La batalla más extraña jamás contada

EL SUICIDIO DE HITLER

En la agonía del Reich, tropas de EEUU y soldados alemanes lucharon juntos contra hordas de las SS. El pasado miércoles se cumplieron 80 años del suicidio de Adolf Hitler.

Castilo de Itter en Austria, escenario de una de las batallas más atípicas de la guerra. Soldados alemanes y norteamericanos lucharon ju
Castilo de Itter en Austria, escenario de una de las batallas más atípicas de la guerra. Soldados alemanes y norteamericanos lucharon ju

El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler tomó la última decisión de su vida. Resolvió suicidarse en compañía de Eva Braun, la mujer que le había acompañado a lo largo de la mayor parte de su carrera, y recurrió para ello a un disparo de pistola escenificando un complejo ritual perfectamente reglamentado para el que dejó escritas instrucciones muy precisas que sus últimos y más fieles servidores cumplieron a rajatabla, aunque sobre la muerte del dictador, y a pesar de que se siguió con exactitud el programa determinado por él, se han producido debates interminables que incluso superan el terreno fantástico. Uno de los argumentos más extremos señala que Hitler no murió en el bunker de Berlín al que en los últimos días de su jefatura se había retirado. Y se expandió que el cadáver incinerado en el patio de su residencia no era el suyo. Algunas versiones proclaman que huyó a Sudamérica en un barco que partió de la costa española –probablemente del puerto de Vigo, habitual en el tráfico por mar entre Europa y América Latina– y que vivió en alguno de aquellos países tratando de recomponer inútilmente su fracaso.

Teniente primero John Lee, al mando de la división de blindados que participó en la pintoresca batalla que protagoniza este reportaje.
Teniente primero John Lee, al mando de la división de blindados que participó en la pintoresca batalla que protagoniza este reportaje.
Convertido en prisión para presos importantes y abandonado por los carceleros, se erigió en símbolo de reconciliación cinco días después de que Hitler se suicidara

La versión que respaldan abundantes indicios y la propia razón dice que, ante la evidencia de que la guerra se acababa y amenazaba con concluir en catástrofe para Alemania, a mediados del mes de enero, el Reichfürher y un reducido grupo de estrechos colaboradores entre los que estaba su compañera Eva Braun, se encerró en el bunker fortificado y excavado en las entrañas de la Cancillería de Berlín suponiendo que la última batalla sería precisamente la que significaría la rendición de la capital. Mientras el ejército soviético marchaba a toda marcha a tomar aquella última y emblemática plaza, el Fürher sufría ataques de nervios en las entrañas de su refugio, ya únicamente acompañado por su reducido Estado Mayor y una selecta tropa de colaboradores de fidelidad probada y deseos de morir con él y con los que convivió hasta la hora final. Se sabe que, tras el definitivo desastre del general Steiner –contra el que Hitler bramó una interminable catarata de insultos y acusaciones tras su fracaso– solicitó de su médico el doctor Werner Hasse, consejo para suicidarse, a lo que el aludido respondió que la fórmula más segura era combinar dos modalidades: “veneno y pistola”, morder una cápsula de cianuro mientras se pegaba un tiro en la sien. Con todo perdido y su gente más próxima en desbandadaBormann acusaba a Goering de golpista y Himmler había transmitido una oferta de rendición al mando aliado– Hitler se enteró el 29 de abril del linchamiento de su aliado Benito Mussolini junto a su pareja, Clara Petachi, cuyos cadáveres pendieron colgados de los talones en una plaza pública de Milán. Decidió casarse por tanto con Eva Braun el 29 de abril próximo a la medianoche, y eligió como sucesor a un personaje de probada solvencia y ejemplar honestidad como el almirante Karl Dönitz, al que nombró jefe del Estado con Goebbels como canciller. Dönitz fue el responsable de la flota submarina durante el conflicto, los temibles U-Boats que se convirtieron en la máxima amenaza de la flota aliada. Su contribución fue máxima. De los aproximadamente 40.000 tripulantes de submarinos alemanes durante la II Guerra Mundial, tan solo 10.000 regresaron a casa.

