Cinco menores esperan una familia de acogida en Ourense

472 niños han formado parte de un hogar en la provincia de Ourense gracias al programa de Acogimiento Familiar de la Xunta de Galicia gestionado por Cruz Roja. Más de 300 familias que, de manera temporal, han aportado seguridad, cariño y protección a menores que -por distintos motivos- no podían recibirlo de sus familias biológicas.

Durante el último año, fueron 61 los menores ourensanos que se beneficiaron de esta medida de protección a la infancia, de los cuales más de la mitad -34 exactamente- tenían entre 0 y 3 años. Comparten por ello desde Cruz Roja su preocupación por el elevado número de bebés que necesitan una familia de acogida. El aumento de las derivaciones desde el Servicio de Menores, sumado a que Ourense es la única provincia que no cuenta con un centro específico para bebés, lleva a que esta sea la primera y única opción para ellos. En la actualidad, son 5 los menores que están a la espera de ser acogidos en Ourense.

Bebés, hermanos y adolescentes son los grupos que tienen más dificultades para encontrar una familia de acogida temporal

“Necesitamos hogares para todas las franjas de edad, pero especialmente para bebés, grupos de hermanos y adolescentes”, apunta Sonia López, psicóloga del programa. La falta de espacio suficiente en la vivienda para hacerse cargo de más de un menor y los prejuicios que acompañan a los adolescentes, son los principales motivos por los que estos grupos se encuentran con más dificultades para encontrar una casa de acogida.

Una estabilidad vital, económica y familiar; además de que todos los miembros del hogar estén de acuerdo con sumarse a la iniciativa. Estos son los únicos requisitos que debe cumplir cualquier familia que quiera unirse a “un proyecto muy enriquecedor” que “beneficia tanto a las familias como a los menores”, así como el tener clara la diferencia entre acogimiento y adopción: “Este programa se basa en integrar al niño en tu vida diaria sabiendo que hay una familia de origen y que la finalidad es la reunificación familiar”.

Aunque entienden las reticencias iniciales que puede haber por saber que el vínculo que se crea derivará en despedida, remarcan desde Cruz Roja que, a diferencia de lo que obtienen en un centro, con este programa de acogimiento se le da a los niños “un trato más personalizado” y “todos los aprendizajes que aporta una familia con base en las necesidades de cada menor”. Como cualquier etapa vital, reconoce la psicóloga que ”va a haber momentos complicados porque se trata de educar”, pero la recompensa final adquiere por ello un mayor significado.

“La incorporación no es inmediata, sino que hay un proceso que lleva unos meses”, matiza Sonia. Este procedimiento incluye una formación de 12 horas a la que acuden otras familias acogedoras para contar su experiencia; un mes de reflexión para que los interesados valoren la información recibida; la entrega de la documentación correspondiente; entrevistas de carácter social y psicológico; y una visita domiciliaria. Además, al tratarse de un recurso de la Xunta, “Cruz Roja da la aptitud, pero es la administración quien tiene la última palabra”.

Prejuicios

Uno de los grandes baches con los que choca este programa es la percepción negativa que acostumbra a acompañar a los menores que necesitan un hogar de acogida: “Cuando hablas de un niño en un sistema de protección piensas en cómo vendrá o en qué habrá hecho. Hay que especificar que ellos llegan al proyecto por una problemática de su familia biológica, no de ellos”. De hecho, afirma Sonia que los adolescentes que acuden a un hogar acogedor lo hacen desde una iniciativa propia. Por ello, animan desde Cruz Roja a pedir información y dar a conocer un programa que -aunque en ocasiones requiera “poner toda la paciencia sobre la mesa”- siempre culmina como “una experiencia única y gratificante”.