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Revisando el móvil después de comer, he leído una noticia que me ha impactado sobremanera. El fallecimiento de Alex Lequio a los 27 años de edad víctima de un cáncer. Estaba al tanto de la enfermedad del hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio, no muy al tanto, pero sabía que tenía un cáncer del que se estaba recuperando, aunque en los últimos meses había tenido una recaída. Al leer el tweet con dicha información, he encendido la tele buscando saber un poco más. En uno de los canales estaban recordando unas declaraciones suyas del pasado mes de octubre, donde demostraba una entereza digna de alabar y reconocer. Después de escucharlo hablar, he decidido apagar la tele realmente afectado y durante un largo tiempo no dejé de repetir: ¡Qué putada!
La verdad es que esa noticia y la visualización del video me ha producido una tremenda tristeza y una extraña sensación de injusticia divina. Quiero decir que, lógicamente no lo conocía y soy muy poco consumidor de todo lo que rodea a la vida de los famosos, pero sí tengo cierta simpatía por todos los hijos de los "celebrities" que han tenido que vivir esa presión mediática desde muy pequeños.
Esta sensación tan desagradable ha hecho que intente hacer un ejercicio de empatía con los padres que pierden a sus hijos tan jóvenes y de una forma tan trágica. Pero … es imposible ponerte en los pantalones de cualquiera de ellos. Es como cuando te hablan de los sentimientos que se tiene al ser papá, te los pueden explicar de mil maneras, pero hasta que no te llega el momento, no eres capaz de vivirlos de verdad.
Escribiendo esta columna he recordado a dos personas que, en los últimos días, han perdido a sus padres. Ninguno de ellos por el coronavirus, aunque eso no tiene ninguna relevancia. Ambos son muy importantes en mi estancia en Ourense y con ellos, de una manera u otra, comparto mi día a día. Por Pepe Domarco tengo admiración. Desde mi llegada a Ourense me defendió a ultranza, sin haber mediado palabra, y ahora es alguien con el que disfruto conversando y escuchando sus buenos consejos. Por otro lado, Miguel González que es mi AYUDANTE -excepcional el significado de esta palabra- en estos siete años. Hemos vivido muchas horas juntos por y para el COB y ahora duele saber por lo que está pasando.
Hoy no era momento de humor, ni de ironía, hoy sólo quería mostrar mi respeto.
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