La muerte del Fürher

A las 2:30 de la madrugada del 30 de abril, el Fürher apareció en el corredor principal del bunker para despedirse de sus colaboradores y muy especialmente de las mujeres que allí permanecieron negándose a abandonarlo. El ejército soviético estaba ya a las puertas del refugio, pero a las 13:30 de aquel día Hitler, Eva, dos de sus secretarias y su cocinera personal, Constanze Manziarly –una robusta dama austriaca a la que el caudillo adoraba y que se supone puso fin a su vida con una pastilla de cianuroalmorzaron, y tras los postres, Eva y Adolf se despidieron y se retiraron a sus aposentos personales. A las 15:30 se escuchó un disparo. Los dos ayudantes del Fürher, Linge y Günsche, encontraron ambos cuerpos. Eva, envenenada con cianuro, estaba tumbada en el lecho y Hitler, sentado en un butacón próximo y lleno de sangre, se había disparado en la sien con su PPK 7.65, depositada a los pies en el suelo. Los cuerpos fueron llevados escaleras arriba por un grupo de oficiales quienes, cumpliendo las instrucciones establecidas por el Fürher, quemaron ambos cadáveres con gasolina en el patio trasero del refugio. Bormann, Günsche, Linge, Goebbels, Kempka, Hölg, Lindloff y Reisser estuvieron presentes. Este último alzó el brazo en señal de saludo mientras Martin Bormann avivaba el fuego con un grueso rollo de papeles que se había traído de la Cancillería.

Un castillo en Austria

Cinco días después del suicidio de Hitler y dos días antes de que el almirante Dönitz firmara de forma incondicional todas las capitulaciones que determinaban la rendición de los ejércitos del Eje y ponían fin a la guerra en Europa, se produjo en el caótico escenario dispuesto por un ejército derrotado, a la deriva y en desbandada, la batalla más estrafalaria nunca imaginada, en la que tropas del 23 Batallón de blindados perteneciente a la 12 División de Artillería pesada del Ejército de los Estados Unidos y soldados de una unidad regular de la Wehrmacht lucharon juntos para defender el castillo-prisión de Itter en Austria de los ataques llevados a cabo por los integrantes de la 17 División de Granaderos de la Waffen SS, una temida unidad voluntaria que llevaba el nombre de un antiguo guerrero medieval con un brazo de hierro llamado Götz Von Berlinchingen, y que había sido galardonada por el Alto Mando alemán con cuatro Cruces de Hierro al valor.

El extraordinario suceso tuvo su punto de partida en la defensa del castillo de Itter, una prisión fortaleza situada en el punto más alto de una montaña situada en Austria y próxima al pueblo del mismo nombre, que el Alto Mando alemán decidió dedicar a la custodia de presos de renombre. Por ello, en aquellos últimos días de la guerra permanecían allí un famoso jugador de tenis llamado Jean Borotra que formaba parte del glorioso equipo francés de Copa Davis junto a Cochet, Brugnon y Lacoste, y al que, como activo militante socialista, había detenido la Gestapo. También permanecían presos en sus dependencias, los antiguos primeros ministros Edouard Daladier y Paul Reynaud, Marie Agnès De Gaulle, hermana del general entonces exiliado en Inglaterra, el general Gamelin, un hijo del premier Clemanceau, y los políticos La Rocque y Jouhaux, conservador uno y comunista el otro.

Mayor Gangle, del ejército alemán que se unió con sus hombres a la defensa de la fortaleza de Itter.
Mayor Gangle, del ejército alemán que se unió con sus hombres a la defensa de la fortaleza de Itter.

Cuando el comandante de la prisión, el teniente coronel Sebastian Wimmer, supo que Hitler había muerto, decidió que hora era ya de salir pitando, elección a la que respondieron sus colaboradores siguiendo el mismo camino, dejando la plaza abandonada a su suerte y con plena seguridad, dispuesta para que fuera reconquistada en los siguientes días por las tropas de asalto del Waffen SS. En aquellas circunstancias, el cocinero del centro, un preso común checo llamado Andreas Krobot, se presentó voluntario para tratar de llegar en bicicleta al pueblo más próximo y tratar de conectar allí con las tropas aliadas. No lo consiguió del todo, pero sí se topó –y ante su mayúscula sorpresa– con un pelotón de la Wehrmacht al mando del mayor Joseph Gangle que se habían dispuesto para proteger de los ataques de las SS a los miembros de la resistencia austriaca residentes en el pueblo alpino de Wörgl próximo a la fortaleza. Krobot explicó a Gangle la situación del castillo y Gangle respondió que él y sus hombres se unirían a su defensa, pero sería mucho mejor conectar antes con algún destacamento aliado. Y así se hizo. El mayor Gangle acabó por encontrarse con los tanquistas de la compañía B del 23 Batallón perteneciente a la 12 División del Ejército de los Estados Unidos, al mando de un teniente primero de ascendencia irlandesa llamado John Casey Lee, al que todos llamaban Jack y que, según el ex premier francés Paul Reynaud allí retenido, tenía un carácter endemoniado: “Si Lee es un reflejo de la política americana –escribió en sus memorias–, a Europa le espera una buena”.

