Milagros Ayelén Posadas, nieta de una salmantina que se se exilió a Argentina: "Intento armar un árbol que para mi va a ser el real"

Milagrós Ayelén Posadas, pertenece al grupo de Jóvenes del Centro Castilla y León de Mar del Plata. Este miércoles regresa a Argentina, tras permanecer durante varias semanas en España junto a otros jóvenes del exterior, recibiendo formación en liderazgo para favorecer el relevo generacional de las entidades de la diáspora. Ha sido su primer viaje y ha estado marcado por una historia personal atravesada por el exilio, la adopción y el deseo de reconstruir los vínculos familiares con sus raíces salmantinas.

A sus 29 años, Milagrós ha vivido una auténtica aventura."Es muy fuerte lo que me pasa con este viaje. Porque es como intentar armar un árbol que para mí va a ser el real“, explica emocionada mientras nos relata su historia familiar que, como tantas otras ligadas al exilio español, se ha transmitido entre silencios, emociones y recuerdos.

Su vínculo con Castilla y León nace con su abuela Adelina, originaria de Río Frío, en Salamanca, que emigró a Argentina tras la Guerra Civil. “Fue exiliada. Tenía una discapacidad en la cadera y nunca pudo volver a España. Cuando la llamaban para los viajes ya no podía por su salud. Mi hermano, sin embargo, sí pudo conocer el pueblo y contarle la experiencia”.

Esta argentina con corazón salmantino creció escuchando las historias de su abuela, y aunque siendo niña no conocía todos los detalles de la historia familiar, el Centro Castilla y León de Mar del Plata formaba parte de su cotidianeidad. “Mi tía nos acercó al centro por mi abuela. Mis hermanos eran parte del grupo de jóvenes. Iban a bailar, a jugar al fútbol… Yo era muy chiquita entonces, pero recuerdo todo eso con mucho cariño”.

Con el tiempo, el grupo de jóvenes se fue disolviendo y su familia dejó de asistir. No sería hasta después de la pandemia, cuando Milagros se acercase nuevamente al Centro, esta vez motivada por la tramitación de su nacionalidad. “Volví porque trabajaba cerca y porque quería saber más sobre la nacionalidad. Cuando se reactivaron las actividades, me acerqué al grupo de jóvenes y, con eso, volvió toda mi familia también”.

Pero su regreso al Centro y su participación en Raíces esconde una historia que toca fibras emocionales muy profundas. “Mi abuela no podía tener hijos, por eso mi papá fue adoptado. Pero él nunca quiso saber de dónde venía, nunca habló del tema. Para él, sus padres eran sus padres. Y así nos criamos nosotros también”.

Ese silencio se respetó siempre.“Mi papá falleció sin apenas saber nada de su historia. El solo sabía que era adoptado desde los 12 años, pero nunca necesitó saber más. Yo me enteré por mi mamá. Y a veces pienso que mi abuela no es mi abuela de sangre, pero el sentimiento que tengo es real, incluso más fuerte”, cuenta entre lágrimas.

Por eso, el Centro para Milagros es mucho más que un espacio cultural, lo es también afectivo. “Yo sin saber toda la historia ya iba al centro de chiquita. Y ahora siento que estoy más cerca de mi papá estando ahí”.

Durante el programa Raíces, Milagros ha compartido vivencias con otros jóvenes con historias similares. “Contando mi historia, me encontré con una chica que se puso a llorar. Me dijo: ‘es igual a la mía’. Y eso es muy fuerte. Porque uno cree que estas cosas no le pasan a nadie más, y resulta que sí, que hay otros igual”.

Para ella, este viaje no ha sido solo formativo, sino profundamente humano. “Conocí personas hermosas, comprometidas, que le ponen tiempo al Centro, aunque a veces les sobra poco. Muchos vienen de lugares donde ni siquiera tienen un espacio físico para reunirse. Y eso dificulta mucho todo”.

Aunque trabaja a tiempo completo y no ha podido estudiar, Milagros sueña con retornar a España algún día, siguiendo los pasos de su abuela. “Me gustaría hacer el retorno, pero me gustaría venir con algún oficio. En Argentina no puedo estudiar por mis horarios. Si pudiera hacer una capacitación a distancia, eso me ayudaría muchísimo”.

Actualmente, está en proceso de obtener la ciudadanía española. “Hace dos años presenté todos los papeles. Estoy esperando la resolución. Lo hice en Buenos Aires, donde va un poco mejor el trámite, pero igual es lento”.

Su historia, como la de tantos descendientes de emigrantes, no cabe en una sola línea genealógica.“Nosotros hablamos mucho de esto con otros jóvenes. A veces los mayores piensan que no sentimos lo mismo. Y claro que no es igual: porque muchos ni siquiera sabemos el final de la historia. Pero eso no quiere decir que el sentimiento no exista. Se construye también desde el Centro, desde el pertenecer, desde el contar estas cosas”.

Raíces ha sido, para ella, una oportunidad no solo de mirar hacia atrás, sino también de proyectarse hacia adelante. “Queremos mejorar, queremos que la gente se acerque. Pero también queremos que los centros no desaparezcan. Porque si no hay un lugar donde acercarse, todo lo demás se pierde”.

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