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Ojeando prensa escrita en busca de inspiración para darles la chapa hoy, leo a Isabel Rubio en El País, que escribe sobre la nueva Play Station 5. Según parece, los japoneses, han ido revelando poco a poco diferentes ideas sobre la nueva consola y el jueves sorprendieron con el diseño definitivo de la PS5.
Tengo que reconocer que estoy muy perdido en esto de las consolas, la última que tuve fue la Play 2 y tampoco jugué mucho. Creo que aún está en casa de mis padres, metida en una bolsa que usaba para llevarla a mis diferentes destinos, pero que ni me dignaba a sacarla de ella.
Para mí el mundo de los videojuegos me transporta a mi hermano mayor, Luis. Él fue y es un loco de casi todo lo informático. Recuerdo que tuvo el Spectrum 48K, que necesitaba un reproductor externo para poder cargar los juegos. Si ustedes son de mi época o más mayores, no les extrañará nada leer load””, si en cambio son milenials pensarán que es una marca de mostaza.
Posteriormente tuvo un Spectrum más moderno, creo que era el 128k, que ya venía incorporado el cargador (de cintas). En aquella época sí que tenía mérito jugar, tenías que esperar 15´ a que se cargara para que luego fallara nada más empezar. Ojo, jugar al atletismo de las olimpiadas suponía tener en el dedo índice más fuerza que Tyson en su derecha y más aguante que el cuello de Poli Díaz.
Tengo que poner en antecedentes que mi hermano Luis, o el tío diablo como le llama a filla, siempre ha tenido una gran capacidad de convicción. Gracias a eso consiguió que compráramos a medias la Super Nintendo y posteriormente la Nintendo 64, pero que siempre estuvieran en su habitación (con los correspondientes juegos comprados también a medias). Todos los juegos que tuvimos eran de deportes; futbol, basket, hockey hielo, tenis, carreras de coches, etc…
Cuando llegaban los findes, invertíamos muchas horas sentados en el suelo de su habitación compitiendo. Les puedo asegurar que en esas sesiones había más tensión que en un pulso entre Abascal e Iglesias. No sé cuantos mandos pude romper golpeándolos contra el suelo por perder, en cambio él llevaba bien la derrota. Cuidado, mientras jugábamos había más trash talking que en toda la serie de Jordan de Netflix.
Pero un día Luis se casó con Febes, se fueron a vivir juntos y yo dejé de jugar con ellas, porque para mí, las consolas son divertidas si juego con él.
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