Leydis Mendoza, abogada penalista cubana: adiós delitos, hola comandas

Sorprendentes revelaciones profesionales las de Leydis Mendoza, antes de entrar a su trabajo, en un café ourensano. Letrada criminalista con años de profesión a su espalda, rehace con alegría su vida aquí, dejando atrás unos cuantos delincuentes, pero también a su querida Cuba

Miriam Blanco y Marta Vázquez

Publicado: 23 abr 2025 - 04:50

LA NUEVA OURENSANÍA | Leydis Mendoza | La Región

Quién podría imaginarse que tras la dulce mirada de Leydis Marian Mendoza Piña se esconde una abogada penalista especializada en criminología forense. “Trabajaba en un buffet de colectivo, defendía a acusados de determinados delitos”, explica. No podemos evitar perguntarle de dónde se saca la sangre fría cuando el susodicho es culpable. “Es una pregunta cotidiana, al principio cuando me gradué me costaba, porque uno está siempre en la búsqueda de la verdad absoluta, pero con el tiempo te vas endureciendo”, comenta. “Nunca un hecho delictivo es justificado, pero hay circunstancias de la vida que conducen a cometerlos”, reflexiona. “Aunque como ser humano no lo apoyes, como profesional te desempeñas de otra forma”, puntualiza. Tenía veinticuatro años cuando empezó a verse con malotes declarados y otros supuestos. “Imagínate una mujer joven recién graduada en el sistema penitenciario… en Cuba además entras sola, sin que te custodie un guardia”. Explica la letrada que la mayoría de las personas que ejercen su profesión en su país son hombres.

Leydis, no milady

Pese a su nombre de dama en apuros, no le tiemblan a Leidys las piernas. “Miedo miedo nunca sentí, y traté con todo tipo de personas, con conductas bien diversas…”, comenta. Le preguntamos por lo más oscuro y lo más claro, lo que recuerde como algo horripilis, y de lo que se sienta orgullosa. Compartiremos lo segundo para poner en perspectiva su empleo, todo el mundo tiene derecho a una defensa justa. “Hubo una chica que participó indirectamente en un asalto, ofreciendo información, pero que tenía una situación terrible, estaba sola, con niños pequeños, la madre con cáncer… pero le conseguí la libertad”, explica.

Cuenta Leydis que recientemente se crearon en su país muchas garantías procesales que antes no había. “Retenían a un acusado durante siete días, sin derecho a ver a un abogado”, cuenta. Por lo visto cuando ella llegaba, ya la persona en cuestión había soltado la Biblia en verso. “El código penal se cambió hace unos tres, cuatro años”, concreta.

La nueva ourensanía.
La nueva ourensanía.

“Yo primero me gradué como instructora de escuelas de arte, especializada en danza”, comenta. ¡Menudo salto!, pensamos, ni el mismísimo Nijinsky lo hubiese hecho tan extenso. “Fue por insistencia de mi mamá, que hice una segunda carrera”, explica. Sabia fue su madre por animarle a vivir una segunda vida profesional, señora quien por cierto le facilitó también una tercera en Ourense. “Aquí ella tenía unas amistades cercanas que me recibieron al llegar”, aclara sobre el cruce de los mares. Vino Leydis con su marido y su hija de nueve años. “Me casé con diecinueve”, revela un poco azorada. “¡Estaba aún en la universidad!”, añade.

Allá se quedaron los demás, su madre y hermanas en Holguín, y su padre, con el que creció, en un municipio de La Habana. “Ella era profesora en una escuela y ahora es administradora, mi papá es campesino, cultiva lechuga, acelgas… y vive de esa producción”, aclara.

En Ourense trabaja “en el mejor lugar del mundo”, dice muy animada. “En el Bakery & Coffee Tito de camarera”, explica. “¡Tenemos unas excelentes ofertas de desayuno!”, promociona con gracia. Que le vaya bien al negocio para que provea trabajo a nuestra sabia amiga. Desde aquí esperamos enviarle a unos cuantos clientes que, de paso que toman el café, reciban sus consejos para batallar por lo menos las multas.

Vecina de O Vinteún se le ve feliz a Leydis, consciente de que es una suerte que tanto ella como su marido tengan empleo y puedan salir adelante. “La añoranza del emigrante nunca se acaba, los inicios son siempre muy difíciles para todo el mundo”, apunta. Está claro que ella distingue fatalidades, no es lo mismo las desventuras que las situaciones truculentas.

Primera persona de fuera que alaba nuestro caldo gallego cuando preguntamos por gastronomía patria. “Me gustan muchas cosas pero eso te diría”, apunta. Y quizá no signifique nada, pero curioso es que ensalce el amargor del grelo. Lleva en la sangre esta chica lo de entender a aquellos en la vida que desprenden un regusto avinagrado.

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