Mi religión se llama Taekwondo”, reconoce el maestro, que se viste del uniforme de su fe los siete días de la semana. Innegable es que Lee Dong Kyu es un guerrero de una casta superior, pero también que detrás del mito está el padre, abuelo, marido, espadachín y escritor de misivas estilo coreano.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Lo último