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El pasado miércoles, aproximadamente setenta vecinos de Rairo participaron en una asamblea extraordinaria para abordar lo que califican de “olvido institucional”. “Todo comenzó más o menos en mayo, al hilo de la publicación sobre los autobuses del alcalde en redes sociales”, comenta Purificación Vidal, profesora de Secundaria, madre y residente en la urbanización La Porteliña.
Recoge el acta de la asamblea vecinal que, tras el anuncio de Gonzalo Pérez Jácome, de renovar las líneas de autobuses, así como su trazado, el lugar pasaría de tener cuatro líneas a tan solo una. “Desde la asociación exigimos el compromiso por escrito de que Rairo no perderá ninguna de las actuales y que además mejoren en cuanto a sus horarios, ya que nos encontramos que en ocasiones pasan buses muy seguidos, pero en otros horarios apenas hay”, recoge literalmente el documento. “Creamos un perfil de instagram e invitamos a Jácome a esta cita, pero no vino, claro”, añade Purificación.
“¿Han hecho un estudio para determinar esa reducción?”, se pregunta Manuel Latorre Díaz, cuya hija y nietos residen en Rairo. Opina que la gente al final usa el coche precisamente por la escasa frecuencia, lo cual además colapsa y contamina más el centro de la ciudad. “La solución no es reducir, sino incrementar”, concluye.
A la espera de la nueva reunión que tendrá lugar en el auditorio en 25 de junio entre asociaciones de vecinos y alcalde, los de Rairo van tomando notas. “Necesitamos un autobús que cubra el desplazamiento desde Finca Marquesa y Rampa Antolín al Centro de Saúde da Cuña, pues los usuarios tienen que coger hasta tres líneas de autobús para poder llegar”, defienden.
El encuentro sirvió para canalizar otro tipo de reclamaciones, entre ellos las obras para asfaltar la carretera de Rairo que, si bien están en proceso, la organización vecinal llama la atención hacia la necesidad de una previa reparación de las tuberías que, de acuerdo a los residentes, dan suministro al Polígono de San Cibrao, hecho que ha incrementado la demanda de agua a lo largo de los años. “Cada cierto tiempo sufrimos roturas de las tuberías... en 2008 tras una reivindicación se aprobó un proyecto para la mejora de la canalización pluvial, pero al final no se realizó”, recogen en la memoria de la reunión. Mauro González, dueño del bar A Porteliña es más explícito: “todos los años un mínimo de tres veces al año tengo que para la actividad al no haber agua a causa de que revienta alguna tubería”.
Los vecinos también tienen demandas para la Diputación, como la eliminación del punto de vertido en el regato del Chis, que nunca llegó a realizarse. En la actualidad las casas de esa zona no tienen alcantarillado y las aguas fecales van directamente al susodicho. Finalmente, reclaman la limpieza de caminos, fincas, calle, y contenedores.
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