Macrocentros de fraude: ciberdelitos organizados como una empresa global

mayor espiral de delincuencia

Los delincuentes online enfocan sus objetivos en las redes sociales, con perfiles falsos falsos y suplantando la identidad de personajes famosos para captar nuevas víctimas.

La inteligencia artificial ha impulsado la gestión autónoma de muchos macrocentros de estafas online.
La inteligencia artificial ha impulsado la gestión autónoma de muchos macrocentros de estafas online.

Los cibercriminales se han profesionalizado hasta el punto de que las estafas ya no son obra de delincuentes individuales sino de organizaciones criminales con estructuras empresariales, divisiones especializadas y tecnología avanzada.

Solo en el segundo trimestre de 2025, las empresas españolas registraron una media de 1.950 ciberataques semanales, lo que supone un incremento del 36 por ciento respecto al mismo periodo de 2024, como se desprende de su plataforma ThreatCloud AI.

Dentro de esta trama cibercriminal actual, los macrocentros de fraude son uno de los ejemplos más alarmantes de la evolución del crimen digital en la actualidad. Estas instalaciones, que funcionan con la lógica y estructura de una empresa formal, están diseñadas específicamente para ejecutar estafas a gran escala.

Ubicados principalmente en países de Asia y Europa del Este, estos centros cuentan con cientos de empleados organizados por turnos y distribuidos en departamentos especializados. Hay equipos dedicados exclusivamente a la redacción de mensajes fraudulentos, a la creación de sitios web falsos, al manejo de perfiles ficticios en redes sociales y, sorprendentemente, incluso a la atención al cliente para reforzar la apariencia de legitimidad. También operan unidades centradas en la ingeniería social, que diseñan guiones y estrategias para manipular emocionalmente a las víctimas y ganarse su confianza.

Un dato especialmente inquietante es que muchos de los trabajadores de estos centros también han sido engañados. Captados a través de falsas ofertas de empleo, llegan creyendo que van a desempeñar tareas legítimas y terminan participando en estafas bajo presión o incluso amenazas. No solo las víctimas externas son objetivo del fraude: en ocasiones, los propios operadores son víctimas del propio sistema.

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