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APAGÓN
Uno ya había hablado con su mujer, los otros dos todavía no. A las 12:33 horas se apagó la luz en España, Portugal y minutos después los rumores lo extendían a parte del mundo. Un problema sin importancia primero, dudas después y preocupación según pasaban las horas y aumentaban las especulaciones. Cualquiera que haya viajado entenderá que la inquietud es mayor para quien está lejos de casa. Peor todavía si la familia no está bajo el mismo techo. Si el idioma no es el propio. Jamaica, Nueva Zelanda, Suecia o Canadá. El apagón dejó incomunicados a tres jugadores del COB que tienen a sus familias a miles de kilómetros, en tres continentes. Romaro Gill, Ben Krikke y Charles Barton cuentan su particular “Black Out”.
Ninguno de los tres asegura haberse asustado, pero Romaro Gill incluso lo vio algo “normal”. “Tengo a mi esposa en Nueva Zelanda y a toda mi familia en Jamaica, pero honestamente no tuve pánico. Allí es bastante normal que haya problemas con los huracanes, así que para mí fue un día que podríamos llamar normal. Tuve problemas para enviar y recibir mensajes, pero nada más”, explica un jugador fue padre de su segundo hijo hace dos semanas.
“Por la mañana pude hablar con mi mujer, pero después fue cuando tuve problemas, pero pensé que era algo de mi móvil o del edificio. Apagué y encendí, pero ni iba. Vi los mensajes en el grupo del equipo diciendo que había problemas con la electricidad. Fui al entrenamiento sin comer y después del entreno fuimos Ben (Krikke) y yo a buscar “real food”, pero fue imposible. Comimos unos sándwiches”.
Ben Krikke lo define como “un día muy interesante”. “Acabé el desayuno y después, en casa, el móvil se vino abajo. Fui al gimnasio y allí Romaro (Gill) me contó que era un problema en toda España y en otros países de Europa. No sabía si mi familia lo sabía o no. Después de entrenar nos tomamos un café y encontramos los supermercados cerrados, pero acabamos encontrando comida”, cuenta un jugador que tiene a su mujer y a su familia en Canadá.
El grupo está muy unido, pero es habitual que los jugadores norteamericanos tengan una relación más próxima. Krikke asegura que pensó más en uno de sus compañeros que en él mismo: “No estaba seguro de cuánto iba a durar, si podían ser días o semanas, y esa incertidumbre sí te preocupa. Además, estaba pendiente de Aanen (Moody), porque él tiene tres hijos pequeños y puede necesitar más cosas que yo”. Con su compañero pasó las últimas horas del día. “A eso de las once de la noche pude disfrutar de un cielo espectacular, había unas estrellas preciosas. El día al final también tuvo algo bueno”, en un día de oscuridad se fue a la cama con un buen recuerdo. “Hoy -por ayer- ya hablé temprano con mi familia y no sabían muy bien qué pasó. Estaban interesados, pero no diría que preocupados”, termina Krikke.
Charles Barton es el último en llegar a Ourense. La semana pasada acabó la liga en su país, en Suecia, y ahora trata de ayudar a pelear por el play off. “Pensé que no era algo importante, pero luego ya vas pensando que puede ser algo más serio. Nunca estuve realmente preocupado, la verdad”, empieza diciendo. El escolta sueco asegura que llamó varias veces a su mujer y nunca tuvo problemas para hacerlo. Un privilegiado en una jornada en la que los teléfonos estaban inutilizados: “El mío estuvo funcionando siempre y pude hablar con mi familia y que ellos supiesen la situación. No tenía internet, pero sí que pude llamar y hablar con mi mujer y con mis hijos”.
Recuerda el momento exacto del apagón: “Cuando pasó yo estaba yendo al restaurante a comer y fue allí donde me dijeron que no había electricidad. Que no podían dar comidas, pero fueron muy agradables conmigo y me dieron una ensalada grande para poder comer algo. Después del entrenamiento ya estuve con mis compañeros y pasamos juntos el resto de la tarde”.
Barton, como Krikke, también se queda con la parte buena de un día diferente: “Fue una sensación refrescante y relajante el no estar pendiente los aparatos electrónicos todo el día. Me permitió hacer otras cosas, como disfrutar de la naturaleza”. Y acaba bromeando: “Lo único negativo fue que acabé el día con algo de hambre, pero ese no es un gran problema en la vida, la verdad”
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