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Cuesta abajo, sin frenos y a toda velocidad. Así está siendo el último mes y medio para el COB. Una sensación que se agrava por el ilusionante inicio liguero, donde resultados y sensaciones iban de la mano y hacían que los ourensanos se sentaran en la mesa de los nobles por méritos propios. Ahora, se apagaron las luces y ni Fenosa parece encontrar la solución. El equipo es un quiero y no puedo. Esta vez fue el Cartagena el que profundizó en las inseguridades de un grupo que es un flan, falla en los básicos y encadena seis derrotas consecutivas. La de ayer, por 92-80 en tierras murcianas, en un duelo en el que Moody y sus puntos fueron el único pro en una lista interminable de contras.
Y eso que la puesta en escena, con un parcial de 1-6, podía ayudar a relajar el ambiente. Nada de eso. Un parcial de 8-0 volvió a dejar claro que iba a ser un día duro en la oficina. Romaro Gill duró un abrir y cerrar de ojos por las faltas, lo que abrió la puerta a que el Cartagena usase y abusase del rebote ofensivo. Una sangría (14-10, m.5). Sin defensa no hay paraíso. Aunque en ataque se fuese “trampeando” si se conseguía superar la presión alta de los locales, atrás no se daba el nivel. Unido a pérdidas de balón incomprensibles, dejaron un 24-19 al finalizar el primer cuarto.
Fue en el segundo cuando Aanen Moody empezó a destapar el tarro de las esencias. Tres triples casi consecutivos sostuvieron a un COB que recuperó la delantera en el luminoso (29-30, m-14) por obra y gracia del escolta estadounidense. El partido entró en una fase de errores impropios de la categoría. Uno compensaba el del otro, lo que propició un marcador igualado. Parecía incluso que el COB, con 19 puntos de Moody en el cuarto, se iba a ir al descanso en ventaja, pero un triple sobre la bocina de Van Eyck colocó el 46-44 antes de mandar a los jugadores a reflexionar. Con 14 rebotes ofensivos concedidos y 14 pérdidas de balón regaladas, era un milagro muy propio de la mañana de domingo que los de Moncho López estuviesen en partido.
La reanudación no cambió el guion. Aquí ganaron protagonismo los árbitros, que empezaron a echar más leña al fuego cobista, con Mendikote, Brito y el citado Gill sufriendo los rigores de faltas dudosas o, directamente, inexistentes. Cuatro personales para los ourensanos en menos de dos minutos. Peligro. La Moody-dependencia era un hecho. Y con todos los males que arrastraba, le servía al COB para estar ahí, dos puntos por delante o tres por detrás.
Cuando el Cartagena apretó, apareció el hasta ahora inédito Javi López para anotar, alternando aciertos con fallos, pero siendo un factor influyente para cerrar el tercer cuarto 68-66. Todo por decidir.
Pero esta vez no hubo final de infarto, como tiene acostumbrado el COB. Sin Romaro Gill falta intimidación y sobra rebote ofensivo del rival. Sumado a que los ourensanos perdonaron tiros libres y que Van Eyck se puso en modo decisivo, el triunfo, que nunca estuvo cerca, terminó por alejarse (80-70, m.35).
El último arreón cobista lo frenaron un rebote que se le escapó a Moody y los árbitros. Falta por aquí, técnica que supuso la descalificación de Moncho López por allá, y adiós definitivo a cortar la mala racha. Con Mendikote y Brito eliminados, un “airball” de Santi Paz sirvió como epílogo a una mañana aciaga que se cerró con un doloroso 92-80. El COB se fue hasta las 22 pérdidas de balón. Pero lo que ha perdido, principalmente, es el norte.
Ahora llega un parón. Tocará pista y diván para tratar de solucionar unos males que se reproducen como los Gremlins cuando les tocaba el agua. El COB ha dejado de carburar. Y demasiado pronto. Lo que asoma por el calendario obliga a reaccionar para no entrar en la primavera con una alergia considerable. La teoría está clara y necesitan llevarla a la práctica.
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