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El bache resultó ser un socavón. En época de Entroido, el COB parece empeñado en ponerse el disfraz de derrotado. Y, peor aún, dejando atrás las sensaciones de solidez, tranquilidad, colmillo y juego dinámico de las que presumió cuando no tantos lo esperaban. Parece otro, es como si fuese un primo lejano del COB que coronó la Navidad en estado de gracia. Este miércoles cayó contra el Oviedo por 78-94 en el Pazo para encadenar su quinta derrota consecutiva. Un tropiezo que tiene muchos padres. La falta de acierto propia, la cantidad de acierto rival, los árbitros en el momento oportuno (no podían faltar)… Pero todo se resume en que los de Moncho López están hechos jirones.
Y, para como terminó, la cosa no empezó tan mal. El COB quiso y fue al intercambio de golpes. Brito desde fuera, Gill desde dentro y lesión de Sergio Rodríguez al poco de salir a pista. Por contra, aún apretando en defensa, el Oviedo encontraba las vías de agua. Y, cuando fallaban, aprovechaban el rebote ofensivo para hacer “pupa”. La alegría del regreso de Samu Rodríguez contrastó con un parcial de 0-7 que convirtió el 18-13 en un 18-20. Nadie podía pensar que el COB no volvería a ponerse por delante en todo el partido cuando el primer parcial se cerró con 22-26.
El inicio del último cuarto terminó por sentenciar a un equipo ourensano que ha convertido el bache en socavón
Empezaron a temblar las piernas. Nada grave todavía, pero con sensaciones preocupantes. Rafa Lisboa sostuvo al equipo sobre sus hombros. Lo que pudo. Los asturianos seguín estirando el chicle con una idea de partido más clara en la teoría y la práctica (32-41, m.15).
Tocaba sobrevivir. Apretar los dientes, fiarlo a Lisboa y Ogunsipe y esperar que llegasen tiempos mejores. Un punto más en defensa permitió seguir en partido. Al descanso, 44-45 y todo por decidir tras el descanso.
Lo que pasa es que la esperanza duró poco. La salida de los vestuarios incidió en lo negativo. Parcial de 0-8 para los ovetenses con un Menuge tocado por la varita. La leyenda dice que aún sigue en el Pazo metiendo triples. Los nervios estaban a flor de piel. Si a eso le sumas el caos arbitral, tienes como resultado una tormenta perfecta. El “trío La La La”, con Ariadna Chueca a la cabeza, terminaron por sacar a los ourensanos del encuentro. “Fuera, fuera” o “manos arriba, esto es un atraco” fueron los hits de un público que está cansado de que condicionen el partido.
Como a perro flaco todo son pulgas, un par de canastas visitantes con la bocina de posesión sonando y otro par de bandejas propias que bailaron con el aro antes de salirse, pusieron un 58-70 que exigía una resurreción que pareció asomar con dos canastas de Brito y el 62-70 con el que acabó el tercer cuarto. La fe en otra de esas explosiones anotadoras que dejase el enésimo final de infarto estaba sobre la mesa.
Fue un espejismo. Nuevamente, la salida del Oviedo marcó la diferencia ante una defensa de mirar y no tocar. Y el COB ya no creyó en sí mismo. La distancia fue aumentando en un cruel goteo que les dejó sin opciones de triunfo (65-82, m.34). Hubo un amago de querer, pero no era la noche. Nunca lo fue. Tampoco para mantener el basketaverage de +10 conseguido en la primera vuelta. Menuge, quién si no, bajó la persiana ante, incluso, los aplausos de parte del público a su actuación. Ganó el que jugó mejor y el que tiene la cabeza sin fantasmas. Un 78-94 que deja una herida que tendrá que ser suturada en tiempo récord porque el domingo hay partido en Cartagena.
Son cinco derrotas seguidas, de todo tipo y condición, para un equipo que necesita mirar hacia su interior si quiere volver a ser el que fue hasta hace no tanto.
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