COMPROMISO Y DEDICACIÓN
Tradición, industria y tecnología: la maestría artesanal de STL
TEJIDO SOCIAL
Las sociedades culturales y recreativas, insignias del siglo XX ourensano (La Troya, Albor y Ateneo), sostienen a diario una lucha constante y descorazonadora por no convertirse en un vestigio del pasado. Ese drama, que implica un forcejeo entre las demandas de la actualidad y la conservación de los valores tradicionales, significa para sus impulsores un reto de continuo desgaste frente a un panorama prácticamente nulo de ayudas oficiales. Esto, en un marcado contraste con la salud económica, tamaño de la membresía (más de 500 socios) y apoyos que goza el Liceo de Ourense, una institución creada hace 175 años, cuyos cimientos fundacionales, privilegio de ubicación e impacto simbólico en el inconsciente colectivo, le garantizan una comprensible preponderancia.
La pregunta se vuelve inevitable: ¿cómo sobreviven unas sociedades que, nacidas de la voluntad popular, solo cuentan con unas cuotas modestísimas por cada socio inscrito, no tienen por sede un palacio renacentista, no están enclavadas en una zona turística ni pueden proveer una cartelera con 400 actividades anuales? La respuesta es compleja, pero, de momento, hay al menos tres que siguen exhibiendo músculo.
Las sociedades recreativas y culturales, nacidas de la iniciativa popular, han aportado al tejido social ourensano mucho más de que cabría imaginar. Los conciertos, bailes, eventos deportivos, galas benéficas y tertulias literarias se convirtieron en una cápsula de confianza social donde se cerraban negocios y nacían noviazgos que más tarde se convertían en matrimonios. De algún modo fueron las antecesoras de lo que hoy son las redes sociales.
Una de las referencias más antiguas que se tienen de la Sociedad Artística y Cultural La Troya fue publicada por La Región el 9 de agosto de 1925. Se trata de una excursión realizada a Verín. Este desplazamiento evidencia un arranque potente, pues desde su fundación dos años antes, en el número 27 de avenida As Caldas, asombró al barrio de El Puente -entonces nombre oficial- por la cantidad de socios con que llegó a contar, alcanzando, en su época de máximo esplendor en la década de 1960, más de 700.
Su dinámica estuvo marcada por la música, con la coral Os Enxebres como protagonista, y los eventos deportivos. Actualmente, Erika Hernández, emprendedora de origen argentino, se encuentra frente a la sede física ubicada, en Ribeira de Canedo 2: “Aquí se imparten cursos de taekwondo, salsa y bachata. Vienen muchos jóvenes que buscan desengancharse un poco de las redes. Contamos con 200 miembros que pagan mensualmente una cuota simbólica. La idea es actualizar este concepto, y llegar a lo que realmente quieren las nuevas generaciones”, dice la empresaria.
Fue fundada en 1969 en su actual enclave, Rúa Greco, 7. Brindando al público lo que tenía en común con otras sociedades -una coral, un movimiento deportivo y una nutrida biblioteca- contó en sus orígenes con presencias inspiradoras como las del párroco José Álvarez, y la mítica figura de Otero Pedrayo, entonces el último representante de la Xeración Nós. “Aunque ahora solo contamos con 130 socios, en un principio llegaron a ser más de 400. Había un caudal de caja que permitía tomar decisiones por el bien de la Sociedad Artística y Cultural. Ahora toca competir contra el imperio digital, reinventarnos con clases de pilates, yoga, informática, presentaciones de libros, conciertos, exposiciones y otras actividades culturales. Ahora mismo el socio más antiguo tiene 90 años, y el más joven, 40. Lo más duro es obtener una ayuda o subvención, es demasiada burocracia”, apunta María Teresa López, presidenta de Albor.
El Ateneo fue fundado poco antes del estallido de la Guerra Civil, pero muy pronto fue considerado por las autoridades civiles y eclesiásticas “un peligroso nido de masones y anticlericales”, razón por la que fue vetado. Rehabilitado en 1969, se convirtió en un bastión de pensamiento durante el último sexenio franquista. Y como tal ha sobrevivido, distinguiéndose por su patrocinio del pensamiento crítico. “El Ateneo llegó a contar en los años 70 con más de 600 socios, y estaba centrada en el fomento de la literatura y las artes. En su sede llegaron a exponerse obras prestadas por el Museo del Prado, impartieron conferencias figuras como Camilo José Cela, y Tierno Galván; era uno de los faros culturales de Ourense, y aspira a seguir siéndolo hoy. Hoy somos poco más de 100 socios, que aporta cada uno una cuota simbólica de 5 euros al mes; el más joven anda por los 50 años, y el más veterano pasa de 80”, explica Pablo Álvarez, presidente de El Ateneo.
Reinventarse es el gran reto de las antiguas sociedades culturales ourensanas. Aunque no se atisba con claridad un reemplazo, la clave podría estar en la creación de propuestas atractivas para las nuevas generaciones, y en la concesión de apoyos por parte de las entidades responsables de preservar el legado histórico de Ourense.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
COMPROMISO Y DEDICACIÓN
Tradición, industria y tecnología: la maestría artesanal de STL
RECAUDACIÓN DE LA DIÓCESIS
El cepillo de la Iglesia recauda cada domingo 17.000 euros en Ourense
CRECEN LOS SEMINARISTAS
Caen los fieles, pero sube la vocación en la Diocésis: 26 curas en cantera
Lo último
VIOLENCIA POR ARMA BLANCA
Investigan como violencia machista el hallazgo del cuerpo de una mujer en Sevilla con un detenido
ESQUIZOFRENIA O BIPOLARIDAD
Algunos trastornos mentales pueden hacerte mejor personas, más creativo o más resiliente