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El avance de la microtecnología ha transformado radicalmente la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos con el mundo. Dispositivos como relojes inteligentes, asistentes de voz, sensores biométricos o gafas con cámara integrada se han vuelto cada vez más comunes. Sin embargo, este progreso también plantea preguntas importantes sobre la ética, la privacidad y el diseño responsable.
Muchos de estos dispositivos emergentes recopilan información extremadamente sensible: ubicación, hábitos de sueño, actividad física, frecuencia cardíaca, voz, imágenes y más. Esta información, en manos de las empresas tecnológicas, plantea una serie de dilemas. ¿Qué se hace con esos datos? ¿Quién tiene acceso? ¿Con qué fines se almacenan o se comparten?
La ética tecnológica implica ir más allá del cumplimiento legal. Significa preguntarse qué es correcto, no solo qué es permitido. Diseñar productos con responsabilidad requiere considerar el impacto que tendrán en la vida cotidiana, cómo afectan la autonomía de las personas y si respetan su derecho a decidir qué comparten y qué no.
Un caso especialmente interesante (y controvertido) es el de las gafas inteligentes con cámara integrada. Modelos como las Ray-Ban Meta o las Spectacles de Snap permiten grabar videos, tomar fotos, acceder a funciones de realidad aumentada e incluso traducir conversaciones en tiempo real. A diferencia de los móviles, donde el acto de grabar es evidente, las gafas inteligentes pueden capturar imágenes o sonidos de forma discreta.
Además, estos dispositivos no solo registran contenido visual. Muchos de ellos recopilan también metadatos, como la ubicación, la hora exacta o incluso información sobre rostros, comportamientos y conversaciones cercanas. Esto convierte a las gafas inteligentes en herramientas potencialmente invasivas si no se gestionan con cuidado. Este tipo de situaciones pone en evidencia la necesidad de un diseño ético, que combine la innovación con la responsabilidad. Las empresas deben ofrecer controles claros y accesibles para que el usuario pueda decidir cuándo activa o desactiva funciones sensibles.
Aunque en Europa el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) ofrece un marco robusto para la protección de la información personal, todavía hay zonas grises en lo que respecta a tecnologías portátiles que interactúan constantemente con el entorno. Las gafas inteligentes, por ejemplo, escapan en muchos casos a una regulación clara, lo que puede dar lugar a usos indebidos, abusos o lagunas legales.
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