Crónicas de Primavera | El bikini de Caperucita feroz

¡Oh, un bikini!

Esta es una de las semanas en las que la prensa rosa viene con bostezo incluido. No porque no haya salseo, sino porque lo que domina las crónicas y revistas es… una foto de una chica en la playa. Vale que la chica es la Princesa Leonor, y que lleva más de 160 días en el Juan Sebastián Elcano. Pero no hay manera posible de hacer polémico algo así. La Princesa de Asturias sigue su formación haciendo lo mismo que sus compañeros, es decir, se levanta a las siete de la mañana, tiene ocho horas de clase, y participa en diferentes actos. Los empeños por hacer algo extraordinario de una fotografía normal, de unos compañeros bañándose en el tiempo libre de una escala, han llevado a varios periodistas a comentar posibles amoríos de la bella Leonor a partir de la irrelevante instantánea del bikini. Ya se ha filtrado desde la Casa Real que no hay nada de eso, pero teniendo en cuenta que comparte travesía con decenas de chavales veinteañeros como ella, si lo hubiera, ¿qué? ¿Es una escandalosa noticia? A los mismos comentaristas les ha llamado la atención la primera aparición del Rey Felipe VI en un acto de la Universidad Alfonso X El Sabio, tras el (inexistente) escándalo, porque estaba… ¡muy sonriente! ¿Debería estar llorando? Probablemente estaría pensando lo mismo que yo: dejen en paz a la niña. Ya tendrán tiempo de darle la real brasa.Crea contenidos

No simpatizo con quienes presumen de ser “creadores de contenido”, como si fabricaran salchichas informativas para ratas hambrientas, con la única excepción de que exhiban una belleza formidable. Es el caso de Marta Díaz, que se ha dejado ver en el estreno de Dulceida al desnudo, sea lo que eso sea. La muchacha ha salido a desmentir una posible relación con Montoya, famoso por Supervivientes, que es un programa todo en uno: fabrican el lío y luego dan la exclusiva de que hay lío. Sea como sea, Díaz (Marta) no está con Montoya (todo apellido) y está feliz sola desde que lo dejó con el futbolista Sergio Reguilón. Si fuera macho en vez de hembra, sería eso que llaman “un soltero de oro”.

El bocachancla

Miguel Ángel Revilla está encantado porque le gusta más el foco que a un tonto un lápiz, y don Juan Carlos se lo ha puesto fácil para comparecer una y mil veces. Desde que se hizo pública la demanda al expresidente de Cantabria, le pide 50.000 euros por calumnias varias, el rey emérito de las anchoas está feliz, porque ha quintuplicado sus apariciones en televisión. Casi ningún medio recoge las expresiones por las que le ha demandado, aquí sí: le acusa de “delincuente fiscal” y llega a afirmar, tal vez con aliento a orujo, que “no es un ciudadano español aquel que reniega a pagar (sic) los impuestos de su país”. Asegura también que tiene “una pasta gansa fuera” y promete no dejarlo en paz “hasta que no vuelva con todo el dinero que tiene allí”. Revilla habla mucho, habla demasiado, habla todo el rato. Revilla se expone con frecuencia a decir tonterías. Que don Juan Carlos, luces y sombras aparte, esté fuera de España es una anomalía vergonzante para la nación, que cualquier político español colindante con las corruptelas habituales, como el Caso Carreteras de Cantabria que aún investiga UDEF, se asiente el palillo en la comisura de los labios y se ponga a dar lecciones de rectitud y, tócate las anchoas, a repartir carnets de ciudadanía, resulta la imagen perfecta del gran estercolero en que se ha convertido nuestra ufana democracia. Un apunte no menor: el rey emérito ha adelantado que donará a Cáritas los 50.000 euros.

Desdicha y dicha

Personajes de la cultura que se ven mejor con la perspectiva de los años: Javier Gurruchaga. Era imposible no tomárselo a coña en los 80, cuando exhibía sus extravagancias por los programas de variedades del sábado noche y despertaba la crítica repugnada de las abuelas y la sonrisa extrañada de los jóvenes. Era y es la Orquesta Mondragón, que acaba de actuar con éxito y laureles en el Teatro Circo Price de Madrid, un proyecto innovador, libre, y más sólido de lo que prometía su explícita frivolidad. Más allá del cachondeo del personaje, el grupo eligió como letristas a algunos de los más inspirados intelectuales, desde mi querido poeta Luis Alberto de Cuenca –Viaje con nosotros, Caperucita feroz- hasta el gran Sabino Méndez, o el propio Joaquín Sabina, y se rodeó siempre de grandes músicos. Es justo reconocer que ha sobrevivido bastante mejor que algunos de los primeros experimentos musicales de los 80. Si no lo han mantenido como epítome y estandarte de la intelectualidad izquierdosa es solo porque ha osado criticar la ausencia de libertad que la progresía global de la cancelación ha traído al siglo XXI. Ya no es útil para la casta.