La feligresa ourensana del papa Robert Prevost
REPORTAJE
La hermana María López Janeiro, integrante de las Misioneras del Divino Maestro, ejerció como maestra y misionera en Perú durante 20 años, coincidiendo en Chiclayo con el ahora papa León XIV, entonces obispo, con quien trabajó.
Dos veces se ha cruzado el Perú en la vida de María López Janeiro. En la primera ocasión, tuvo que poner en pie un colegio en un pueblo joven (nombre que reciben allí las barriadas construidas por los inmigrantes), en la segunda, pasó una década en Lima. Entre medias, una estancia en África, y un recuerdo que la acompañará siempre: el trabajo desempeñado junto al entonces obispo de Chiclayo, Robert Francis Prevost, desde el pasado 8 de mayo papa de la Iglesia Católica bajo el nombre de León XIV.
“Nunca resultaba intimidante, era como hablar con tu mejor amigo”, recuerda la misionera ourensana
“Fue nuestro obispo”, recuerda la misionera de Alberguería (Laza), “y siempre te daba la confianza para decir lo que tenías que decir y pedir lo que venías a pedir. Todo lo hacía desde la humildad. Siempre preguntaba ‘¿puedo ayudarles en algo?’ o ‘¿qué puedo hacer?’. Es la experiencia que tengo. Nunca resultaba intimidante, era como hablar con tu mejor amigo”, añade.
Los caminos de ambos se cruzaron el día en el que Prevost acudió al colegio Fe y Alegría, del que López Janeiro llegó a ser Madre General, para participar en la renovación de votos de algunas monjas de la orden. “Llegó tarde y disculpándose porque le habían entretenido por el camino”, cuenta María. “De aquellas éramos cinco religiosas de fuera y otras dos hermanas del propio Chiclayo. Se mostró en todo momento muy cercano. Una de las hermanas que renovaba sus votos era del pueblo joven, muy humilde. Él se interesó por su historia, y la acabó invitando a seguir la celebración desde el presbiterio”, sigue contando la misionera.
A raíz de esa visita, empezaron las conversaciones. “Hablamos de las necesidades del colegio. El centro es grande, y para sostenerlo no bastaba con la ayuda de Manos Unidas España. Él nos animó a recurrir a otras entidades, y se ofreció a firmarnos los documentos que necesitáramos”, relata María López. Después “se fue interesando por el colegio, porque teníamos triple línea en infantil, primaria y secundaria; y luego talleres de corte y confección para las mujeres y de carpintería para los hombres. Recuerdo también que se interesó por los niños de nuestra parroquia, y nos ayudó a construir un local para las actividades”.
En el barro
Otro de los recuerdos que atesora esta misionera de Ourense fueron los acontecimientos posteriores a que la barriada donde estaba el colegio fue sacudida por el fenómeno de El Niño –una oscilación de las condiciones del sistema atmósfera-océano, que ocasiona fuertes lluvias–. María López recuerda que “dejó unos aguaceros que barren con todo, y afectó especialmente al pueblo joven, porque muchas casas no tenían techo, y no contaba con alcantarillado o calles asfaltadas. Eso provocó una inundación. Y él fue el primero en aparecer con las katiuskas para achicar agua y llevarla a la parte baja de la barriada”, una actuación que la misionera siempre le agradecerá.
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