Lee y Gangle decidieron acudir a defender el castillo, al que se llegaba atravesando un puente en precarias condiciones y por añadidura minado por zapadores alemanes. Por tanto, y para no caer, resolvieron desplazar un tanque Sherman servido por catorce soldados propios –seis de ellos afroamericanos– y diez soldados alemanes del pelotón de Gangle montados en un camión al final de la comitiva mientras el resto se quedaba al otro lado del puente. Pronto, aquella pintoresca tropa conjunta se encontró en el bosque con los SS y comenzó el intercambio de disparos.

Un teniente iracundo, un mayor honorable y un tenista valiente

A eso de las once de la mañana, un contingente formado por 150 “Panzergrenadieren” de las SS armados y en formación de asalto abrió fuego contra los defensores de la plaza probablemente con la consigna de eliminar a todos los prisioneros de renombre cautivos en aquel emplazamiento atendiendo a unas ordenanzas que regían para aquellas fuerzas y que predicaban la necesidad de no dejar presos vivos atrás.

Los asaltantes montaron un cañón antitanque de 88 mm y dispararon contra el carro de combate que había conseguido cruzar el puente, el Sherman conducido por el sargento Rushford, los cabos Szymcyk y Seiner y el soldado de primera Mc Hale, vehículo de guerra que quedó inutilizado. El combate se generalizó y un tirador de distancia alcanzó al mayor Gangle y lo mató instantáneamente mientras trataba de proteger la salida de Clemanceau hijo. Fue en aquel momento cuando el tenista Borotra se ofreció para tratar de sortear el fuego enemigo y bajar corriendo al llano en busca de alguna otra unidad del ejército de los Estados Unidos que estuviera ya operando por la zona limpiando la ruta camino de Berlín.

Gracias a su buena forma y su velocidad en la carrera, consiguió atravesar la barrera de fuego enemigo y llegar hasta una zona en la que se topó efectivamente con una unidad al mando del teniente coronel Marvin Coyle. Era el 2º Batallón perteneciente al 142 Rº de Infantería parte de cuyos efectivos se dispusieron a cruzar de nuevo el puente para acudir en socorro de los sitiados. Cruzaron con munición y artillería pesada a pesar de la inestabilidad del puente que, sin embargo, resistió el paso de los vehículos y no se hundió precipitándolos al río que circulaba debajo.

La última batalla

El combate, a pesar de las reducidas dimensiones de las fuerzas litigantes, fue muy duro y no acabó a la bayoneta porque finalmente la fuerza combinada de soldados norteamericanos y remanente de la Wehrmacht se fue imponiendo paso a paso gracias a la extraordinaria pericia del teniente Lee que al final de la contienda fue recompensado con la Cruz de Servicios Distinguidos mientras el mayor Gangle, recibió el homenaje de los miembros de la resistencia austriaca que le consideraron uno de los suyos e impusieron su nombre a una calle del pueblo de Inner que lleva su nombre en homenaje a su honor, su valentía y su comportamiento ejemplar.

Foto testimonio que muestra a los soldados americanos y alemanes confraternizando tras la batalla.
Foto testimonio que muestra a los soldados americanos y alemanes confraternizando tras la batalla.

La batalla de Inner es pues una de las disputas bélicas más sorprendentes de toda la contienda y la única en la que fuerzas pertenecientes al Ejército de los Estados Unidos luchó conjuntamente con tropas del Ejército de Alemania. Es también la única en toda la historia bélica estadounidense en las que su ejército defendió una fortaleza medieval –el castillo, cuya data de construcción es del siglo XII, fue adquirido por la familia Grüner en 1939 y expropiado por las SS para convertirlo en fortaleza prisión un año después– situaciones ambas que convierten este episodio bélico en un hecho imposible de comparar con otro similar. Fue también la última gran batalla del conflicto.

Por su parte, el primer teniente John Carey Lee junior, había nacido en Nueva York en 1918 y no abandonó su condición de militar cuando finalizó la guerra. Siguió en el Ejército y murió muy joven, con tan solo 54 años en enero de 1973.

Tras este pintoresco episodio que se convirtió también en la última batalla de la contienda continental, y tras la caída de Berlín donde el ejército soviético entró con la bayoneta calada prolongando una situación de pesadilla que concluyó el 2 de mayo de aquel año, la misma fecha en la que se rindieron los ejércitos del Reich en Italia, la suerte estaba echada y no quedaba más que la rendición incondicional.

El día 4 se rindieron los restos del ejército del Norte en Alemania, Dinamarca y Países Bajos. Se considera como fecha oficial del fin del conflicto en el continente el 8 de mayo aunque Japón se resistió a la derrota y aguantó hasta que la solución final de las bombas atómicas puso término al conflicto. La rendición de Japón la firmó el ministro nipón de Asuntos Exteriores, Mamoru Shigemitsu, el 2 de septiembre de 1945 a bordo del acorazado “Missouri” de la Armada estadounidense.

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