La abundante "cabriña"

Davallia canariensis es una especie perteneciente a las pteridofitas, grupo heterogéneo que incluye a los helechos y afines, y que constituyen el conjunto de plantas más antiguas de la Tierra. Se calcula que estuvo extendida por Europa hace sesenta y cinco millones de años. Se trata de un helecho perenne perteneciente a la familia de las Davalliáceas, que puede alcanzar hasta una altura de cincuenta centímetros. Es endémica del noroeste y suroeste de la Península Ibérica, encontrándose concretamente distribuida tanto por la cuenca mediterránea occidental del sur de Andalucía, como por Asturias, Galicia y oeste de Portugal; también por Canarias, Azores, Madeira, Cabo Verde y Marruecos. En algunos lugares está recogida en el catálogo de especies amenazadas. En Galicia es un helecho abundante, ya que el hábitat lo facilita.

Etimológicamente, el nombre genérico davallia le fue dado en honor al botánico inglés del siglo dieciocho, instalado en Suiza, Edmund Davall, mientras que su epíteto canarienses hace referencia al archipiélago canario, si bien la especie no sea exclusiva de dichas islas.

En castellano se le conoce con los nombres de helecho batatilla, calaguala, cochinita, cochimilla, filis abierto, filis del mar, helechillo, pata de gallina o penco, y en gallego se le conoce como cabriña.

Su rizoma, sujeto al terreno por finas raicillas negruzcas, es serpenteante, cilíndrico, largo, grueso, carnoso, casi siempre visible y puede alcanzar una longitud de más de quince centímetros; está densamente cubierto de escamas lanceoladas, llamadas páleas, de color marrón brillante. Es rico en agua y nutrientes que le permiten soportar largos periodos de sequía. A esta especie se le llama también pata de conejo por el parecido de los rizomas con las patas de esos animales. Sobre el rizoma se sitúan las frondes, que son coriáceas y algo arqueadas, y cuyo peciolo, recio, cilíndrico, acanalado y de la misma longitud que la lámina, es de color pardo rojizo, marrón en la base, y está cubierto de escamas. Las láminas de los frondes son triangulares, finamente divididas tres o cuatro veces, algo coriáceas y de color verde vivo. Pueden alcanzar hasta los cincuenta centímetros de altura. Se reproduce de dos modos: bien por medio de trozos del rizoma plantados en primavera o por esporas desde la primavera hasta finales de verano. Las esporas se encuentran en los soros redondeados que están ubicados en el ápice de la parte inferior de las frondes; cada uno lleva esporangios esferoidales protegidos por una membrana que forma una especie de copa de color amarillento. Las esporas son rugosas y con forma de riñón. Su desarrollo es bastante lento. Crece preferentemente en lugares húmedos y sombríos con influencias oceánicas, generalmente sobre árboles, especialmente robles, aunque también puede hacerlo en suelos, sobre rocas silíceas cubiertas de musgos y líquenes, muros e incluso tejados. Es sensible a las heladas.

Desde el punto de vista médico se caracteriza por sus propiedades vermífugas, febrífugas y sudoríficas, siendo utilizados sus rizomas tanto en infusión como cocimiento. Parece ser que también posee propiedades antiglucemiantes y expectorantes. En algunas regiones se empleó como sustituto del calaguala, especie usada en otros tiempos como remedio contra la sífilis. Asimismo, en años de carestía y malas cosechas de cereales, con los rizomas se elaboraba una especie de harina con la cual, sola o mezclada con cebada, se hacían panecillos. Los aborígenes de las Canarias mezclaban con agua o leche los rizomas machacados, para preparar una especie de tortas llamadas aguamanes, que servían de alimento.

Hoy en día se cultiva en invernaderos para ser empleada en jardinería, como planta ornamental. También como helecho de interior, especialmente en macetas o cestas colgantes. Las vistosas frondes se suelen usar en floristería como base de ramos y otras composiciones florales.