Locus amoenus, narrativa local trufada de literatura para una muestra de historia personal

Tras la dura fragilidad del papel que ha mostrado este maestro de lo fragmentario que es Baldomero Moreiras en sus recientes exposiciones retrospectivas de carteles y collages, técnica del recorte exhibida en numerosas muestras, desde la que dedicó en los años noventa a Entroidos y Romerías en lonas, material que ha ido cambiado por la madera, pintando siempre con acrílico, como en la actual del Centro cultural Marcos Valcárcel (CCMV), Ourense. Así resalta las formas planas y polícromas realizadas con fragmentos irregulares cual trencadis de Antoni Gaudí, ingeniosa solución que reciclaba fragmentos cerámicos, aunque el parecido con las soluciones de Moreiras sea meramente aparente pues sus piezas tienen formas buscadas. Suele separar estas con cinta de carrocero que recorta o mantiene en el soporte pintándolas de negro, para conseguir sutiles alto/bajorrelieves, según su volumen, líneas de separación que rellena de materiales extra pictóricos, como aquí, para darles relieve. Es más que un recurso nuevo, al igual que el de los botones-tetos, dos elementos usuales en el proceder plástico de Virxilio Fernández Cañedo, artista y dibujante homenajeado en el propio CCMV hace unos meses al cumplirse su centenario natal y, ahora también, por el propio Baldomero. Es, como ha reconocido, uno de sus principales referentes, al que le unen estos puntuales aspectos técnicos, y, además, la pasión por los contrastes cromáticos.

Mas el artista de Celanova (n.1955), de otra generación, tiene otro mundo. Así el poso familiar consciente y constante de lo musical, presente en sus muestras de manera sutil o figurada, lo que aparece incluso en el título, como en la exposición Eco das Amazonas (retablo-pavana para una mujer oculta, 2023. Otra de sus constantes es el aroma literario que las envuelve, desde Álvaro Cunqueiro en 2004 a diversos autores, cuyos fragmentos incluye en sala aquí, caso de los autores del Siglo de Oro Góngora, Garcilaso y fray Luís de León, y Virgilio y Teócrito, de la antigüedad clásica grecolatina. En esta propuesta vuelve a sorprender el artista con una puesta en escena rompedora al constar de una obra-friso a todo lo largo de la sala, que son trípticos unidos diferenciados por el color con un afán global de simetría, desde el blanco de nieve central a la oscuridad de los extremos. Son piezas de mediado formato en las que ensaya un discurso narrativo-temporal personal. En el plano técnico trabaja por capas, dejando figuras envueltas en neblinas, como la pareja bajo la parra o la venus botticelliana. A la procesión de la pletórica cosecha que preside el obispo (¿Rudesindus?) y la vendimia entre mujeres instrumentistas, un destacar constante la presencia femenina en sugestivos desnudos, a la que se une la masculina compartiendo copa, cual Libiamo ne’ lieti calici del Verdi de la Traviata. O brindis, pues el artista regresa a su tierra tras recientes nupcias para vivir en Vilanova dos Infantes. La yegua bebiendo bajo el puente, el hombre y mujer desnudos bajo las aguas haciendo pendent, las mujeres-ondinas con máscaras, la sirena del río con collares y gran concha y esa nocturna nadadora, con pombas e loureiro, mensaje ameno e idílico...